Los tres rostros del IsIamismo
El Ej¨¦rcito argelino ha llevado a cabo hace un par de meses una ofensiva importante contra las guerrillas de militantes islamistas de la esfera de influencia del Grupo Isl¨¢mico Armado (GIA) en la regi¨®n de Ain Defla, en la parte occidental del pa¨ªs. Aunque es dif¨ªcil apreciar, exactamente los resultados de la operaci¨®n, se sabe con certeza que ha sido extremadamente mort¨ªfera. En el pasado, los golpes asestados a los guerrilleros, aunque les debilitaron temporalmente, suscitaron frecuentemente solidaridad con las v¨ªctimas e hicieron que sus hermanos y primos se echaran al monte y reforzaran as¨ª el mecanismo de la guerra interior, aunque tambi¨¦n hay que indicar que en esta ocasi¨®n el movimiento islamista argelino ha manifestado, una vez m¨¢s, su desuni¨®n, puesto que el AIS (Ej¨¦rcito Isl¨¢mico de Salvaci¨®n, fiel a los dirigentes del ex FIS) ha criticado al GIA y la presencia en sus filas de "mercenarios extranjeros".Por ¨²ltimo, si se quiere interpretar este episodio en el contexto global de la situaci¨®n en Argelia, hay que observar que lo esencial del combate sobre el terreno descansa cada vez m¨¢s sobre los mandos intermedios del Ej¨¦rcito, sobre los capitanes. ?Hasta d¨®nde estar¨¢n dispuestos a matar y dejarse matar, a saber que sus familias est¨¢n amenazadas, en, beneficio ¨²nico de los generales que monopolizan el poder desde la independencia?
Para encontrar respuestas a estas preguntas -que condicionan el desenlace del conflicto de Argelia- hay que situar ese conflicto en el marco m¨¢s amplio de la reciente evoluci¨®n de los movimientos islamistas. Uno est¨¢ condenado a no entender nada de estos movimientos si s¨®lo se ve en ellos la expresi¨®n violenta de la desesperaci¨®n y la rabia de los pordioseros del mundo musulm¨¢n. Esta nueva plebe s¨®lo constituye la parte m¨¢s visible de la influencia, islamista, los famosos hittistes (parados) de Argelia y sus hermanos de miseria de otros lugares, que viven "contra las cuerdas" a base de chapuzas y estratagemas. Proporcionan un t¨®pico f¨¢cil: son los herederosde las clases peligrosas de la Europa del siglo pasado, portadores potenciales de todas las violencias y todos los fanatismos. Pero, igual que se les estigmatiza en Occidente, con una mezcla de espanto y repugnancia, se habla mucho en su nombre, y en su lugar, en el mundo del islam. Otros grupos sociales, m¨¢s favorecidos, encuentran en ellos el aval moral de sus propias ambiciones pol¨ªticas; la ret¨®rica jomeinista los convirti¨® en los mustadafin (desheredados): un t¨¦rmino que simbolizaba el fracaso social del sha, y que encarnaba, en su reverso, los ideales de justicia de la revoluci¨®n, isl¨¢mica. Cuando ¨¦sta triunf¨®, en gran medida gracias a la movilizaci¨®n de estos "desheredados", se les envi¨® a morir en masa a los campos de minas iraqu¨ªes, y s¨®lo volvieron al campo pol¨ªtico en la forma de "m¨¢rtires" difuntos: las nuevas ¨¦lites dirigentes -ingenieros barbudos, altos dignatarios religiosos y mercaderes del bazar- celebraban su recuerdo y subvencionaban a sus familias.La situaci¨®n iran¨ª llev¨® hasta el paroxismo un esquema que se encuentra por doquier en la movilizaci¨®n islamista a lo largo de los 20 ¨²ltimos a?os: una alianza, frecuentemente fr¨¢gil, entre tres grupos socioculturales que subliman sus antagonismos recurriendo al lenguaje pol¨ªtico de la reislamizaci¨®n. Esta alianza, condici¨®n indispensable para el ¨¦xito pol¨ªtico, est¨¢ constantemente amenazada, porque los intereses de los socios son radicalmente diferentes. Los despose¨ªdos aspiran a un vuelco en profundidad del orden social, lo ¨²nico que podr¨¢ darles acceso a todos esos bienes de los que se ven privados y que son acaparados por las ¨¦lites reinantes: para ellos, la aplicaci¨®n de la sharia es un lema revolucionario. Los intelectuales islamistas y la burgues¨ªa devota, por su parte, s¨®lo quieren expulsar gracias a la movilizaci¨®n popular a las redes y nomenklaturas que monopolizan el poder, suplantarlas, efectuar algunas reformas, pero sin trastocar las jerarqu¨ªas sociales: la aplicaci¨®n de la sharia servir¨ªa para ellos para consolidar el nuevo orden, del que estos grupos sociales ser¨ªan los beneficiados.
Hace unos 20 a?os que los primeros movimientos islamistas contempor¨¢neos arraigaron en las sociedades musulmanas, en primer lugar en Egipto. Al principio se form¨® el grupo de los intelectuales islamistas modernos: son los catalizadores del fen¨®meno, pero ¨¦ste no se reduce a ellos. Son producto de una hibridaci¨®n cultural entre los conocimientos laicos, generalmente en ciencias aplicadas (medicina, ingenier¨ªa, etc¨¦tera), y una visi¨®n del mundo centrada en la estricta puesta en pr¨¢ctica de las exhortaciones de los textos sagrados del islam, que interpretan seg¨²n la lectura de los Hermanos Isl¨¢micos, en particular de su ¨²ltimo pensador, Sayyed Qotb (ahorcado por Nasser en 1966).
Frecuentemente se radicalizaron durante sus a?os estudiantiles, y en ese caso est¨¢n muy pr¨®ximos a la juventud plebeya de la que acabaron saliendo; tienen la sensaci¨®n de que son mantenidos al margen de las posiciones de poder -a las que sus m¨¦ritos deber¨ªan darles acceso- por redes cerradas de influencia, nepotismo y corrupci¨®n, que en estos ¨²ltimos 20 a?os han frenado mucho la rotaci¨®n de las ¨¦lites en el mundo musulm¨¢n. Sin embargo, algunos de ellos se han aburguesado, y han tenido ¨¦xito como m¨¦dicos o ingenieros; sin abandonar el objetivo de instaurar un Estado isl¨¢mico que aplique la sharia, se han alejado de las posiciones revolucionarias de la juventud plebeya, y se han aproximado a la burgues¨ªa devota y sus ulemas.
Los Estados, preocupados por la capacidad subversiva de la conexi¨®n entre plebe urbana e intelectuales islamistas radicales, dieron a los ulemas, los doctores de la ley, todas las facilidades para predicar un islam conservador, en el que ve¨ªan el ant¨ªdoto para el islam revolucionario. La d¨¦cada estuvo marcada por un acceso ilimitado a los medios de comunicaci¨®n, en particular a la televisi¨®n, y por una pol¨ªtica de edificaci¨®n de mezquitas grandiosas; pero muchos de los predicadores m¨¢s influyentes que se beneficiaron del fomento y la ayuda de los poderes estable cidos estaban bastante pr¨®ximos a la familia de pensamiento, de los Hermanos Musulmanes, aunque los m¨¢s prestigiosos hab¨ªan realizado una parte de su carrera en la pen¨ªnsula Ar¨¢biga (como los egipcios Mohammed el Ghazali y Youssef el Qardaui, importados por el Estado argelino a finales de los a?os ochenta para dirigir la flamante Universidad Isl¨¢mica de Constantina). Si bien el contenido de sus pr¨¦dicas era socialmente conservador, y sin peligro aparente para las jerarqu¨ªas sociales establecidas, no es menos cierto que ped¨ªan la aplicaci¨®n de la sharia, y algunos mantuvieron una lucha sin cuartel contra los intelectuales laicos.
En Argelia fue donde la alianza entre intelectuales islamistas, burgues¨ªa creyente y plebe urbana se produjo de forma m¨¢s r¨¢pida, a trav¨¦s del FIS, entre 1989 y 1992, antes de romperse posteriormente bajo los golpes de la represi¨®n. Mediante las elecciones municipales de junio de 1990
Los tres rostros del islamismo
y las legislativas de diciembre de 1991, el movimiento de revuelta social que estall¨® en octubre de 1988 fue canalizado hacia las urnas, que trajeron a nuevos pol¨ªticos islamistas, surgidos de la intelectualidad y la burgues¨ªa comerciante, y que aspiraban a hacerse con el poder apoyados por la movilizaci¨®n de la juventud urbana pobre. Ante la falta de un pacto con la jerarqu¨ªa militar, ¨¦sta suspendi¨® las elecciones, prohibi¨® el FIS y reprimi¨® el movimiento, con lo que desencaden¨® una l¨®gica de guerra interior cuyo desarrollo se conoce. En t¨¦rminos pol¨ªticos, la alianza que hab¨ªa hecho posible el FIS se rompi¨®, porque la juventud urbana popular despose¨ªda retir¨® su confianza a las ¨¦lites dirigentes del FIS, consideradas responsables del fracaso, y permiti¨® a s¨ª el surgimiento de un GIA mucho m¨¢s radical, tanto en sus rn¨¦todos como en sus objetivos, y en el que no se reconoce la burgues¨ªa devota que apoy¨® a Abbasi Madani. Por tanto, la movilizaci¨®n islamista no es simplemente un movimiento de revuelta popular cuya expresi¨®n pudiera reducirse al fanatismo religioso: utiliza los recursos de una sociolog¨ªa pol¨ªtica m¨¢s compleja, y es el producto de alianzas inc¨®modas entre capas sociales con intereses divergentes. En el contexto argelino, uno de los desenlaces posibles es el acercamiento -sobre la base de una pertenencia com¨²n a una generaci¨®n de cuadragenarios que asistieron juntos al colegio- entre los capitanes que desean deshacerse de un Estado Mayor corrupto y las contra-¨¦lites civiles del FIS, que dirigieron el proceso electoral de 1991 y a las que ahora amenaza el entorno del GIA. Pero eso implica que en ambos bandos se produzca una decantaci¨®n que todav¨ªa llevar¨¢ tiempo y provocar¨¢ muchas v¨ªctimas.
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