El retorno de los alucinados
Mil¨¢n dedica la muestra Starship a recordar a los padres de la psicodelia
La psicodelia no ha muerto, la psicodelia est¨¢ m¨¢s viva que nunca. Es la apasionada proclama lanzada en M¨ªl¨¢n por Starship, la iniciativa de un punado de locos, ardientes defensores de la expansi¨®n del conocimiento y de la apertura de la mente.Una cuadrilla de idealistas que no s¨®lo creen en el renacimiento de la psicodelia hist¨®rica, sino que est¨¢n convencidos de que esta filosof¨ªa y utop¨ªa de vida ha alcanzado un nivel especulativo, util¨ªsimo para comprender y resolver los grandes problemas de la humanidad de hoy. Y los sig-. nos plausibles de esta convicci¨®n se pueden comprobar sobre todo en Am¨¦rica, donde naci¨® y est¨¢ creciendo una nueva generaci¨®n psicod¨¦lica de te¨®ricos, estudiosos, m¨²sicos, artistas y seguidores de la palabra expandida, actualizada con la presencia de la iniform¨¢tica y de otras drogas sint¨¦ticas y naturales. Y sobre todo, de una renovada consciencia de la necesitad de salir de los compartimentos demasiado estrechos del mundo y de las costumbres actuales para conquistar nuevos niveles de creatividad, nuevos valores y, por tanto, renovadas esperanzas.
El nombre de la muestra, Starship, ha sido tomado de los Jefferson Starship, la segunda reencarnaci¨®n en 1974 de los Jefferson Airplane, uno de los grupos legendarios de la psicodelia rock, junto a los Grateful Dead. Los promotores de la muestra milanesa han elaborado un amplio programa de actos que durar¨¢n el 8 de julio. Entre las citas m¨¢s interesantes, un peque?o f¨¦stival de cine psicod¨¦lico desde Zabriskie point a Easy rider, The trip, Fillmore, Monterrey, hasta el filme de culto Even cowgirls get de blues, de Gus van Sant, con Uma Thurman como protagonista, basado en el libro de Tim Robbins. Y despu¨¦s, documentales raros sobre los acid-test, rodados por Ken Kesey con Neal Cassady, los Grateful Dead y toda la escena californiana en el San Francisco de 1966. Los organizadores de Starship son un grupo de fervientes ap¨®stoles de la psicodelia de ayer y de hoy, como Andrea Zingoni, Claudio Rocchi y, sobre todo, Franco Bolelli, escritor y music¨®logo. Con la debida precisi¨®n de que las drogas personales de Bolelli son el capuchino y las galletas de chocolate. En la apertura de la muestra ha participado Albert Hoffmann, el inventor y ex¨¦geta del LSD, que mantiene plena lucidez a sus 89 a?os. Hoffman considera injusta la persecuci¨®n que ha sufrido el LSd, la droga de culto del movimiento hippy, "porque es producto de sustancias vegetales, de principios activos que ya estaban en la naturaleza mucho antes de que el hombre comenzara a utilizarlas como medicamento".
Ayer martes la Starship estuvo dedicada a los Grateful Dead, la banda psicod¨¦lica por excelencia. A pesar de la mala salud de Jerry Garc¨ªa, los Dead contin¨²an dando conciertos, cerca de 100 o 200 al a?o. Y ahora est¨¢n grabando un nuevo ¨¢lbum el primero despu¨¦s de cinco a?os tras aquel doble Net to net y algunas grabaciones de Garc¨ªa con su propia banda el¨¦ctrica. La otra gran banda, los Jefferson Airplane, parecen definitivamente disueltos tras el malogrado reencuentro de 1989. Pero en compensaci¨®n han vuelto sus herederos, los Hot Tuna, desintoxicados y saludables.
El secreto de su extraordinaria resistencia es, sobre todo, la amistad indisoluble que liga desde ni?os a Jorma Kaukonen y Jack Casady, y el amor por la gran m¨²sica americana de los pioneros.
La ¨²ltima reencarnaci¨®n de los Hot Tuna, resucitados en 1987 despu¨¦s de un largo periodo de silencio, es un cuarteto que ha realizado con ¨¦xito una breve gira por Italia. En el Teatro Nacional de Mil¨¢n, Kaukonen, Casady y sus compa?eros parec¨ªan llegados de uno de aquellos salones vistos en tantos westerns. Los Tuna son, adem¨¢s de Kaukonen y Casady, Pete Sears, antiguo componente de los Jefferson Starship, y Michael Falzarano.
Es un placer o¨ªr a estos hombres que han superado la cincuentena. Excepcionales virtuosos de la humildad y de la m¨²sica popular, los Hot Tuna recorren de nuevo como buscadores de oro los senderos arquet¨ªpicos del folk y del blues, entre cantos sacros y profanos, ecos del honky-tonky y el ragtime. Es fant¨¢stico escuchar la voz nasal de Kaukonen mientras domina la guitarra con la autoridad de un fuera de serie. Casady lo cuida con una sinton¨ªa perfecta, pero tambi¨¦n Sears garantiza las aperturas de soul-blues. En suma, tres adorables vejetes.
EL PA?S / La Repubblica
Babelia
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