Tres delicias
Comer, beber, amarEl sorprendente, por lo repentino y bien ganado, reconocimiento mundial del despertar del cine chino tiene una doble partida de nacimiento: el Festival de Cannes de 1987 y el de Berl¨ªn de 1988, que sirvieron de trampol¨ªn a dos j¨®venes cineastas de la primera promocion -en China, llamada quinta generaci¨®n- de la Escuela de Cine de Pek¨ªn.Chen Kaige con El rey de los ni?os y Zhang Yimou con Sorgo rojo entreabrieron una puerta, hasta entonces sellada, que no se cerr¨® tras ellos, sino que ha seguido a?o tras a?o abri¨¦ndose y abriendo con ella m¨¢s t¨ªtulos de notables y singulares filmes. Los dos adelantados de la escuela de Pek¨ªn a que nos hemos referido agitaron los hervideros de producci¨®n en las tres Chinas: la continental, Hong Kong y Taiwan. Y los tres polos, casi al un¨ªsono, han iniciado un juego de complementarios que ha a?adido al homog¨¦neo gesto fundacional de la quinta generaci¨®n una variedad tem¨¢tica y estil¨ªstica que anuncia que este brote simult¨¢neo de talentos no es un asunto ef¨ªmero, sino asentado y creciente.
Director: Ang Lee
Int¨¦rpretes: Sihung Lung, Kuemei Yang, Chenlien Wu. China-Taiwan, 1994. Estreno en Madrid: cine Ideal.
Dentro de este variado e incluso variopinto conjunto de nuevos cineastas de audiencia universal, el taiwan¨¦s Ang Lee se ha encaramado, con s¨®lo dos de sus tres pel¨ªculas sobre la punta de una de las vetas creativas m¨¢s vivas del movimiento considerado como conjunto: la correspondiente a la comedia. Destap¨® el tarro de las esencias en El banquete de bodas, que ha dado la vuelta al mundo; y ahora prosigue la escalada con esta no menos aguda y bien hecha Comer, beber, amar, en la que Lee se traslada desde la comunidad china de Nueva York, donde situ¨® El banquete de bodas, a su Taiwan natal, pero sin salir de la misma senda, de su -llena de ligereza, humor y conocimiento- representaci¨®n del mundo, cerrado sobre s¨ª mismo, de la familia china tradicional, ahora en creciente colisi¨®n -y con indicios de transformaci¨®n por contagio- con la idea de familia que hoy segrega Occidente.
Este choque (amable y afirmativo incluso en sus instantes de negaci¨®n y crispaci¨®n) de formas de vida de paredes adentro, es la explosiva cantera que Lee hurga para urdir sus dos -no menos explosivas, adem¨¢s de exactas, divertidas y libres donde las haya- comedias, compuestas con lo que la vida cotidiana de la gente com¨²n de su China tiene al mismo tiempo de r¨¦plica y de prolongaci¨®n, de retrato y de caricatura, de nuestras formas de cotidianidad, de los comportamientos de nuestra gente de al lado y sus respuestas de cada d¨ªa a las preguntas y embrollos en que les meten la vida en cuanto convivencia.Giros universales
De ah¨ª la universalidad de los giros, unas veces abiertamente c¨®micos y otras tocados de sentimentalismo e incluso de alg¨²n rasgo fugaz de patetismo, en que Lee mete a sus (magn¨ªficos, viv¨ªsimos y admirablemente construidos: es quiz¨¢ uno de los m¨¢s refinados constructores de personajes del cine reciente) tipos y prototipos humanos; y de la impresi¨®n de proximidad que esta reconocible gente ofrece a la de otras tan lejanas latitudes como la nuestra. El resultado les una equilibrad¨ªsima y distendida combinaci¨®n de identificaci¨®n y distanciamiento, que da a la pel¨ªcula una jugosidad, una gracia y una verdad no frecuentes en el cine actual.
Babelia
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