Trampa para el alcalde de Paris
El dirigente 'ultra' deja a Chirac ante el dilema de si debe cortejar el voto extremista
A las 13.00 de ayer un escalofr¨ªo debi¨® recorrer la espina dorsal de Jacques Chirac. El l¨ªder del Frente Nacional, la derecha visiblemente m¨¢s extrema de Francia, Jean-Marie Le Pen, empezaba a descorrer el velo de sus intenciones de voto en la definitiva vuelta de la elecci¨®n presidencial, este pr¨®ximo domingo. Y no auguraba nada bueno para el representante de la derecha oficial, el hoy descompuesto alcalde de Par¨ªs.El escenario: la plaza de la Opera de Par¨ªs; el coro: de 20.000 a 25.000 disciplinados militantes; el tiempo: casi tan bueno como el que conviene al toro; el protagonista: un sesent¨®n redondeado por los medios, que se viste como un peque?o notable de provincias, decidido a impresionar cuando visita el coso capital: terno oscuro de doble fila de botones, corbata y pa?uelo asomando por el bolsillo superior de la chaqueta, bien coloreados ambos y a juego. Para tribuno del Antiguo R¨¦gimen, seguramente del partido radical en la III Rep¨²blica, s¨®lo le falta aprenderse los discursos de memoria. Bajar la vista para leer de un grueso fajo de papeles cada cinco segundos, disipa la emoci¨®n. No nace De Gaulle todos los d¨ªas.
La estatura de Le Pen como estadista seguramente permanecer¨¢ in¨¦dita por los siglos de los siglos, pero su destreza como cazador qued¨® ayer fuera de toda duda. La trampa que le ha tendido al favorito del domingo es de las que acreditan el ojo seguro, la intenci¨®n letal, la determinaci¨®n de quien tiene alg¨²n que otro as en la manga.
El l¨ªder del Frente Nacional ha declarado que es, virtualmente, imposible votar por ninguno de los dos candidatos del d¨ªa 7: el socialista Lionel Jospin, y el gaullista Jacques Chirac, puesto que ambos son de izquierdas (sic). Pero ha invertido m¨¢s de 20 minutos en explicar por qu¨¦ no hay que elegir a Chirac: por europeo, mentiroso, contemporizador con Espa?a y quinta columnista de todo lo malo que, por definici¨®n, es lo de fuera; y unos segundos en a?adir que Jospin adolece de los mismos cavernosos defectos. Y para remachar el clavo ha tendido la trampa maestra: no dar¨¢ a conocer su voto hasta el d¨ªa despu¨¦s del debate televisivo. As¨ª ejerce una presi¨®n suplementaria sobre el gaullista, ya bastante desencuademado por haber cedido la victoria a su rival del domingo, en la primera vuelta.
?Se atrever¨¢ Chirac a gui?ar el ojo al electorado del Frente, en su cara a cara con Jospin? Ha de elegir entre mostrar debilidad, si cede a la presi¨®n de Le Pen, corriendo el riesgo de enajenarse una parte del voto centrista, o repudiar la esgrima tabernaria del lepenismo, y exponerse a no recoger suficiente voto frontista para vencer el d¨ªa 7. Pero de lo que no cabe duda es de que si Chirac sale elegido, el l¨ªder extremista quiere que quede bien claro que no ha sido por su culpa.
Ese 15% de votantes que estuvieron ayer representados por una militancia venida de toda Francia va a ser el gran ¨¢rbitro del enfrentamiento del domingo. Sin una parte sustancial de los mismos, Chirac lo tiene muy dif¨ªcil; Jospin, imposible. Y esos millares de frontistas, familias enteras, clase media tirando hacia lo humilde, es una masa atenazada por el miedo. Peque?os comerciantes, ex combatientes cargados de medallas y recuerdos, obreros de alguna especializaci¨®n en desuso, j¨®venes en busca, in¨²til, de trabajo. Todos ellos temen al extranjero que les disputa la labor, recelan del color de una piel que, por s¨ª sola, rebaja las exigencias salariales, hacen del futuro un museo del horror anunciado.
Pero esa masa, ni amparada en el anonimato, core¨® ayer esl¨®ganes extremos; no salud¨® brazo en alto a una memoria fascista. Esto no es la Italia de Fin?, ni el cutre-falangismo, residual en Espa?a. Y a todos ellos les habla Le Pen, orondo y pasablemente airado, sin programas, sin dossiers, sin m¨¢s propuesta que unas palabras-clave: desempleo, inmigraci¨®n, extranjero, soberan¨ªa, la "Francia eterna" de unos cuantos.
Esta derecha, extrema y xen¨®foba, despidi¨® el m¨ªtin, sin embargo, cantando un bello himno revolucionario. A ver cu¨¢ndo otros ultras europeos eligen para el adi¨®s La Marsellesa. A lo mejor, por ello, son los m¨¢s peligrosos.
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