La vertebraci¨®n de las lenguas de Espa?a
No soy fil¨®logo ni ling¨¹ista; soy un espa?ol viva y a?ejamente preocupado por la suerte hist¨®rica y la cultura de su patria, y s¨®lo apoyado en este vago y compartido t¨ªtulo me es posible hablar del problema ling¨¹¨ªstico de Espa?a. Lo m¨¢s que puedo decir en mi abono es que de esa preocupaci¨®n han dado testimonio, a lo largo de m¨¢s de medio siglo, no pocas publicaciones m¨ªas: los libros reunidos en Espa?a como problema (1954), el op¨²sculo Las cuerdas de la lira (1955), el volumen Una y diversa Espa?a (1968), mi reciente contribuci¨®n al curso Sobre la realidad de Espa?a, organizado por la Universidad Carlos III. Con prometedora y acertada f¨®rmula, la Constituci¨®n de 1978 define el Estado espa?ol como "Estado de las autonom¨ªas"; con lo cual ha suscitado el problema de dar estructura v¨¢lida a esta in¨¦dita visi¨®n del ente hist¨®rico que desde hace tantos siglos venimos llamando "Espa?a". Dentro del ¨¢rea de ese todav¨ªa no resuelto problema va a situarse mi reflexi¨®n. Me preguntar¨¦, pues: desde el punto de vista de la diversidad de las lenguas habladas en Espa?a y de las culturas que en ellas se han expresado, ?c¨®mo deben ser entendidas su unidad y su diversidad?En el t¨ªtulo precedente van impl¨ªcitas tres magistrales sentencias de Ortega, una diagn¨®stica, otra proyectiva, y otra conceptual.
La sentencia diagn¨®stica tuvo como t¨¦rmino de referencia la situaci¨®n de nuestro pa¨ªs cuando en 1921 public¨® Ortega su Espa?a invertebrada. Con este ensayo denunci¨® su autor dos graves males de aquella Espa?a: el particularismo, la tendencia de las distintas partes de la sociedad a actuar s¨®lo desde s¨ª mismas y para s¨ª mismas y la acci¨®n directa, la propensi¨®n de cada parte a lograr por el camino m¨¢s corto sus objetivos. Tras la prometedora tentativa de la Rep¨²blica y el cerrado centralismo del franquismo, ?se ha logrado la vertebraci¨®n a que Ortega aspiraba? Muchos pensamos que no. La definici¨®n constitucional de Espa?a como "Estado de las autonom¨ªas" ha abierto una v¨ªa para resolver el problema de su vertebraci¨®n, pero esa v¨ªa no ha sido construida luego. M¨¢s a¨²n, ni si quiera ha sido dise?ada.
La sentencia proyectiva formul¨® la consigna orteguiana de edificar entre todos una Espa?a "en buena salud, bien vertebrada y en pie"; por tanto, socialmente sana, bien integrada pol¨ªticamente su real diversidad y dignamente situada ante el mundo. ?Se ha cumplido ese deseo? No creo que sean muchos los que se atrevan a afirmarlo.
La sentencia conceptual consiste en la idea de la naci¨®n que propuso Ortega: un sugestivo proyecto de vida en com¨²n. M¨¢s atractiva y estimulante que las propuestas por los polit¨®logos, esta f¨®rmula tiene el. acierto de proyectar hacia el futuro la definici¨®n de Renan, otro out-sider de la reflexi¨®n politol¨®gica: un plebiscito de todos los d¨ªas. Desde un punto de vista no pol¨ªtico, sino idiom¨¢tico y cultural, ?c¨®mo Espa?a, la una y diversa naci¨®n espa?ola, puede ser lo que tantas veces ha podido ser y todav¨ªa no es, un comunal proyecto sugestivo? Dar¨¦ mi respuesta y esperar¨¦ la respuesta de los dem¨¢s.
La historia ha hecho que de modo irrevocable Espa?a sea un pa¨ªs pluriling¨¹e. Nacidas antes de su historia o durante ella, "las lenguas castellana, catalana, gallega y vasca siguen siendo habladas en nuestro territorio. Todas tienen su realidad y su derecho. Pero quienes se atengan a esa realidad y no a su deseo, ?podr¨¢n negar que la castellana es nuestra lengua com¨²n?
?Castellana o espa?ola? Las dos cosas. Por razones que no son del caso, los redactores de la Constituci¨®n hoy vigente desoyeron la petici¨®n de la Real Academia Espa?ola en favor de la f¨®rmula "castellano o espa?ol" para designar el idioma oficial y real de todos los espa?oles, y prefirieron llamarle s¨®lo "castellano". Con lo cual la totalidad del texto constitucional ha planteado el siguiente problema: ?c¨®mo conseguir que la lengua castellana sea en realidad, y no s¨®lo desiderativa o nominalmente, la lengua espa?ola por antonomasia, puesto que espa?olas son tambi¨¦n las restantes lenguas habladas en nuestra patria?
Hace meses escrib¨ª que si a los actuales ciudadanos de Espa?a se les preguntara: ?es usted espa?ol?, ?se siente usted espa?ol?, la respuesta "ni soy espa?ol ni me siento espa?ol" ser¨ªa inquietantemente repetida en Catalu?a y en Euskadi, menos en Galicia. ?Podr¨ªa conseguirse que el n¨²mero de las respuestas negativas vaya siendo cada vez menor, en favor de las positivas, y precisamente como consecuencia de este hecho: que todos los hablantes de Espa?a empleen como suya una lengua com¨²n, a la que indistintamente pueda llamarse "castellano" y "espa?ol"? En mi opini¨®n, s¨ª, aunque tal empresa diste mucho de ser f¨¢cil. Y puesto que es en Catalu?a donde el problema se plantea de un modo m¨¢s grave y m¨¢s actual, circunscribir¨¦ a Catalu?a el ¨¢rea de mi consideraci¨®n,
Parece ser que hoy por hoy, una mitad de los habitantes de Catalu?a hablan de ordinario el catal¨¢n como lengua propia, m¨¢s brevemente, como su lengua, y que en la otra mitad sucede lo mismo con el castellano. Supuesto lo cual, ?qu¨¦ habr¨¢ que hacer en el orden ling¨¹¨ªstico para que en toda la una y diversa Espa?a, no s¨®lo en las regiones s¨®lo castellanohablantes, tenga vigencia real un sugestivo proyecto de vida en com¨²n?
Reducida al m¨¢ximo la expresi¨®n de mi propuesta, respondo: por parte de los catalanohablantes, hablar como m¨¢s suya la lengua catalana y como tambi¨¦n suya la lengua castellana; por parte de los castellanohablantes, hablar como m¨¢s suyo el idioma castellano y como tambi¨¦n suyo el idioma catal¨¢n. En suma: biling¨¹ismo que, para mi consuelo, todav¨ªa practican tantos y tantos catalanes, hablo por mi experiencia, y cuyo decrecimiento temo si los ni?os catalanes siguen siendo educados como los de hoy.
Llamo m¨¢s suya -m¨¢s de quien le habla- a la lengua hacia que tiende la expresi¨®n verbal cuando ¨¦sta enuncia nuestros sentimientos m¨¢s ¨ªntimos: amor en cualquiera de sus formas, creencias verdaderamente arraigadas costumbres medularmente integradas en la vida personal. No concibo una pareja de catalanohablantes que no se declaren su amor en catal¨¢n, ni a dos castellanohablantes que no lo hagan en castellano. Ni a un poeta l¨ªrico que no escriba sus versos en la lengua m¨¢s suya, aunque no s¨®lo en ella pueda hacerlo. Llamo tambi¨¦n suya -de quien no como m¨¢s suya le habla- no s¨®lo a la que puede ser suelta y correctamente usada para resolver las necesidades de la vida social -leer un peri¨®dico y comentarlo que en ¨¦l se dice, viajar, comprar y vender, etc¨¦tera-, tambi¨¦n, y de modo m¨¢s pertinente, a la que por razones sociales e hist¨®ricas pone el hablante en estrecho contacto personal con la vida y la cultura que en ella se expresa. Tambi¨¦n suya quiere en este caso decir tambi¨¦n amada, porque sin alg¨²n amor a lo que unifica nunca podr¨¢ existir un sugestivo proyecto de vida en com¨²n. En este caso, amor a una lengua le¨ªda y hablada por uno como tambi¨¦n suya. Un catal¨¢n catalanohablante, ?prescindir¨¢ de considerar y amar como tambi¨¦n suyos los tesoros literarios que le ofrece la lengua castellana? Un catal¨¢n castellanohablante, ?renunciar¨¢ a tener como tambi¨¦n suyos los tesoros intelectuales y art¨ªsticos que la lengua catalana le brinda? Y en uno y otro caso, m¨¢s all¨¢ de la utilidad ociosa o negociosa que toda lengua culta proporciona. Biling¨¹ismo, pues, diversamente modulado y cordialmente sentido. Pobre cosa ser¨ªa un biling¨¹ismo en el que el coraz¨®n no tuviese alguna parte.
Cuando oigo el excelente castellano de los se?ores Pujol y Roca si, como con frecuencia sucede, se sienten en la necesidad de hacerlo, ineludiblemente me pregunto: ?es posible que estos hombres no est¨¦n sintiendo como tambi¨¦n suya la lengua que est¨¢n hablando? Con motivo de un evento no estrictamente catal¨¢n celebrado en Granollers, tuve ocasi¨®n de conocer al inteligente y emprendedor alcalde de esa ciudad. Amablemente invitado por ¨¦l, asist¨ª a un almuerzo en el que hab¨ªa de comunicar a un grupo de periodistas barceloneses sus proyectos para el futuro pr¨®ximo de su mandato. No fui convidado de piedra, y en el m¨¢s correcto billing¨¹ismo transcurri¨® la conversaci¨®n general. Todos los comensales hablaron indistintamente en catal¨¢n y en castellano; y cuando se dirigieron a m¨ª, en castellano habl¨¦. Al t¨¦rmino del almuerzo, uno de los asistentes me pregunt¨®: "Doctor La¨ªn, ?c¨®mo ve usted el porvenir de Catalu?a?". Respond¨ª: "Con el deseo de que dentro de un siglo pueda celebrarse una reuni¨®n ling¨¹¨ªsticamente equiparable a ¨¦sta".
Hoy a?ado: "Y con el temor de que no pueda ser as¨ª". Porque si durante un siglo sigue practic¨¢ndose en los centros de ense?anza de Catalu?a la inmersi¨®n en el catal¨¢n tal corno ahora se la practica, ?ser¨¢n posibles un Pujol, un Roca y un alcalde de Granollers semejantes a los actuales? La continuidad de la educaci¨®n actual, ?no habr¨¢ quitado a sus tataranietos la posibilidad de poseer tambi¨¦n suyos los tesoros que la lengua castellana y la literatura en lengua castellana de que pudieran gozar sus tatarabuelos? Y en tal caso, ?no habr¨¢ naufragado para siempre la posibilidad de convertir la convivencia hist¨®rica de los espa?oles en un sugestivo proyecto de vida en com¨²n?
El problema, antes lo apunt¨¦, no es s¨®lo pol¨ªtico; como todo lo importante en la vida, es tambi¨¦n problema de amor. De m¨ª puedo decir que s¨®lo por amor a la tierra y la cultura catalanas, y s¨®lo al servicio de esa idea de la convivencia espa?ola, escrib¨ª hace a?os un art¨ªculo, Lo que yo har¨ªa era su t¨ªtulo, en el que expon¨ªa cu¨¢l hubiese sido mi conducta en el caso de ser docente universitario en Catalu?a. ?Utop¨ªa? Mala cosa, si s¨®lo como utop¨ªa es considerado ese ideal.
Biling¨¹ismo basado tanto en la utilidad como en el amor. Que los catalanohablantes aprendan, empleen y amen como tambi¨¦n suya la lengua castellana. Que los castellanohablantes de Catalu?a aprendan, empleen y amen corno tambi¨¦n suya la lengua del pa¨ªs en que viven. S¨®lo as¨ª podremos convertir en eficaz convivencia la mera conllevancia de que como mal menor y no corno bien posible habl¨® Ortega.
No basta poseer una lengua para ser hombre culto en la cultura que en esa lengua se expres¨®; no es culto en cultura inglesa el conserje de un gran hotel s¨®lo por responder en buen ingl¨¦s a los ingleses y norteamericanos que a ¨¦l se dirigen. Es necesario, nada m¨¢s obvio, alg¨²n conocimiento de la cultura expresada en esa lengua y de la historia del pa¨ªs en que esa lengua se habla como propia. O, para decirlo conforme a la antes propuesta integraci¨®n personal de dos lenguas, una m¨¢s propia y otra menos propia: es necesario que los catalanohablantes conozcan con precisi¨®n mayor o menor, seg¨²n su nivel cultural -y por supuesto, de un modo no sesgado- la cultura en lengua castellana, y que los castellanohablantes de Catalu?a hagan otro tanto con la cultura en lengua catalana. Mutatis mutandis, d¨ªgase lo mismo de los hablantes de Galicia y Euskadi.
?C¨®mo conseguirlo? Dejando de lado los problemas t¨¦cnicos que su efectiva realizaci¨®n pueda presentar, me limitar¨¦ a exponer en tres puntos las l¨ªneas esenciales de mi respuesta.
1. Que a los catalanohablantes se les ofrezca un conocimiento veraz y suficiente de la historia y la cultura de la totalidad de Espa?a y se les ense?e a estimarlas y amarlas como propias. Que a Cervantes, Lope, Quevedo, Calder¨®n, Gald¨®s, Unamuno y Juan Ram¨®n los consideren tambi¨¦n suyos. En el caso de Cervantes, aunque s¨®lo fuera para quedar bien con quien hizo que en Barcelona y no en otra parte descubriese Don Quijote, ah¨ª es nada, el mar, la imprenta y la melancol¨ªa.
2. Que los castellanohablantes de Catalu?a consideren deber suyo, como obligado correlato de su constitucional derecho, adem¨¢s de aprender y poder utilizar el catal¨¢n de uso, adquirir un aceptable conocimiento de la cultura en lengua catalana, desde Ausias March y Joanot Martorell hasta Maragall, Carner, Carles Riba, Foix y Espriu, para no citar m¨¢s que poetas.
3. Que los restantes espa?oles consideren suyos no s¨®lo a Cervantes, Lope, Quevedo, Calder¨®n, Gald¨®s, Unamuno, Juan Ram¨®n y tutti quanti, tambi¨¦n a Ausias March, Joanot Martorell y todos los que luego han dado a la lengua catalana la importancia literaria que tiene. Por tanto, que desde la primera ense?anza se les haga ver y estimar como espa?ola esa indudable importancia.
?Se conseguir¨¢ as¨ª que el castellano, junto con las restantes lenguas espa?olas, sea el v¨ªnculo principal y la principal garant¨ªa de la definitiva vertebraci¨®n de Espa?a? ?Se lograr¨¢ por fin que Espa?a sea oficial y realmente una y diversa? Dos poetas catalanes nos han dicho su deseo de que sea as¨ª.
Uno, Joan Maragall, en su Himne ib¨¨ric: "En cada platja fa son cant I'onada, / mer terra endins se sent un sol ress¨® / que de I'un cap a l'altre a amor convida / i es va tornant un cant de germanor". El otro, Salvador Espriu, en La pell de brau: "Son diversos els homes i diversas les parles, / i convindran molts noms a un sol amor"; un solo amor, a?ado yo, que s¨®lo mediante una lengua com¨²n podr¨ªa hacerse efectiva realidad.
?Se va a hacer lo necesario para que esto suceda? Si no es as¨ª, mucho temo que los historiadores de la segunda mitad del siglo XXI puedan decir de Espa?a, como los romanos dijeron de Troya, Hispan¨ªa fuit. No quiero perder la esperanza de que esto no suceda.
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