La plaza, boca abajo
, Una muestra del toreo bueno le bast¨® a Enrique Ponce para poner plaza boca abajo. La puso boca ajo y as¨ª la dej¨®, hasta que llegue alguien capaz de ponerla otra boca arriba. Dificil ser¨¢, pues la mayor parte del escalaf¨®n no est¨¢ por la labor de practicar el toreo bueno: si acaso, derechazos fuera-cacho con el pico, siempre el toro sea tonto de baba, y gracias. Ahora bien, en tocante a declaraciones, todos son Castelar. Se ponen a hablar y no paran; siempre de s¨ª mismos, naturalmente para bien. Son Castelar cuando se ed¨® sin abuela. "He demostrado mi calidad"; "El p¨²blico se ha dado perfecta cuenta de mi val¨ªa"; "El toro ten¨ªa un peligro sordo"; "El toro me miraba"; "El toro me quer¨ªa hacer un hijo de piedra...".Estas declaraciones, algunas tal al se citan y otras aproximadas, son habituales en la mayor parte los diestros una vez han conclu¨ªdo, su tarea de pegar derechaos fuera-cacho con el pico, da igual que el toro fuera un barrab¨¢s o un santo var¨®n.
El propio fen¨®meno que puso a plaza boca abajo con s¨®lo una muestra del toreo bueno, tampoco se queda corto: "Torear los toros de Samuel es un gesto", dijo, y se qued¨® tan ancho. Ciertos toreros no tienen ni abuela ni sentido de la medida. Pudo verse a la hora de la verdad, sin embargo, que torear un Samuel no era, precisamente, a batalla de Trafalgar. El primer Samuel que le sali¨® a Enrique Ponce, inv¨¢lido y con cierta novillez en el aspecto, desarroll¨® una nobleza excepcional y pudo torearlo a placer, sin que el placentero toreo comportara sufrimientos ni inquietudes de ninguna especie. Lo hizo, primero, fuera de cacho. El fuera-cacho forma parte del estilo torero de Enrique Ponce, para quien los c¨¢nones cl¨¢sicos de cruzarse con el toro, traerlo toreado de delante y luego cargarle la suerte, no encajan en su concepci¨®n modernista de la tauromaquia. Y al p¨²blico no pareci¨® importarle en absoluto. Antes bien debi¨® agradarle sobremanera, porque le coreaba ol¨¦s estruendosos y prorrump¨ªa en ovaciones encendidas. Curiosamente Ortega Cano hab¨ªa toreado al primero de la tarde con igual alivio -e incluso mejor armon¨ªa- y le abroncaban. Un extra?o trato discriminatorio se advert¨ªa en el respetable p¨²blico de Las Ventas.
La faena de Enrique Ponce fue a m¨¢s, y aqu¨ª estuvo el intr¨ªngulis del toreo bueno. Faenas a m¨¢s resultan las bien constru¨ªdas. La ¨²nica vez que se ech¨® la muleta a la izquierda lig¨® dos naturales buenos, la nueva tanda de redondos ya result¨® ajustada y reunida, en los pases de pecho estuvo sencillamente soberbio, hubo un cambio de mano por delante de aut¨¦ntico primor y los ayudados por bajo finales poseyeron la hondura caracter¨ªstica del toreo conjuntado y macizado -que dec¨ªa el maestro Pepe Luis-
El sentido com¨²n se pregunta, no obstante, a qu¨¦ vienen los ayudados por bajo en las postrimer¨ªas de la faena a un toro que ya est¨¢, dominado, que es de pastue?a condici¨®n y que le aqueja perniciosa invalidez. Los ayudados por bajo fueron concebidos por los padres de la tauromaquia para todo lo contrario: para ahormar los toros poderosos, los de bronquedad manifiesta, los rebeldes o avisados. Claro que eso ocurr¨ªa cuando hab¨ªa toros y tauromaquia y l¨®gica. En el tiempo presente, empero, la t¨¦cnica torera consiste en tres o cuatro pases -que se administran al buen tun-t¨²n; es posible instrumentar largas faenas aunque no haya toro, y se conceden orejas por un vulgar pinchazo trasero completado con siniestras ruedas de peones y a otra cosa, cual fue el caso.
La torer¨ªa de Enrique Ponce recreci¨® al recibir al sexto de la tarde. Antes, en el cuarto, Ortega Cano hab¨ªa pasado siete minutos de reloj pegando derechazos, dubitativo, desconfiado, aparentemente insensible a los abucheos que le dedicaba el p¨²blico. Lleg¨® a ser pat¨¦tico. Armillita hab¨ªa desaprovechado la nobleza del segundo toro con una faenita ligera, y al buey de carreta que sali¨® en quito lugar, lo ali?¨® seg¨²n conven¨ªa. Visto el panorama, las esperanzas estaban puestas en Ponce...
Y Ponce colm¨® esas esperanzas ech¨¢ndole el capote abajo al manso huidizo, embraguet¨¢ndose en dos ver¨®nicas y una larga, que volvieron a poner la plaza boca abajo. La muestra del toreo bueno al canzaba en estos lances su m¨¢xima expresi¨®n. La faena de muleta volvi¨® a ser casi toda por la derecha, ventajista hasta al citar el derechazo de frente, sufri¨® dos desarmes... Pero el p¨²blico estaba entregado a Ponce y le proclamaba figura principal del toreo. Seguramente con toda la raz¨®n. Por que uno mira por ah¨ª y no ve quien tenga suficiente ambici¨®n y torer¨ªa para disputarle el puesto.
Babelia
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