Noche arrolladora
StiffelioDe Piave y Verdi. Int¨¦rpretes:
P. Domingo, V. Villarroel, C. ?lvarez, W. Fraccaro, G. E. Crasnaru,
E. S¨¢nchez y T. Gonz¨¢lez. Direcci¨®n musical: A. Tamayo. Escenarios,
figurines y direcci¨®n esc¨¦nica: P. L. Pizzi Coro: A. Fauro. Teatro de la
Zarzuela. Madrid, 26 de mayo.
Hace un cuarto de siglo que Pl¨¢cido Domingo cant¨®, por vez, primera, en el teatro de la Zarzuela y este madrile?o, en uni¨®n de todos sus paisanos y convecinos, celebran el acontecimiento por partida doble: anoche con un Stiffelio del que Domingo sali¨® triunfador tras la suspensi¨®n de hace tres, d¨ªas a causa de una afecci¨®n gripal; hoy, con un concierto que le dedican 18 j¨®venes y ya prestigiosos cantantes con la Orquesta Sinf¨®nica dirigida por Tamayo y Roa.
Stiffelio, para la fecha en que nace, es un t¨ªtulo algo colateral con la gran producci¨®n verdiana. Andaba el genio de Parma metido de lleno en Rigoletto que deb¨ªa ser, como fue, un emblema de su doble invenci¨®n: la musical y la esc¨¦nica. Se cruz¨®, entonces, el proyecto de Stiffelio, basado en una novela de ?mile Souvestre, publicada en 1831, algunos de cuyos fragmentos se incluyen traducidos en el programa de mano de la Zarzuela. El autor y Eug¨¦ne Bourgois la llevaron a la escena; Gustavo Vestri la verti¨® al italiano y al fin, Francesco Mar¨ªa Piave confeccion¨® para Verdi el libreto, calificado por Miragoli como "uno de sus mayores delitos po¨¦ticos".
?mbito dram¨¢tico
Otro dato curioso es que Stiffelio es una de las muy pocas ¨®peras. verdianas no conocidas en Madrid, aunque una vez transformada por su autor en Aroldo subi¨® a la escena del Real en 1869. Dejando de lado todo el anecdotario -intervenciones de la censura, habituales discusiones con el libretista y regular aceptaci¨®n por parte del p¨²blico-, lo cierto es que ni Stiffelio es desde?able, ni la dise?¨® el mismo Verdi. Bien se comprob¨¦ anoche a trav¨¦s de ese fort¨ªsimo primer acto -precedido por una obertura muy desigual- y todav¨ªa m¨¢s, en el excelente bloque formado por los otros tres actos, en los que la belleza de la personal¨ªsima mel¨®dica de Verdi alterna con aut¨¦nticos hallazgos instrumentales, todo ello dentro de un ¨¢mbito dram¨¢tico que palpita ya en la misma m¨²sica.
Verdaderamente la obra no es la m¨¢s adecuada para un cantante reci¨¦n salido de una indisposici¨®n, pero las dotes y el saber de Pl¨¢cido Domingo, la pasi¨®n de su l¨ªnea expresiva que es la misma pasi¨®n de la ¨®pera encarnada en los divos y de ah¨ª su protagonismo, entusiasmaron al p¨²blico y el triunfo fue total, arrollador. No estuvo solo nuestro gran tenor: le dio respuesta admirable y de raro poder atractivo la soprano chilena Ver¨®nica Villarroel, d¨¦ acentos acusadamente emotivos y de un lirismo que, cuando conviene, se torna tr¨¢gico. Al canz¨® un nuevo y relevante ¨¦xito el bar¨ªtono malague?o Carlos ?lvarez, de tan hermoso y noble timbre como flexibilidad temperamental. El resto del reparto, el coro y la orquesta titulares re dondearon una versi¨®n que acre dita a Arturo Tamayo como un firme valor en el arte de la direcci¨®n oper¨ªstica.
La efectiva escenograf¨ªa, las luces, los figurines y la regie de Pier Luigi Pizzi nos dijeron lo que ya sabemos: la importancia de poseer talento, antes incluso que crecidos presupuestos. La recuperaci¨®n de este eslab¨®n casi perdido en, la obra de Verdi se alza como algo m¨¢s que un capitulo interesante: ha sido una las mejores noches de la actual temporada de la Zarzuela.
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