Chendo zanj¨® la cuesti¨®n
El Madrid careci¨® de eficacia ante la defensa al hombre del Valladolid
En un acto de justicia social, el f¨²tbol fue solidario con la base. Chendo, el goleador m¨¢s improbable del Madrid, entreg¨® la victoria a su equipo. Su gol, que puede ser decisivo en la conquista del t¨ªtulo, estuvo cortado a la manera del lateral, que lleg¨® con vehemencia al ¨¢rea marc¨® con un aire belaustiano: la intercepci¨®n con el pecho y el remate duro y cruzado. Es el tercer gol en la carrera de Chendo, un futbolista honorable que ha vivido toda su vida al otro lado del tel¨®n de la fama. Esta vez, Chendo sali¨® al escenario. Un acto de justicia social.Convertido en un ejercicio de pim, pam, pum, el partido puso a prueba el estado del Madrid. Se encontr¨® con un equipo singular, a la vista del extra?o entramado del Valladolid. En un viaje al pasado m¨¢s mediocre del f¨²tbol espa?ol, el Valladolid se acogi¨® a la f¨®rmula de la persecucion. Cada jugador vigil¨® a un madridista, y lo hizo a conciencia. El partido se llen¨® de universos particulares. Cuaresma, por decir uno, sigui¨® a Laudrup y se olvid¨® del mundo. Su horizonte se acab¨® en el dan¨¦s, sometido el defensor al triste oficio de carcelero. Todas esas cosas que interesan a los futbolistas -la pelota, el juego, la excitaci¨®n-, le estuvieron prohibidas a Cuaresma y a todos los dem¨¢s defensores del Valladolid, que fueron todos. Todos llevaban apuntado en su cuaderno el nombre de su vigilado. Si el vigilado se iba a la ducha, el defensor tambi¨¦n, no fuera a marcar desde el vestuario.
La respuesta del Madrid fue desigual. En sus mejores momentos, se agolp¨® frente a la porter¨ªa de Gonz¨¢lez, entre los uys, los oes y los aes. Eso fue muy evidente mediado el primer tiempo, cuando una sucesi¨®n de cargas madridistas se concret¨® en todas las variantes del mano a mano frente al portero. Mart¨ªn V¨¢zquez lleg¨® tirando paredes y lanz¨® al palo; Laudrup apareci¨® por detr¨¢s, pero levant¨® demasiado la pelota; Zamorano fusil¨®. Tampoco: apareci¨® el corpach¨® de Gonz¨¢lez. Toda la descarga en dos minutos, con la gente congestionada por la emoci¨®n y los fallos. Esos fueron los picos del partido. El Madrid se abalanzaba sobre su rival y lo acogotaba en el ¨¢rea. La otra cara era la de un equipo que sufr¨ªa para marcar y que perd¨ªa la orientaci¨®n en otros momentos del encuentro, hasta el punto de asustar a su hinchada, que vigil¨® con sufrimiento la estrechez del resultado.Los problemas del Madrid fueron de punter¨ªa y elecci¨®n. De alguna manera, todo el equipo estuvo representado por Mart¨ªn V¨¢zquez, que jug¨® el papel de Jekyll y Hyde durante todo el partido. M¨¢s que eso: se desdobl¨® en cada jugada. Su jugada tipo se iniciaba con un lujo y se acababa con un error. Mart¨ªn V¨¢zquez recog¨ªa con el tac¨®n o tiraba un ca?o o fintaba con elegancia. Ese era Jekyll, que inmediatamente se transmutaba en el truculento Hyde: el paso malo, el remate defectuoso, el ornamento innecesario. El p¨²blico se com¨ªa los pu?os, sometido a la esquizofrenia. Pasaba del arrebato a la desolaci¨®n en dos segundos. Aquello era un gallinero. Naturalmente la gente se puso de acuerdo al final. Decidi¨® tomarla con Mart¨ªn V¨¢zquez, como es costumbre.Mart¨ªn V¨¢zquez s¨®lo fue el reflejo del equipo. En su caso, las virtudes y los defectos est¨¢n m¨¢s remarcados, pero su actuaci¨®n represent¨® muy bien las luces y las sombra del Madrid, que vive su actual situaci¨®n con demasiado dramatismo. Le pesa la angustia, el deseo y el inconsciente. Detr¨¢s de este equipo est¨¢n varios a?os de frustraciones, de ca¨ªdas irremediables. El peso de la memoria se ha instalado en el equipo, que ahora maneja con demasiadas dificultades su condici¨®n de campe¨®n in pectore. Sin embargo, hay algunos que parecen inmunes al virus de la ansiedad. El caso m¨¢s evidente es el de Sanchis, que volvi¨® a ofrecer su habitual demostraci¨®n en el centro, de la defensa.
Mientras el Madrid cavilaba sobre la forma de derribar al Valladolid, el partido qued¨® libre para alguien con decisi¨®n. ?Zamorano? ?Amavisca?. Ellos tambi¨¦n daban un tono sufriente a sus remates, as¨ª que lleg¨® Chendo y zanj¨® la cuesti¨®n. Lo hizo de manera terminante, como es su car¨¢cter. Lleg¨® como un tren al despeje Belodedici, se acomod¨® la pelota con el pecho, como se espera en un defensa racial, y cruz¨® un remate incontestable. Esta parte final de la jugada no figuraba en el gui¨®n, pero a veces el f¨²tbol es agradecido con la base.
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