Sangre de escenario
Creo que alguna vez ha dicho Fern¨¢n G¨®mez que le resulta excesivamente fatigoso hacer teatro; y no lo hace, al menos en apariencia, aunque en las arterias, a veces complej¨ªsimas, de sus pel¨ªculas no es dif¨ªcil deducir que sigue inyectando- en ellas, como una fatalidad, sangre y polvo de escena. Sin embargo, es l¨¢stima que mucha gente, sobre todo de poca edad, no haya podido comtemplar -son t¨ªtulos trae de golpe la memoria de quien tuvo el privilegio de verle cargar de electricidad e inteligencia un escenar¨ªo- qu¨¦ hizo en La sonata a Kreutzer o El pensamiento. Haber estado all¨ª es llevar dentro lo inolvidable en estado puro.Aquellos portentos dejan hoy ver tras ellos otro portento: el que a veces es su cine, el que dirige y el que interpreta, y que rompe la est¨²pida l¨ªnea de demarcaci¨®n que alguna gente de celuloide (probablemente como coartada de su incapacidad para hacer teatro) o alg¨²n cin¨¦filo trasnochado, traza entre pantalla y escenario. El viaje, a ninguna parte, una cumbre del cine espa?ol, funde con fuerza ambas pasiones y eleva, el esfuerzo del c¨®mico a miseria sublime, a conversi¨®n del barro en oro, milagro alqu¨ªmico, que s¨®lo han alcanzado un pu?ado de pr¨ªncipes del oficio de representar, mediante la singularidad de los suyos, los comportamientos de todos los hombres, el explosivo ejercicio de b¨²squeda de lo universal a trav¨¦s de la piel de la individualidad, que convierte a Fern¨¢n G¨®mez en una de las poqu¨ªsimas personas indispensables para entender qu¨¦ hay bajo el suelo que pisamos.
Con El viaje a ninguna parte, El extra?o viaje, La vida por delante, La vida alrededor y otras, pel¨ªculas de gran calado, la obra cinematogr¨¢fica de Fern¨¢n G¨®mez es u?a de las m¨¢s vigorosas y penetrantes incursiones que una c¨¢mara ha hecho en los subterr¨¢neos de la vida contempor¨¢nea espa?ola. Sus pel¨ªculas son m¨¢s que cine, como ¨¦l es m¨¢s que actor o que guionista y director. Su simple presencia enuncia, absorbe y al mismo tiempo irradia, una forma de idear, de mirar, de decir, de ser, que es parte de nuestra manera de entendemos y de adivinar un poco quienes somos. De ah¨ª que la imagen que expulsa hacia nosotros su aspecto cansado, esc¨¦ptico y eternamente al borde de la apat¨ªa, se invierta y genere energ¨ªa, calor solidaria, la sensaci¨®n de insustituible que desprenden en forma de luz algunas, muy pocas, poderosas identidades oscuras.
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