Un torero no trabaja
Ben¨ªtez / V¨¢zquez, Cepeda, S¨¢nchezCuatro toros de Jos¨¦ Benitez Cubero (uno devuelto por inv¨¢lido), escasos de trap¨ªo e inv¨¢lidos; 6? impresentable. Dos de Hermanos Ben¨ªtez Cubero, 1? discreto de presencia e inv¨¢lido, 4? con cuajo, flojo. 3? sobrero de Palomo Linares, con trap¨ªo, manso, noble. Pepe Luis V¨¢zquez: media atravesada, rueda de peones, ocho descabellos -aviso- y tres descabellos (silencio); pinchazo, estocada corta atravesada y 14 descabellos (bronca). Fernando Cepeda: pinchazo hondo tendido (silencio); cuatro pinchazos -aviso- y estocada perpendicular ladeada (silencio). Jos¨¦ Ignacio S¨¢nchez: tres pinchazos traser¨ªsimos, tres pinchazos bajos -aviso- y estocada ladeadea (aplausos y tambi¨¦n algunos pitos cuando saluda); tres pinchazos, rueda de peones, dos pinchazos m¨¢s y estocada trasera; se le perdon¨® un aviso (aplausos). Plaza de Las Ventas, 25 de mayo, 13, corrida de feria. Lleno.
El p¨²blico sali¨® muy enfadado con Pepe Luis V¨¢zquez porque no hab¨ªa querido trabajar. Ignora el p¨²blico que un torero no trabaja. Un torero es un caballero y est¨¢ mundialmente aceptado que los caballeros no trabajan. Los caballeros ni trabajan ni se visten de marr¨®n. De tabaco y oro, en cambio, s¨ª est¨¢ permitido.
Pepe Luis V¨¢zquez tante¨® con la derecha al cuarto toro, prob¨®n y de media arrancada, lo tante¨® con la izquierda, y pues ninguno de los dos ensayos obtuvo la embestida franca deseable, cort¨® el trasteo, entr¨® a matar, descabell¨® a la ¨²ltima, que fue la l4?. Le dijeron de todo por eso. Al primero de la tarde le instrument¨® tres redondos y un pase de la firma como el que no quiere la cosa, y gran parte del p¨²blico no sab¨ªa si aplaudir o protestar. "No se esfuerza" se quejaban algunos en el tendido; "Viene sin gana", remacharon otros m¨¢s all¨¢.
El sentido laboral del toreo es de nueva concepci¨®n. Se trata de un modernismo propio de la posguerra, generado por el Fuero del Trabajo. Jos¨¦ Antonio Gir¨®n de Velasco, ministro del ramo a la saz¨®n en aquellos tiempos, tuvo mucho que ver. El Opus Dei y P¨ªo XII tambi¨¦n incurrieron en responsabilidad, con aquel discutible mensaje de que el trabajo dignifica al hombre.
No se quiere decir que el Opus, el papa, Gir¨®n, el Fuero y las universidades laborales influyeran en el toreo, por supuesto, mas a los hechos nos remitimos. Y los hechos revelan que, antes de la guerra, un torero no quer¨ªa ser un trabajador por nada del mundo. Ven¨ªan los toreros antiguos de las necesidad, naturalmente de clase baja, y si abrazaban ese oficio exclusivo y peligroso era con la ambici¨®n de obtener una fortuna o, cuando menos, recibir trato de caballero. Ni hambres ni plebeyez; en ning¨²n caso, nunca jam¨¢s.
De ah¨ª que si a un torero le llamaban trabajador, le sentara como si le hubiesen mencionado a la madre. Generalmente no se produc¨ªa semejante ofensa, pues ya se encargaba el torero de proclamar su torer¨ªa mediante el porte solemne, el valor sereno, la majeza en la interpretaci¨®n de las suertes. El p¨²blico, a su vez, agradec¨ªa que el torero contribuyera a ennoblecer la fiesta, resolviendo con dignidad los duros lances de la lidia.
Un torero pegando risotadas o arrastrando las zapatillas por el redondel a estilo ga?¨¢n; un torero componiendo posturas aflamencadas delante de un toro moribundo ; un torero empe?ado en darle cien pases a ese toro a despecho de las protestas de la afici¨®n; un torero, en fin, que convirtiera el arte de torear en puro destajo, aquel p¨²blico antiguo le hubiera echado de la plaza.
El p¨²blico actual, por el contrario, se lo consiente, y hasta lo alaba. El p¨²blico actual dice de toreros as¨ª que traen la revoluci¨®n, que deslumbra su personalidad, que est¨¢n dotados de maestr¨ªa, que poseen una mu?eca prodigiosa, que son profesionales, que menudo m¨¦rito tiene sacarle pases a un toro en plena agon¨ªa. El p¨²blico actual premia con mayor entusiasmo la horterada, que el p¨²blico antiguo la torer¨ªa y el arte. Fernando Cepeda fue, en esta corrida, de los que azacanean derechazos a los toros moribunos y se eterniz¨® en el empe?o, sin ning¨²n rubor. Jos¨¦ Ignacio S¨¢nchez hizo igual en el sexto, contradiciendo su condici¨®n de torero ¨ªntegro que hab¨ªa demostrado en el tercero, embarc¨¢ndole naturales y redondos con ajuste y templanza, en estricta ejecuci¨®n de los c¨¢nones.
Protestaban los aficionados. Protestaban esta traici¨®n a la dignidad torera, que se un¨ªa a la vergonzosa presentaci¨®n de la corrida, a la pasividad del presidente autorizando la lidia de unas reses anovilladas e inv¨¢lidas. La fiesta era un puro desprop¨®sito.
Todos, salvo la rara vez que hubo toreo. Por ejemplo, cuando Pepe Luis V¨¢zquez, molestado por un ventarr¨®n que le imped¨ªa manejar la muleta, lig¨® tres redondos y el pase de la firma, interpretados con torer¨ªa profunda y naturalidad excelsa; y ah¨ª qued¨® eso. Supo a poco y muchos se lo reporcharon: "No quiere trabajar" dec¨ªan. Trabajar un torero: qu¨¦ ordinariez.
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