Joselito en, Madrid
El d¨ªa 13 de junio de 1912 estaba anunciado en Madrid un mano a mano entre los novilleros sevillanos Lime?o y Joselito, "nuevos en esta plaza", y este ¨²ltimo de: tan s¨®lo 17 a?os. La v¨ªspera, Joselito se acerc¨® a los corrales. Los. novillos le parecieron chicos y as¨ª lo hizo saber. En otro corral hab¨ªa seis toros-toros. "O mato los toros grandes o no toreo", sentenci¨® el chaval, y no hubo manera de convencerle. As¨ª era Joselito. Tuvo un triunf¨® apote¨®sico. Alto y atl¨¦tico, deslumbr¨® a. todos con, su toreo, alegre, variado y dominador. "Lagartijo, Lagartijo", gritaron los aficionados, en recuerdo del coloso cordob¨¦s. Los cronistas m¨¢s prestigiosos le vaticinaron un brillante porvenir, y con el tiempo se le ha llegado a considerar el torero m¨¢s completo de todas las ¨¦pocas. Como, el pr¨®ximo lunes, es el centenario de su nacimiento, le recordamos aqu¨ª. Probablemente lo m¨¢s caracter¨ªstico de Joselito -se llamaba Jos¨¦ G¨®mez Ortega, era gitano y proced¨ªa de una familia de toreros- fuera su tremendo dominio, algo que se valoraba mucho en aquel entonces; pose¨ªa un maravilloso conocimiento de las reses, y las sujetaba y obligaba como nadie. Este poder se reflejaba en sus corridas de seis toros como ¨²nico espada; realiz¨® la haza?a 22 veces. Cuando en una ocasi¨®n le preguntaron a Joselito qui¨¦n era el mejor torero, contest¨®: "El que mayor n¨²mero de toros diferentes sabe torear". Tambi¨¦n era enormemente variado, tanto con las banderillas como con la muleta y el capote. En una corrida de siete toros en Madrid hizo casi treinta quites -?y nunca repiti¨® el mismo lance!- Nadie le aventajaba en afici¨®n -toreaba constantemente en el campo, s¨®lo viv¨ªa para los toros- ni en amor propio.En octubre de 1913 en Madrid, se retiraba Bombita, y tras estoquear el ¨²ltimo toro de su vida, le dijo a Joselito: "Yo ya he terminado mi vida de torero. No me ofrezcas banderillas en el ¨²ltimo toro". Pero no pod¨ªa resistir la tentaci¨®n de medirse una ¨²ltima vez con el maestro, y le invit¨® a poner banderillas, Joselito era as¨ª.
Su carrera ser¨ªa dif¨ªcilmente comprensible sin su gran rival, el revolucionario Juan Belmonte. El toreo de Belmonte era heterodoxo: le invad¨ªa el terreno del toro hasta puntos inveros¨ªmiles, se quedaba muy quieto, y toreaba con una lentitud asombrosa; no era el toreo cl¨¢sico de piernas, sino uno nuevo, de brazos. El resultado era tremendamente emocionante. Adem¨¢s, Belmonte aportaba una belleza pl¨¢stica jam¨¢s conocida: "Si Joselito llevaba el toreo en la cabeza, Belmonte lo llevaba en el coraz¨®n", observaba el maestro cr¨ªtico Corrochano. (Cuando a. Belmonte le preguntan qui¨¦n es el mejor torero, contesta: "El que m¨¢s dinero cobra"). La de Joselito y Belmonte -seis, temporadas y 257 tardes juntos- fue la ¨²ltima gran competencia, y dividi¨® Espa?a en dos bandos hostiles. Los dos diestros se influyeron: Belmonte aprender¨ªa las reglas que antes hab¨ªa despreciado, se har¨ªa mucho m¨¢s seguro: Joselito torear¨ªa con, m¨¢s temple, acortando las distancias. Esta ¨¦poca se conoce ahora como la edad de oro del toreo.
Una de sus batallas m¨¢s famosas se libr¨® en Madrid el 21 de junio de 1917, cuando alternaron con Rodolf¨® Gaona en la corrida del Montep¨ªo. Joselito y Gaona estuvieron bien en sus toros (Belmonte no hab¨ªa estado bien en su primero) y en el quinto toro se midieron en brillantes pares de banderillas (suerte que no practicaba Belmonte). El p¨²blico core¨®: "?Los dos solos, los dos solos!", tanto para encumbrarles como para fastidiar a Belmonte. Entonces Belmonte cogi¨® los trastos de matar y se fue hacia el ¨²ltimo de la tarde. "Esto, s¨ª, era un reto, pero un reto para Belmonte", escribi¨® Jos¨¦ Alameda. "Belmonte y su. pacto con el diablo dar¨ªan sin m¨¢s la respuesta. El ¨²ltimo toro dijo la ¨²ltima palabra. Result¨® el mejor de la corrida. Y Belmonte se fue a hombros y los otros dos -solos- a pie". As¨ª era. Belmonte.
. El d¨ªa 15 de mayo de 1920 los dos rivales actuaron en Madrid. La corrida de Murube sali¨® muy blanda, una cosa muy poco com¨²n entonces y que constitu¨ªa un esc¨¢ndalo. Los diestros fueron despedidos con una bronca. "Juan, vamos a pensar en dejar de torear en Madrid un tiempo", dijo Joselito. Al d¨ªa siguiente ,-ahora va a hacer 75 a?os- Joselito actuaba por primera vez en Talavera de la Reina, cuya plaza hab¨ªa inaugurado su padre. Y fue all¨ª donde muri¨® corneado. Nadie lo pod¨ªa creer. ?Al torero mas seguro de todos los tiempos le hab¨ªa vencido la muerte! Corrochano escribir¨ªa: "?Qu¨¦ es torear? No lo s¨¦. Cre¨ªa que lo sab¨ªa Joselito, y vi c¨®mo le mat¨® un toro".
El d¨ªa 17, el cad¨¢ver de Joselito fue llevado desde Talavera a su casa en la madrile?a calle de Arrieta, donde se instal¨® la capilla ardiente. El difunto llevaba un traje negro y la camisa rizada de siempre, seg¨²n El Liberal Por la casa desfil¨® "un gran n¨²mero de personas de todas las clases sociales", y desde el cercano Palacio Real lleg¨® el p¨¦same de Alfonso XIII. Cuando, al d¨ªa siguiente, sali¨® la comitiva, la mujer. que cuidaba la casa donde viv¨ªa Joselito ech¨® gran cantidad de flores encima de la caja mortuoria". Entre la muchedumbre hab¨ªa "muchas damas distinguidas". La comitiva desfil¨® por Arenal" Sol, Cibeles y el paseo del Prado hasta la estaci¨®n de Atocha, "y en las calles no se pod¨ªa dar un paso, tal era la aglomeraci¨®n". Al partir el tren para Sevilla, "se dieron varios vivas a Joselito, contestados por todos".
El telegrama de 'p¨¦same de Guerrita, la m¨¢xima figura de finales de siglo pasado, termin¨® as¨ª: "Se acabaron los toros". No se acabaron, pero s¨ª cambiar¨ªan radicalmente. Llegar¨ªa a imperar el concepto belmontino, se cultivar¨ªa el arte por el arte. En vez de intentar dominar a todos los toros enemigos -como hab¨ªa hecho Joselito-, los coletudos esperar¨ªan al toro colaborador, progresivamente m¨¢s suave y noble, que les fue proporcionado por unos ganaderos sumisos. La fiesta se perfeccion¨®, pero tambi¨¦n se encogi¨®. Ahora, para la masa de p¨²blico, el mejor torero es, efectivamente, el que m¨¢s cobra.
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