El voto 'in¨²til' de Le Pen
El apoyo del lider del FN habr¨ªa sido como un beso de la muerte
En estas ¨²ltimas 24 horas los dos candidatos a la elecci¨®n del domingo deber¨ªan haber rezado, cada uno a su manera. Jacques Chirac, veros¨ªmilmente al Dios de los cat¨®licos, y Lionel Jospin, a alg¨²n n¨²men de la historia, para que Jean-Marie Le Pen, l¨ªder de la extrema derecha, diera a conocer ayer su apoyo electoral al otro. Los dos se barruntaban, sin embargo, que el jefe del Frente Nacional no iba a inclinarse por nadie, que iba a recomendar el voto en blanco, en un ¨²ltimo esfuerzo por administrar una masa de 15% de sufragios, obtenidos en la primera vuelta, de los que, como mucho, es un ec¨®nomo contable.A quien Le Pen otorgara preferencia le habr¨ªa dado un tanto del beso de la muerte. Por muchos votantes lepenistas que hubiera arrastrado con su recomendaci¨®n, y nunca ser¨ªan demasiados, dado lo heterog¨¦neo de la coalici¨®n que preside el l¨ªder ultra, m¨¢s, probablemente, habr¨ªan huido en el centro y la derecha, de las banderas de cualquiera de los dos candidatos.
Y como estaba fuertemente excluido que Jean-Marie Le Pen pidiera el voto para el socialistajospin, es el jefe de la derecha, Chirac, el que sale m¨¢s favorecido al evitarse el apoyo de quien m¨¢s le aborrece en la pol¨ªtica francesa. Porque el ultra ha sabido situarse al frente de un cortejo de m¨¢s de cuatro millones de votantes, pero ni los ha creado, ni es capaz de modularlos m¨¢s all¨¢ de una primera vuelta, de un sufragio contrario antes que favorable a lo que sea. Le Pen no tiene un 15% de votantes; son esos electores los que lo tienen a ¨¦l para que d¨¦ una faz, de matarife ampuloso, a su ¨²nico punto en convergencia: el p¨¢nico al vac¨ªo, a la falta de espacio en una sociedad que se informatiza, internacionaliza, uniformiza, y en la que ellos se sienten las excepciones que no quieren confirmar la regla.
El emigrante es, incluso, mucho m¨¢s un decorado -cierto que contra el que se tira al plato- que el origen del problema. El miedo exist¨ªa ya sin ¨¦l. S¨®lo que ahora se le puede conjurar poni¨¦ndole un rostro atezado.
En t¨¦rminos muy generales, es verdad que ese 15% de sufragios decidir¨¢ la elecci¨®n, pero nadie sabe qui¨¦n es el padre ni la madre de los mismos.
Por todo ello, ni Jospin ni Chirac mencionaron a Le Pen en el debate televisivo del martes; no s¨®lo porque ninguno tiene nada que ganar polemizando con el ultra, ni nada b¨¢sico en lo qu¨¦ diferenciarse, sino porque hay que dejar que sus electores, prestados al Frente en la primera vuelta, puedan volver en silencio, sin que nadie les recuerde que votaron al Epul¨®n de Breta?a, a sus cuarteles hist¨®ricos.
Con toda esa aritm¨¦tica, Chirac deber¨ªa salir favorecido porque es, sobre todo, un gaullismo depauperado de barrio y de cantina el que ha alimentado el crecimiento de la xenofobia en cuanto la desaparici¨®n del comunismo propulsa a primer plano la figura del nuevo enemigo, verdugo y v¨ªctima de la crisis: el emigrante, de preferencia de otra religi¨®n, de otra cultura, de otra piel.
El que sepa sumar mejor de los dos rivales, Chirac o Jospin, ser¨¢ el domingo presidente de Francia. Pero ninguno quiere que le vean en su casa contando con los dedos.
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