La Bienal de Venecia ofrece una visi¨®n descarnada y dura del arte del siglo XX
Predominio del retrato en la retrospectiva del centenario, con m¨¢s de 700 obras
Identidad y alteridad, la exposici¨®n ideada por Jean Claire para caracterizar la 46? Bienal de Venecia, conmemorativa del primer centenario del certamen, deja una impresi¨®n de fuerte desasosiego. Sea por la identidad de las m¨¢s de 700 obras que la integran, sea por el contexto en el que est¨¢n expuestas, la rica colecci¨®n reunida sobre todo en Palazzo Grassi, el centro expositivo de Fiat, sintetiza una visi¨®n dura y descarnada del arte del siglo XX. No es ciertamente una retrospectiva neutral, aunque incluya a casi todos los grandes nombres del siglo.
Pi¨¦nsese, por ejemplo, que pintores como Paul Gauguin o Henri Matisse est¨¢n representados casi s¨®lo por sendos autorretratos, un g¨¦nero del que la exposici¨®n veneciana ofrece una selecci¨®n probablemente sin precedentes, pese a lo cual desde los cuadros colgados en sus muros casi nadie sonr¨ªe.Ni el impresionismo, ni el surrealismo, o el pop y el op art parecen pesar, por ejemplo, en el arte de los ¨²ltimos cien a?os, seg¨²n esta visi¨®n de Jean Claire, que, en cualquier caso, no se basa en la sucesi¨®n de estilos y que, al estar vertebrada por la visi¨®n del rostro y del cuerpo humano a trav¨¦s de las artes pl¨¢sticas, relega autom¨¢ticamente el abstracto de De Kooning, Jackson Pollock o Rauschenberg a una simple negaci¨®n epis¨®dica de esas realidades.Obras extra?as
Son obras por lo general poco conocidas e incluso extra?as a la idea habitual que se tiene de sus autores las seleccionadas para esta retrospectiva, que, adem¨¢s de Palazzo Grassi, tiene como sedes el Museo Correr, donde se presenta la evoluci¨®n de las tres ¨²ltimas d¨¦cada, desde 1964, y una parte del Pabell¨®n de Italia, en los jardines del Castillo, donde se mira m¨¢s detenidamente al presente. Todas ellas abrir¨¢n sus puertas al p¨²blico, como el resto de la Bienal, el pr¨®ximo s¨¢bado.
Las obras son, adem¨¢s, con frecuencia, poco amables, o su presentaci¨®n ha sido organiza da mediante enfrentamientos de gran efecto dram¨¢tico. La Peque?a bailarina, de Edgard Degas, con su perfil faunesco, comparte espacio con Fisonom¨ªa de criminales, un inquietante cuadro del mismo pintor franc¨¦s; y con El asesino, de Edvard Munch. Una familia campesina, retrato sin complejos de la raza aria pintado en 1939 por Adolf Wissel, se encuentra en frentado a las im¨¢genes del exterminio trazadas en 1974 por Zoran Music, y al cuadro de Oskar Kokoschka Retrato de un artista degenerado.
El punto m¨¢s barroco lo alcanza la muestra en una sala dominada por Las tres edades, de Gustav Klimt, que se alza sobre la reproducci¨®n en cera del cad¨¢ver de una anciana muerta en un hospital de Par¨ªs por un reumatismo deformante. Tres grandes fotograf¨ªas de Andr¨¦s Serrano -de un degollado, una muerta de sida y un suicida con veneno- dominan la escena, en la que campan tranquilamente dos estudios sobre el cuerpo de Picasso.
"A diferencia de las d¨¦cadas anteriores, el arte contempor¨¢neo, tanto en Europa como en Estados Unidos, vuelve a estar extraordinariamente atento al contenido y al significado, pero tambi¨¦n profundamente obsesionado por lo que podr¨ªamos definir como la identidad biol¨®gica: el problema de lo que somos en tanto que seres vivientes sometidos a la enfermedad, al decaimiento, a la muerte y a la diferenciaci¨®n sexual. Tal vez porque, en efecto, vivimos este fin de siglo bajo el signo de la vulnerabilidad y de la muerte", ha declarado Jean Claire al Giornale dell' Arte.
Identidad y alteridad est¨¢, organizada mediante un criterio esencialmente tem¨¢tico al que se superpone una consideraci¨®n cronol¨®gica, lo que no deja de crear algunas confusiones. Al tem¨¢tico responden secciones como Retratos de Grupo o Autorretratos, en las que se mezclan estilos y ¨¦pocas con una lista de contribuciones, interminable que va desde Pierre Bonnard a Mir¨®, pasando por Antonin Artaud o Arnold Schoenberg, por Otto Dix, Jacek Malczewski, Max Beckmann o Giorgio De Chirico.
El relato cronol¨®gico parte del positivismo con sus estudios antropom¨¦tricos y de las nuevas tecnolog¨ªas, como los rayos X, la fotograf¨ªa o el cine para examinar La incoherencia de las vanguardias y La b¨²squeda del hombre nuevo, entre tremendas im¨¢genes del periodo de entreguerras y otras no menos heladoras del realismo socialista y del arte del fascismo o el nazismo.
La exposici¨®n de Palazzo Grassi, que prosigue en el Museo Correr con la secci¨®n El cuerpo real y virtual, 1964-1995, se cierra bajo el signo de la La vuelta al cuerpo. Ah¨ª se encuentran el Hombre y mujer de Antonio L¨®pez, y culmina la retrospectiva con una serie de esculturas de Giacometti enfrentadas a tres grandes cuadros de Francis Bacon y a otros dos ¨®leos de Balthus. Imponentes formas adiposas de Lucien Freud aplastan la pulcritud cotidiana de David Hockney.
Cuatro bellas modelos de Newton John -vestidas y desnudas- son el punto final a un recorrido que se inicia en una galer¨ªa parisina, con el homenaje a Cezanne de Maurice Denis, para proseguir en los caf¨¦s de principios de siglo. Fuera de cuadro, sobre un balc¨®n, quedan dos grandes salvajes de Ousmane Sow, ¨²nicos africanos invitados a este encuentro.
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