El vuelco y el bolero de Ravel
Sea cual sea el resultado de las elecciones todo hace pensar que el 28 de mayo aparecer¨¢ un nuevo panorama pol¨ªtico espa?ol. Da la sensaci¨®n de que una combinaci¨®n entre el sistema electoral y la actuaci¨®n err¨¢tica de los partidos nos condena en Espa?a a que los cambios se produzcan con extraordinaria lentitud pero, cuando tienen lugar, consistan en un vuelco.La situaci¨®n reproduce con muy importantes puntos de semejanza una experiencia ya conocida del pueblo espa?ol, la de 1982, que llev¨® al poder al PSOE. Como entonces existe la sensaci¨®n de que no hay dos contendientes sobre la arena pol¨ªtica sino tan s¨®lo uno; el otro parece m¨¢s bien empe?ado en golpearse a s¨ª mismo. Casi todo lo que ha hecho el PSOE en esta campa?a es -o parece ser- marruller¨ªa, lo que, a fin de cuentas, viene a ser id¨¦ntico. Es lamentable que quienes hubieran debido servir para que cambiara su imagen y su pr¨¢ctica en su forma de actuar no resulten ahora otra cosa que la radicalizaci¨®n de sus m¨¢s evidentes vicios. En junio de 1993 se concedi¨® una ¨²ltima oportunidad a Felipe Gonz¨¢lez, pero con la perspectiva de los dos a?os transcurridos se ha demostrado que, por cobard¨ªa, impotencia o acumulaci¨®n de pecados previos, no ha sido capaz de llevarla a cabo. La renovaci¨®n ni siquiera est¨¢ ya sobre el tapete y la ¨²nica esperanza reside en los errores del contrincante cuya visibilidad impiden los propios. Todo ello reproduce 1982 con la diferencia de que en esa fecha UCD quer¨ªa dejar el poder y, 13 a?os despu¨¦s, el PSOE est¨¢ muy lejos de esta actitud.
La comparaci¨®n con 1982 tambi¨¦n es posible en el caso de la derecha. A veces da la sensaci¨®n de que empieza a apoderarse del pueblo espa?ol una especie de m¨ªstica milagrera a favor de la oposici¨®n parecida a la que le invadi¨® en aquella fecha con Felipe Gonz¨¢lez. A estas alturas nadie podr¨¢ dudar que eso fue lo peor de la victoria socialista: no hab¨ªa que dar apenas explicaciones porque lo esencial era el empleo de una varita m¨¢gica. Nos iban a cambiar la vida y esta mezcla entre megaloman¨ªa, simplificaci¨®n e insustancialidad ha estado en el origen de muchos de los males posteriores. Lo p¨¦simo de los socialistas es que esa creencia en la m¨ªstica del cambio les llev¨® a aceptar cualquier atajo para conseguir sus fines.
A diferencia de lo sucedido en 1982 hay 13 a?os despu¨¦s mayor escepticismo sobre la oposici¨®n. Aznar normalmente planea a considerable distancia de cualquier controversia y eso le da una imagen de estadista. A veces aterriza en una inconveniencia estridente como la de presentar a Pujol rodeado de todos los atributos del cobrador del frac. Entonces su tono es innecesario y muy perjudicial; el de Ruiz Gallard¨®n, por ejemplo, ha sido, en cambio, bastante m¨¢s medido. De todos los modos el ambiente perdona eso y mucho m¨¢s. En parte lo provoca el puro hartazgo del PSOE pero hay tambi¨¦n una actitud que se ha producido previamente en la clase dirigente espa?ola. En el siglo XVII se empleaba una frase -"andar a viva quien vence"- como expresi¨®n denigratoria de quienes acud¨ªan a toda velocidad en auxilio del triunfador. El sindicato de damnificados por el PSOE es amplio pero en gran parte coincide con el de beneficiarios de la primera ¨¦poca. Ahora. unos y otros se vengan.
Viene esto a cuento de que, af¨¢sico el PSOE, hay derecho a pedir una discusi¨®n a fondo del programa del PP que las circunstancias no parecen propiciar. Durante meses PP y PSOE ha repetido una especie de mon¨®tono bolero de Ravel consistente en que uno ped¨ªa elecciones generales y el otro las rechazaba. Importa que despu¨¦s de las elecciones no se vuelva a repetir este motivo pero en un tono m¨¢s alto.
Lo l¨®gico debiera ser, si los resultados son los previstos, optar por el planteamiento pol¨ªtico de fondo. No cabe la menor duda de que hubiera sido mejor que el PSOE realizara el programa de 1993 y fuera juzgado por ¨¦l en otras elecciones generales. A estas alturas, sin embargo, tal como est¨¢n las cosas, no parece que haya otra f¨®rmula que conceder la iniciativa al pueblo espa?ol para que se pronuncie. Los partidos pueden y deben despejar inc¨®gnitas pero son los ciudadanos los que deben decidir. Parece que, para evitar otro 1982, lo ¨®ptimo ser¨ªa que lo hicieran lo m¨¢s pronto posible y tras un debate de verdad a fondo.
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