'In vino libertas'
Si en la d¨¦cada de 1860, don Eloy de Lecanda, creador de Vega Sicilia, o su coet¨¢neo, el marqu¨¦s de Riscal, fundador de la bodega que lleva su nombre, se hubieran encontrado en una situaci¨®n normativa semejante a la actual, su esp¨ªritu innovador, en lo que son hoy las denominaciones de origen Ribera de Duero y Rioja, hubiera servido de poco. Sus planteamientos eran demasiado contrarios a las pr¨¢cticas tradicionales entonces vigentes; a¨²n hoy son inaceptables para los respectivos consejos reguladores, que las permiten como excepciones.En un reciente art¨ªculo publicado en las p¨¢ginas econ¨®micas de EL PA?S titulado Europa pierde la batalla del vino, se pon¨ªa de relieve c¨®mo el modelo liberal norteamericano y de los pa¨ªses del hemisferio sur (Australia, Nueva Zelanda, Chile, Argentina y Sur¨¢frica) ha generado un sector vitivin¨ªcola tecnol¨®gicamente avanzado, que produce una oferta variada de vinos cada vez m¨¢s competitivos. El resultado provisional es que las bodegas europeas, que hace s¨®lo dos d¨¦cadas pose¨ªan un virtual monopolio de los vinos de calidad, mantienen hoy tan s¨®lo un 50% de ese mercado.
Cualquier an¨¢lisis objetivo delas perspectivas lleva a conclusiones preocupantes; el vino europeo se debate a¨²n en un intervencionismo obsoleto, cuyas secuelas visibles son los excedentes, el descenso del consumo y el tristemente c¨¦lebre plan de arranque de vi?edos propuesto en la revisi¨®n de la OCM. Mientras tanto, los pa¨ªses vitivin¨ªcolas del Nuevo Mundo son la imagen del ¨¦xito econ¨®mico, materializado en excedentes crecientes para empresario o Estados y expansi¨®n continua de vi?edos y bodegas. En otras palabras, los vi?edos que se arrancan en La Mancha o los que dejan de ampliarse en La Rioja se est¨¢n plantando en Australia o Chile.
Es preciso decir que, en materia de arranques, la propuesta de la Comisi¨®n Europea es poco original: 19 siglos antes, el emperador Domiciano, alarmado ante los excedentes de vino, congel¨® las plantaciones de la actual Italia y orden¨® arrancar la mitad de los vi?edos espa?oles y galos del imperio. Cabe a?adir que la posici¨®n de Roma era m¨¢s ventajosa que la de Bruselas hoy, ya que no exist¨ªan vi?edos fuera del Imperio Romano. A pesar de ello, el decreto de Domiciano fue abolido tras dos siglos en que su aplicaci¨®n fue m¨¢s bien escasa: de hecho, espa?oles y galos, que representaban para Roma lo que hoy son para los europeos California y Australia, incrementaron sus vi?edos considerablemente durante el periodo de vigencia del decreto.
Parece dif¨ªcil creer en el futuro de la OCM; por muchas reformas que sufra, seguir¨¢ siendo un intento anacr¨®nico de manipular los mercados, y el intervencionismo, que siempre se apoy¨® en razones dudosas, resulta inaplicable en un mercado liberalizado y global.
Desgraciadamente, el sector vitivin¨ªcola espa?ol, que en los tiempos de Domiciano o en los m¨¢s recientes de Lecanda y Riscal disfrutaba de un excepcional periodo de libertad y progreso, se encuentra hoy, aun m¨¢s que los del resto de Europa, apresado en una telara?a normativa kafkiana que, preciso es decirlo, ha contribuido no poco a tejer.
Tenemos, por ejemplo, un vi?edo que, con los rendimientos m¨¢s bajos del planeta, tiene caracter¨ªsticas tercermundistas. La principal raz¨®n es una normativa franquista (y masoquista) que nos convierte en el ¨²nico pa¨ªs de clima mediterr¨¢neo seco donde est¨¢ prohibido regar por goteo las vi?as, una t¨¦cnica hoy universalmente empleada que no s¨®lo cuadruplica la producci¨®n, sino que adem¨¢s mejora considerablemente la calidad de los vinos obtenidos.
En otro ejemplo sangrante de masoquismo ib¨¦rico, si una marca de vinos determinada, situada en una denominaci¨®n de origen (DO), tiene, en base a la calidad de sus productos, mayor demanda para sus vinos, no conseguir¨¢ permiso para plantar m¨¢s vi?edos. Una posible alternativa, la utilizaci¨®n de la misma marca en otras denominaciones de origen, est¨¢ tambi¨¦n prohibida, algo que ni siquiera se han atrevido a impedir los franceses, poco sospechosos de liberalismo enol¨®gico. Las razones esgrimidas se basan en la defensa de una supuesta marca olectiva representada por la DO.
Conviene explicar que las denominaciones de origen, una creaci¨®n que originalmente correspond¨ªa a su nombre, han sufrido a lo largo del siglo una sorprendente metamorfosis que las ha convertido en entidades de derecho p¨²blico con capacidad para reglamentarlo todo -desde el n¨²mero de yemas correspondiente a cada cepa hasta el contenido de las etiquetas, pasando por normas minuciosas que pretenden dirigir en base a criterios burocr¨¢ticos la elaboraci¨®n de todos y cada uno de los vinos- y de imponer todo tipo de sanciones, incluyendo multas millonarias, a los "transgresores" que intentan salirse de tan absurdo cors¨¦. Su filosof¨ªa, que incluye un componente colectivista, parece querer convertir en lema el triste "cualquier tiempo pasado fue mejor" de Jorge Manrique.
Como casi siempre, las privaciones de libertad se esconden tras nobles objetivos 'como la protecci¨®n de los agricultores y bodegueros frente a las fluctuaciones del mercado o la de los consumidores frente a los fraudes. Pero el primer objetivo es poco deseable si se desean empresas competitivas y el segundo est¨¢ ampliamente tipificado en la legislaci¨®n de cualquier pa¨ªs occidental.
Semejante estado de cosas, adem¨¢s de insostenible a medio plazo, como reconocen en privado muchos bodegueros europeos, es particularmente perjudicial para regiones de alta insolaci¨®n sobre las que se centrar¨¢n en gran parte los arranques de vi?edos, cuando -iron¨ªas del destino- son, en base a su alta insolaci¨®n, las mejor situadas para competir con los nuevos vi?edos de California, Australia y Chile si se utiliza en ellas un nivel tecnol¨®gico comparable. No se trata de un supuesto te¨®rico: algunas empresas lo estamos haciendo hace tiempo y con ¨¦xito.
Ser libre tiene siempre costes: en este caso, el m¨¢s importante ser¨ªa la eliminaci¨®n progresiva (propuesta de todas formas en la reforma de la OCM) de las subvenciones comunitarias que permiten eliminar los vinos invendibles mediante su destilaci¨®n, una operaci¨®n crecientemente ruinosa para los contribuyentes europeos.
Pero la libertad ha demostrado favorecer siempre a la econom¨ªa y a la cultura, dos mundos a los que el vino pertenece por derecho propio. Brindemos, pues, con buen vino, por su retorno a nuestros campos y bodegas.
Carlos Falc¨® es marqu¨¦s de Gri?¨®n.
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