?Fabrican votos las predicciones?
La pregunta que se plantea es: ?se convierten la campa?a electoral y, sobre todo, los sondeos en los determinantes principales del voto, cuando cre¨ªamos que el voto traduc¨ªa intereses y opiniones de naturaleza social, y que, por tanto, el voto era representativo de algo diferente, m¨¢s estable y m¨¢s profundo? ?Ten¨ªa raz¨®n McLuhan cuando dijo: "El mensaje es el mensaje"??sta es la pregunta planteada. Porque no podemos contentarnos con explicaciones t¨¦cnicas para comprender los fracasos recientes de los sondeos en Francia o en Italia. Y puede que Sarkozy, director de la campa?a de ?douard Balladur, tuviera raz¨®n al acusar a los sondeos, responsables seg¨²n ¨¦l del fracaso de su candidato. En efecto, los sondeos anunciaban una victoria segura de Jacques Chirac y le atribu¨ªan un 25% o un 26% de las intenciones de voto -cuando no ha conseguido m¨¢s que un 20%, es decir, apenas m¨¢s que Balladur-, lo que pudo influir a los que quer¨ªan emitir un "voto ¨²til". Sarkozy fue probablemente demasiado lejos al acusar a un instituto de sondeos de haber falsificado conscientemente los resultados porque estaba asociado con la campa?a de Chirac.Si s¨®lo fuera una cuesti¨®n de deontolog¨ªa, los problemas ser¨ªan sencillos y competer¨ªan exclusivamente a la justicia. Pero cuando se habla de la extrema volatilidad del electorado, de una elevada proporci¨®n de indecisos y de numerosos cambios de intenci¨®n de voto en el ¨²ltimo momento, se toca un problema mucho m¨¢s importante. ?Se ha convertido la decisi¨®n pol¨ªtica en algo parecido a un concurso de televisi¨®n, en el que se expresan las preferencias por un actor o un destino de vacaciones, decisiones que pueden cambiarse f¨¢cilmente si el presentador modifica su pregunta o el tono?
Esta pregunta conlleva inmediatamente una respuesta: esta volatilidad s¨®lo es posible si no hay mucho en juego, como era el caso en Francia, ya que Chirac y Balladur vienen del mismo partido, han tomado las mismas decisiones pol¨ªticas y estaban considerados como "amigos desde hace 30 a?os".Pero esta respuesta demasiado f¨¢cil no hace sino encaminarnos hacia el verdadero problema: ?no es extraordinariamente reducida la gama de opciones pol¨ªticas? Una vez aceptado el Tratado de Maastricht, comprobada la situaci¨®n de la econom¨ªa mundial, que escapa casi enteramente a la voluntad de los Estados, y reconocida tambi¨¦n la fuerza de los grupos de presi¨®n y de las corporaciones, ?en qu¨¦ se diferencian los diversos programas de gobierno? En Francia, el paro ha aumentado tanto con la derecha como con la izquierda, y tanto B¨¦r¨¦govoy como Balladur han seguido una pol¨ªtica de ortodoxia financiera. En estas condiciones, ?no se convierte la pol¨ªtica en comunicaci¨®n m¨¢s que en programa y no est¨¢ determinada la opini¨®n por ella misma m¨¢s que por las situaciones?
Pero esta conclusi¨®n demuestra, sobre todo, que no es necesario acusar a los sondeos, sino reflexionar sobre la crisis actual de opciones pol¨ªticas. No hay nada condenable en que los sondeos tengan un impacto en las intenciones de voto. Cuando votamos por un candidato en la primera vuelta nos gustar¨ªa saber si nuestro voto no impedir¨¢ llegar a la segunda vuelta al candidato que desear¨ªamos que salga finalmente elegido. Uno no vota solamente por s¨ª mismo, sino en funci¨®n del voto de los otros. La situaci¨®n de crisis surge cuando las opciones pol¨ªticas son realmente reducidas. Cierto es que lo han sido a menudo, ya que la pol¨ªtica de ajuste estructural se ha impuesto en el mundo entero, tanto en la izquierda como en la derecha juntas, y que ha habido motivos para hablar de decadencia de las ideolog¨ªas, sobre todo desde 1989 y el derrumbamiento del modelo sovi¨¦tico.
Pero nada demuestra que esta tendencia vaya a durar. Se puede pensar que la izquierda italiana e incluso la francesa se reorganizan o al menos intentan reorganizarse, y que el periodo del triunfo absoluto de las soluciones liberales est¨¢ concluyendo. Los ingleses, que votar¨¢n a favor o en contra de Tony BIairl, no tendr¨¢n la sensaci¨®n de tener una elecci¨®n limitada y confusa, y dudo de que los espa?oles no perciban diferencias entre Gonz¨¢lez y Aznar. Italia, como Francia, aunque por razones diferentes, vive un periodo de confusi¨®n extrema que alcanza en este ¨²timo pa¨ªs un nivel excepcional, ya que en un momento dado se ha llegado a creer que la opci¨®n principal era la elecci¨®n entre los dos candidatos m¨¢s pr¨®ximos entre s¨ª. Cuando esta confusi¨®n y esta desorientaci¨®n hacen acto de presencia, los sondeos, simple fotograf¨ªa y ni siquiera instrumento de predicci¨®n, pueden convertirse en una fuente de influencia y, por consiguiente, puede incluso surgir la tentaci¨®n de utilizarlos conscientemente como un argumento en la campa?a electoral.
Efecto de arrastre
El voto ya no se explica por determinismos sociales masivos, como era el caso en plena sociedad industrial, cuando dominaba la oposici¨®n entre la izquierda y la derecha; pero la opini¨®n no es del todo flexible; no es totalmente modificable por los sondeos igual que no lo es por los rumores. Alcanzamos niveles de reflexividad, como dice Giddens, cada vez m¨¢s elevados, lo cual nos libera de nuestros determinismos. Esto puede volvernos m¨¢s dependientes de los movimientos de opini¨®n, pero tambi¨¦n nos permite a¨²n m¨¢s elegir objetivos prioritarios y que corresponden a convicciones y principios. ?De qu¨¦ depende esta volatilidad o, por el contrario, esta moralizaci¨®n de las opciones pol¨ªticas? La naturaleza de la oferta pol¨ªtica es en gran medida lo que hace que las reivindicaciones sociales sean m¨¢s firmes o m¨¢s cambiantes. Si la pol¨ªtica nos ofrece opciones claras, nuestras opiniones ser¨¢n firmes a su vez; si el universo pol¨ªtico se asemeja al universo comercial, pasaremos de un candidato a otro con la misma facilidad con que cambiamos de lej¨ªa, porque propuestas se parecen mucho y, en este momento, los sondeos dar¨¢n demasiada importancia al bandwagon effect, el efecto de arrastre, que siempre ha existido.
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