Entre el cliente y el elector
No es de ahora. Desde el inicio del r¨¦gimen democr¨¢tico, los sondeos electorales realizados con motivo de las campa?as electorales a cargos representativos forman parte de la vida pol¨ªtica espa?ola. Sectores sociales previamente seleccionados son interrogados acerca de cu¨¢l ser¨¢ su comportamiento pol¨ªtico ante una pr¨®xima convocatoria para ejercer el derecho de sufragio.Las recientes elecciones en Francia e Italia han supuesto un notable varapalo a la fiabilidad de los datos sobre las intenciones de voto. Los desprop¨®sitos de los sondeos una vez contrastados con los resultados han sido flagrantes. En este sentido, varias son las cuestiones a plantearse: ?son sinceros los electores cuando responden al encuestador?; ?el llamado "error de respuesta" al que recurren los profesionales del sondeo es suficiente para cubrir los riegos de un patinazo al predecir la intenci¨®n de voto?; ?puede negarse que muchas encuestas son hechas a gusto del cliente? A las dos primeras preguntas, el pronunciamiento de los electores en los Estados vecinos parece ser concluyente. Por otra parte, no es la primera vez que ocurre, ni tampoco ser¨¢ la ¨²ltima; recu¨¦rdese, por ejemplo, que ya en 1948 todos los institutos de opini¨®n de Estados Unidos daban ganador a Dewey y triunf¨® Truman. A la tercera pregunta, ser¨ªa ingenuo negar que en ocasiones su difusi¨®n obedece a razones de funcionalidad pol¨ªtica, es decir, a objetivos tan diversos como incitar o disuadir del ejercicio del voto en un sentido determinado, inflar o neutralizar expectativas de representaci¨®n pol¨ªtica, atraer o ahuyentar al electorado, etc¨¦tera. Sin embargo, de esta patolog¨ªa no puede concluirse con una descalificaci¨®n de los sondeos de opini¨®n. Antes al contrario, la sociolog¨ªa electoral es un instrumento imprescindible para el conocimiento del comportamiento pol¨ªtico de las sociedades democr¨¢ticas. Pero el sondeo no es un retrato de las motivaciones del elector. Es preciso, por tanto, distanciarse lo suficiente de los estudios de motivaci¨®n para no llamarse a enga?o. Entre otras razones, como exponen los soci¨®logos Cot y Mounier, porque las preguntas de una encuesta predeterminan en gran parte la respuesta; asimismo, no hay que olvidar tampoco que a menudo los sondeos son elaborados m¨¢s en funci¨®n de las preocupaciones pol¨ªticas del personal pol¨ªtico que de las de los propios encuestados. Y, finalmente, afirmar que la motivaci¨®n de un voto futuro es la causa de dicho voto resulta excesivo. A modo de ejemplo: estar sin trabajo no es sin¨®nimo de voto de izquierdas.
A todo lo dicho hay que a?adir que encargar y hacer encuestas en periodo electoral no es algo que pueda hacerse de cualquier manera. El derecho ofrece una respuesta: concretamente, la Ley Electoral, a fin de procurar la objetividad del proceso, exige a los realizadores de una encuesta la publicaci¨®n de los datos que identifican a la entidad autora de la misma, las caracter¨ªsticas t¨¦cnicas del sondeo (sistema de muestreo, tama?o del mismo, margen de error, fecha de realizaci¨®n del trabajo de campo, etc¨¦tera) y el texto ¨ªntegro de las cuestiones planteadas. Se trata de preservar el rigor t¨¦cnico y la transparencia del sondeo y evitar en lo posible la manipulaci¨®n en funci¨®n de los intereses particulares del cliente que encarga la encuesta. Todo ello bajo la tutela de la Junta Electoral Central y, en su caso, de los tribunales de justicia.
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