Por amor al arte

Por amor al arte, un ej¨¦rcito de arquitectos va a presentarse al concurso de ideas para la ampliaci¨®n del Prado. No lo hacen, desde luego, porque los premios monetarios -m¨¢s bien escu¨¢lidos- resulten sustanciosos; ni porque el p¨¢lido y deste?ido jurado parezca estimulante; ni porque las equ¨ªvocas bases sean f¨¢ciles de interpretar o adivinar. Lo hacen por amor al arte, capturados por la magia del Prado.La respuesta entusiasta y generosa de los arquitectos contrasta con la deficiente planificaci¨®n de los responsables del Ministerio de Cultura y del propio museo, que lanzan con estr¨¦pito un multitudinario concurso internacional sin saber muy bien lo que quieren hacer y, lo que es a¨²n m¨¢s reprochable, sin saber siquiera lo que pueden realmente hacer. El ¨²ltimo episodio -la inserci¨®n de una fe de errores en el BOE que supone la imposibilidad de utilizar el claustro de los Jer¨®nimos para la ampliaci¨®n- es s¨®lo la guinda esperp¨¦ntica de un pastel desmadejado y confuso.

A estas alturas, parece evidente que ni la ministra ni el patronato tienen muy claro qu¨¦ hacer con el Prado. Ganando tiempo para resolver el contencioso con la Iglesia o las inc¨®gnitas acerca del Museo del Ej¨¦rcito -?se tiene de verdad la intenci¨®n de reconstruir all¨ª el Sal¨®n de Reinos?-, el asunto se deja en manos de la UIA, un organismo burocr¨¢tico y abstracto que permite a nuestros pol¨ªticos eludir sus responsabilidades. El sorprendente cinismo de presentar como fe de errores lo que es una enmienda a la totalidad resulta sintom¨¢tico de la actitud del ministerio, que mezcla a partes iguales la pol¨ªtica del avestruz y el disparo por elevaci¨®n: si el edificio de Villanueva tiene problemas, vamos a subsumirlos en el problema mucho mayor que plantean cinco sedes conectadas, si el proyecto de ampliaci¨®n del arquitecto conservador fue mal recibido, vamos a solicitar proyectos a un par de millares de arquitectos; y si se nos reprocha falta de atenci¨®n al Prado, vamos a incorporarle edificios que actualmente pertenecen a la Iglesia y al Ej¨¦rcito, a fin de que no quepa duda de nuestra voluntad de hacer prevalecer el pincel sobre la cruz y la espada. Tanto amor al arte resulta, a la postre, sospechoso. Y cuando va acompa?ado de la falta de sensibilidad cultural que conlleva proponer el desmantelamiento del Museo del Ej¨¦rcito -un lugar emocionante, y un extraordinario museo antropol¨®gico y etnogr¨¢fico- para colocar al pr¨ªncipe Baltasar Carlos cabalgando a tres metros del suelo, se comprende que el exceso de celo no es sino desconcierto e impotencia. Guiados, ellos s¨ª, por un tanto quijotesco amor al arte, y cegados por la luz deslumbrante del Prado, los arquitectos del mundo dar¨¢n ideas a la ministra. Falta le hacen.