Preguntas sobre o un virus
El mundo asiste horrorizado a una cat¨¢strofe natural, esta vez una epidemia causada por un virus cuyos efectos son fulminantes y espantosos, aunque por el momento su capacidad de propagarse es menor que muchos otros agentes pat¨®genos conocidos; nadie est¨¢, sin embargo, en condiciones de garantizar que esa dificultad de propagaci¨®n se mantenga indefinidamente. Son los destrozos que produce antes de matar a las personas infectadas, y la ausencia de cualquier remedio conocido al progreso de la enfermedad, lo que nos lo hace especialmente horrendo; a¨²n cuando otras epidemias sean m¨¢s mort¨ªferas, como el sida y, sobre todo la malaria, causa de m¨¢s v¨ªctimas que las otras dos juntas.No pienso yo que estemos ante un castigo divino por supuestos pecados, que, en todo caso, no habr¨ªan cometido las v¨ªctimas del virus; ni tampoco que sea una respuesta de la naturaleza a las agresiones de los humanos. Si ¨¦stas son ciertas, no lo es esa especie de personalizaci¨®n que hace del mundo natural un trasunto de nosotros mismos, con su capacidad para el bien y el mal, la venganza o el premio.
La naturaleza se rige por leyes objetivas, sin finalidad, y las catastr¨®fes naturales, incluyendo las causadas por organismos vivos, son una parte de ese mundo natural, algo que afecta a todas las especies y cuya presencia en nuestro planeta data desde mucho antes que apareciera la especie humana. Justamente, lo que nos distingue del resto de los seres vivos es nuestra capacidad para oponernos a la l¨®gica ciega de lo natural, o para prevenir y evitar sus efectos nocivos; para superar, mediante el ejercicio de la raz¨®n, la pasividad ante lo que las fuerzas naturales nos deparan. El pensamiento ecologista que propone limitar la acci¨®n del hombre para no comprometer ciertos equilibrios esenciales para la supervivencia de nuestra especie o de otras especies, es tambi¨¦n consecuencia del pensamiento racional y no de la l¨®gica de lo natural, ajena a ese tipo de consideraciones.
Pero lo que s¨ª depende de nosotros, de nuestra organizaci¨®n social, es la eficacia con la que somos capaces de aplicar los medios y conocimientos disponibles ante eventualidades como el despertar del Ebola. Es significativo comparar los estragos que producen esos mismos fen¨®menos en el mundo desarrollado y en el mundo de los pa¨ªses pobres. Y desalentador el grado de indefensi¨®n relativa en que se encuentra la enorme poblaci¨®n que vive en esos pa¨ªses. Est¨¢ claro que huracanes, inundaciones, terremotos o epidemias, pueden golpear en cualquier parte, pero resulta igualmente claro que los perjuicios que ocasionan no son iguales. Incluso el sida, tenido a veces como enfermedad del primer mundo, es hoy una epidemia que se propaga de modo imparable en vastas regiones de ?frica, mientras que se registra una cierta contenci¨®n en Occidente. El Ebola es un diab¨®lico microorganismo, pero su extensi¨®n puede combatirse, y si algo resalta de las informaciones que nos llegan de Zaire en estos d¨ªas es la dificultad para tomar medidas eficaces contra la plaga en un entorno de pobreza absoluta, de desorganizaci¨®n social y de falta de educaci¨®n generalizada, entre otras carencias. Las poblaciones que tienen la desgracia de vivir en esas regiones est¨¢n demasiado postradas, presas de la pobreza y de la ignorancia, como para superar sin ayuda ese estado de cosas.
Ahora se trata de contener el Ebola, de combatir la malaria, el sida y la interminable relaci¨®n de desgracias ya conocidas. Muchas de las preguntas que uno puede farmularse a prop¨®sito del Ebola ser¨¢n contestadas, m¨¢s vale pronto que tarde por los cient¨ªficos, pero otras son de otro orden. ?Cu¨¢ndo ser¨¢ tarea prioritaria cambiar las cosas, de modo que la incidencia de calamidades naturales sea la m¨ªnima en cada momento? Tarea de todos, sobre todo de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados, que poseen los medios para transformar la situaci¨®n; sin olvidar a los gobernantes y a las clases dirigentes locales, enfangadas en los tribalismos, la desidia o la corrupci¨®n que contribuyen a mantener el caos en que todos los Ebolas imaginables hacen presa con facilidad.
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