El salvavidas de los artistas
El neur¨®logo Alberto Portera, homenajeado por las gentes de la cultura
Como ¨¦l ha homenajeado a tanta tanta gente y de tantas maneras, la convocatoria de Esperanza Parada y un buen n¨²mero de artistas pl¨¢sticos de primera fila a la cena sorpresa para el doctor Alberto Portera fue un ¨¦xito. En el Casino de Madrid estaban anteayer casi todos los personajes del mundo de la cultura que han tenido la suerte de frecuentar Mataborricos, su casa de campo, casa abierta los domingos y, por tanto, sistem¨¢ticamente invadida por personajes de todas las artes.Alberto Portera es un individuo contradictorio y complejo; como comentan los que le conocen bien, es "el encuentro entre la alta tecnolog¨ªa y el Arag¨®n profundo". Es el primer neur¨®logo de este pa¨ªs -jefe de su ¨¢rea en el Doce de Octubre y en la cl¨ªnica Ruber- y uno de los expertos del comit¨¦ ejecutivo de neurolog¨ªa de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud. Su especialidad, que est¨¢ en los entresijos f¨ªsicos de la mente, le da una peculiar cordialidad con los males y con los bienes humanos: conoce a la gente y sus mecanismos, y ese talante tan aragon¨¦s, aparentemente tosco, que habla de la vida y de la muerte y del sexo sin tapujos ni tab¨²es, le defiende del dolor solidario frente a la enfermedad y la desgracia que ocupan su vida profesional. Si muchos de los artistas y amigos que acudieron al Casino el jueves tienen una historia que contar sobre su sabidur¨ªa m¨¦dica -Chillida, por ejemplo; o el ex presidente del Gobierno Leopoldo Calvo Sotelo; o el ministro Solana, o Pedro La¨ªn, en fin, todos los que le consultan sus males-, la mayor¨ªa de ellos ha ido a ver a Portera por su sabidur¨ªa art¨ªstica. Es el m¨¦dico de los pintores porque es su gran amigo, y porque o¨ªrle hablar de pintura es un placer poco com¨²n.
Aragon¨¦s como los Labordeta o los Saura, se relacion¨® desde el comienzo con el grupo El Paso y eso significa mencionar entre sus amigos a Manolo Millares, a Mart¨ªn Chirino, a Eduardo Chillida... y a todo el mundo, pr¨®ximo o disidente, de aquel movimiento: a Fernando Z¨®bel, a Mompl¨®, a Bonifacio, a Antonio L¨®pez, a Lucio Mu?oz, a Sempere. Y a Juana Mord¨®, que desde los a?os 60 a los 80 rein¨® en el mundo del arte de Madrid, y a Elvira Gonz¨¢lez, que reina ya en el de los 90. Y, por supuesto, a Carlos Saura. Y al Grupo 15 y a Pepe Aiy¨®n, que tampoco falt¨®.
Pero Mataborricos -que fue construida por Antonio Fem¨¢ndez Alba- y sus domingos abiertos no podr¨ªan existir sin Catherine Portera, su mujer, sobrina nieta del general De Gaulle, y sin sus hijos. Manuel, el mayor, es un estupendo pintor, y Carlos, el peque?o, es una promesa de la medicina. Mataborricos sigui¨® con los j¨®venes: con los Maya -Jer¨®nimo le dedic¨® una exposici¨®n hace cuatro a?os; Antonio es tambi¨¦n del Club Portera-, con Ant¨®n Lamazares, a quien hizo en sus jardines una exposici¨®n completamente Cobra, como le hizo una fiesta a Julio Leparc, en la que estaba Julio Cort¨¢zar, que conoc¨ªa bien esa casa porque tambi¨¦n caben, con los pl¨¢sticos, los escritores - Carlos Bouso?o- y los m¨²sicos -de Halffter a Jos¨¦ Menese, que cant¨® en su honor en la cena del Casino- y los hombres del cine.
De las muchas historias contadas en el homenaje, Alberto Portera record¨® c¨®mo acompa?ando a Kathy Hutin enterr¨® a Jacqueline Picasso, su madre, encima del gran pintor, inseparables para siempre en la tumba coronada por una escultura del artista, y c¨®mo mor¨ªa feliz la coquet¨ªsima Juana Mord¨® cuando le cont¨® que, aprovechando la operaci¨®n, hab¨ªan dejado sus pechos y su cara como, de 20 a?os. Y es que en ese sal¨®n que da a la Gran V¨ªa no s¨®lo est¨¢bamos los vivos: tambi¨¦n estaban los fantasmas, queridos fantasmas.
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