Estrategias socialdem¨®cratas
Cierto que las elecciones del 28 de mayo han supuesto cambios muy notables en el poder municipal y auton¨®mico. Este dato, sin embargo, no debe ocultar la eficaz y, en cierta medida, sorprendente resistencia del electorado socialista al avance del Partido Popular. Aun teniendo en cuenta la inevitable dispersi¨®n de voto impl¨ªcita a cualquier consulta municipal, si se considera la mala situaci¨®n en que acudi¨® el PSOE a las elecciones y el excepcional nivel de movilizaci¨®n del electorado de la derecha y el centro-derecha, parece algo exagerado el triunfalismo con que la direcci¨®n popular ha acogido los resultados del d¨ªa 28.El car¨¢cter matizado de la victoria del PP, moderada en votos y eficaz en t¨¦rminos de poder, tendr¨ªa su explicaci¨®n en un punto intermedio entre motivaciones de corte estructural y causas m¨¢s contingentes. Las motivaciones estructurales remiten a la solidez del macizo social espa?ol orientado hacia posiciones de centro-izquierda, fiado en las ventajas a corto y medio plazo del Estado de bienestar y temeroso de una opini¨®n de centro-derecha percibida todav¨ªa como algo demasiado pr¨®ximo al mundo de la derecha conservadora. La explicaci¨®n m¨¢s contingente apuntar¨ªa a las limitaciones del Partido Popular, de su ¨¦lite dirigente y de su liderazgo para dar credibilidad a la opci¨®n, todo hace pensar que sincera, en favor de la moderaci¨®n. Por una u otra raz¨®n, lo cierto es que el PSOE tiene todav¨ªa posibilidades de resistir la marea, no tan viva como se cre¨ªa, del PP. Estas posibilidades hacen urgente la discusi¨®n sobre la estrategia que deber¨ªa seguir el partido socialista y el Gobierno en el tiempo que quede de aqu¨ª a las elecciones legislativas.
Quiz¨¢s podamos ponernos de acuerdo a este respecto, en primer lugar, sobre lo que el PSOE no deber¨ªa hacer en este lapso de tiempo. Le estar¨ªa vedado, desde la lealtad b¨¢sica que le ata al sistema pol¨ªtico democr¨¢tico y a la comunidad nacional, la hip¨®tesis, probablemente rentable en t¨¦rminos electorales, de azuzar la desconfianza de significativos sectores del pa¨ªs hacia el Partido Popular. Sembrar dudas respecto a la plena legitimidad democr¨¢tica del adversario, volver la mirada atr¨¢s a la b¨²squeda de un pasado de enfrentamiento civil, ceder a reflejos populistas capaces de imaginar renovados episodios de conflicto entre los de la cuchara y el tenedor, es una tentaci¨®n que, adem¨¢s de bordear la demagogia, minar¨ªa la solidez del sistema y arrojar¨ªa dudas sobre la sinceridad y la honradez del proyecto socialdem¨®crata.
En un sentido m¨¢s positivo, y en segundo lugar, el socialismo espa?ol tendr¨¢ que plantearse la necesidad de una renovaci¨®n a fondo de su direcci¨®n. La circulaci¨®n de las ¨¦lites pol¨ªticas es una exigencia consustancial al modelo liberal-democr¨¢tico. Cuando no se produce por decisi¨®n del electorado debe llevarse a cabo por la libre y responsable decisi¨®n de los gobernantes. Solamente una desbordada valoraci¨®n del papel del liderazgo, a dos pasos de la tentaci¨®n cesarista, puede explicar la resistencia a unos cambios que vienen exigidos por la l¨®gica del sistema. La cuesti¨®n no es exactamente Felipe Gonz¨¢lez s¨ª o Felipe Gonz¨¢lez no. Ni que decir que el presidente puede irse, por decisi¨®n propia, de los ¨®rganos de direcci¨®n del PSOE o del grupo parlamentario sin que ello ocasione un problema insuperable al buen funcionamiento del sistema y del r¨¦gimen pol¨ªtico. Pero tan importante como el eventual relevo en la presidencia del Gobierno es el cambio en otras instancias de poder. El PSOE no puede descansar, por respeto a su proyecto pol¨ªtico y al pa¨ªs, en el equilibrio entre esas dos almas a que se refer¨ªa recientemente Santos Juli¨¢ en este diario. Pero mirar hacia un modelo confederal de partido como procedimiento para salir del actual atolladero podr¨ªa hacer el remedio sensiblemente peor que la enfermedad. Debe hacerse, pues, la renovaci¨®n en el Gobierno, en el partido y en otras instancias de poder con ponderaci¨®n y realismo, posibilitando un funcionamiento plenamente normal de las instituciones y olvidando viejas devociones ib¨¦ricas, en cuya ¨ªntima motivaci¨®n y prosaica rentabilidad resulta m¨¢s piadoso no hurgar.
En tercer y ¨²ltimo lugar, podr¨ªamos convenir en que el aspecto m¨¢s importante de una nueva estrategia socialista cara a una victoria electoral en las pr¨®ximas legislativas habr¨ªa de ser el intento de concretar la oferta pol¨ªtica del PSOE en la justificaci¨®n de un proyecto socialdem¨®crata para este final de siglo. Adem¨¢s de justificar este proyecto, habr¨ªa que convencer a la sociedad espa?ola de su superioridad t¨¦cnica y moral en relaci¨®n a las leg¨ªtimas opciones liberales y socialconservadoras propugnadas por la oposici¨®n.
Centrar la acci¨®n pol¨ªtica del PSOE en la defensa de un proyecto socialdem¨®crata implica serios problemas te¨®ricos insuficientemente abordados por el socialismo espa?ol. Es relativamente f¨¢cil argumentar, con la vista puesta en los valores de la igualdad y la justicia, en relaci¨®n a la calidad moral de la socialdemocracia. No es tampoco dif¨ªcil justificar la defensa de esta opci¨®n pol¨ªtica desde la ¨®ptica de la defensa de la cohesi¨®n y la paz sociales. No es tan clara, sin embargo, su defensa desde la perspectiva de la eficacia t¨¦cnica y la gesti¨®n econ¨®mica. Pero sin aclarar este ¨²ltimo punto, puede resultar ingenuo y hasta incongruente aferrarse a la supuesta superioridad de conjunto de la socialdemocracia sobre otras grandes opciones pol¨ªticas. El triunfo hist¨®rico del socialismo democr¨¢tico se bas¨® en la creencia de que resultaban armonizables los valores de la libertad, la igualdad, la cohesi¨®n social y la eficacia econ¨®mica. Urge saber si esta creencia sigue siendo fundada.
En la peor de las hip¨®tesis, no quedar¨ªa anulado el af¨¢n redistributivo de la socialdemocracia, pero s¨ª tendr¨ªa que verse modulado de conformidad a lo posible. Los presupuestos p¨²blicos no pueden verse convertidos en la lista civil de determinadas bolsas de electores, ignorando el aumento del d¨¦ficit y los costes que esta actitud, implica para el conjunto de la vida econ¨®mica espa?ola. Estamos ante cuestiones complicadas, que exigen un notable esfuerzo de calificaci¨®n intelectual y pol¨ªtica. Salvo que aceptemos aquel terrible dictum de Robert Michels ("podr¨¢n triunfar los socialistas, pero no el socialismo"), tendremos que convenir en que la definici¨®n de un programa socialdem¨®crata para finales del siglo XX es una gran empresa para cuya realizaci¨®n el PSOE tiene poco tiempo. Si el socialismo espa?ol llegara al convencimiento de que es adem¨¢s una empresa descomunal, quiz¨¢s deber¨ªa tener tambi¨¦n el valor de facilitar directamente el paso a otros programas y equipos de Gobierno.
es catedr¨¢tico de Teor¨ªa del Estado de la Universidad Nacional de Educaci¨®n a Distancia (UNED).
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