Atender al enfermo
EL CONFLICTO de los m¨¦dicos del Insalud est¨¢ peor que en punto muerto. Existe el riesgo de que se reactive con nuevos br¨ªos y desde posturas maximalistas como si, tras seis semanas, empezara de nuevo. As¨ª lo ha dicho d¨ªas atr¨¢s uno de los dirigentes del sindicato convocante: "Despu¨¦s de 37 d¨ªas, hoy comienza la huelga". A despecho de las 20.000 operaciones y el medio mill¨®n de consultas suspendidas en estas seis semanas. Esto no puede ser. Se impone un m¨ªnimo de cordura y de sentido com¨²n; de respeto a esa mayor¨ªa de ciudadanos que no puede pagarse un seguro m¨¦dico privado en alguna de esas sociedades en las que dirigentes del sindicato convocante tienen intereses econ¨®micos.No puede ser que ante el aumento salarial de 30.000 pesetas mensuales para 1995 ofertado por la Administraci¨®n y su compromiso de mantenerlo en los pr¨®ximos dos a?os, la parte m¨¢s dura del CESM siga imponiendo el inmovilismo m¨¢s r¨ªgido y exija, como el primer d¨ªa de huelga, una subida de 100.000 pesetas mensuales y adem¨¢s; sin contrapartidas de mejora asistencial que repercutan claramente en el tratamiento a los pacientes.
No es extra?o que esta estrategia sindical que no va a ninguna parte, que pasa ol¨ªmpicamente por encima de los derechos de los enfermos y que parece apostar por el enfrentamiento m¨¢s que por la b¨²squeda de una salida razonable al conflicto, est¨¦ creando serias diferencias, incluso por motivos deontol¨®gicos, entre los dirigentes del sindicato m¨¦dico. Esos campeones de la continuidad de la huelga, caiga quien caiga, est¨¢n demostrando inmadurez e incompetencia.
Inmadurez como sindicalistas, por plantear el conflicto en t¨¦rminos de todo o nada, incompatibles con el principio de negociaci¨®n; incompetencia por embarcar a miles de m¨¦dicos en una aventura sin salida, convenci¨¦ndoles de que ten¨ªan al alcance de la mano algo que sencillamente no es posible. Una subida de 100.000 pesetas es inasumible para cualquier Administraci¨®n, socialista o del PP. Si el Insalud cediera y aceptase esa reivindicaci¨®n, desencadenando una escalada de subidas en la funci¨®n p¨²blica incompatible con los objetivos de reducci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico, estar¨ªamos en contra; el ministerio asumir¨ªa una grave responsabilidad de la que tendr¨ªa que dar cuentas; pero a su vez, ser¨ªa una prueba de responsabilidad que los partidos de la oposici¨®n, y en primer lugar el que ya gobierna en la mayor¨ªa de los ayuntamientos y comunidades, se pronunciaran claramente sobre este punto.
La Administraci¨®n es, sin duda, responsable de muchas de las deficiencias que afectan a la sanidad p¨²blica, pero ello no puede convertirse en coartada para continuar la huelga. Si hubiera que esperar al arreglo de esas deficiencias es posible que la huelga no tuviera fin. Esta huelga fue convocada por motivos estrictamente econ¨®micos y no por afanes reformistas del sistema sanitario p¨²blico. Y hay que reconocer que la ¨²nica parte que ha dado alg¨²n paso en ese sentido ha sido la Administraci¨®n.
Acabar con la huelga depende, sobre todo, de quienes la han convocado. Existen abundantes indicios, por lo dem¨¢s, de que se est¨¢ desarrollando de forma dudosamente legal: incumpliendo a veces los servicios m¨ªnimos y con paros rotatorios que magnifican el da?o al paciente y, minimizan el coste para los huelguistas. Los pacientes han pasado a ser aut¨¦nticos conejillos de Indias en un conflicto que m¨¢s que una huelga, sometida a determinadas exigencias legales, aparenta ser un pulso de naturaleza, no precisamente sindical. Pero si los huelguistas o sus dirigentes no quisieran o no fueran capaces de contribuir con propuestas razonables al fin de la huelga, quiz¨¢s fuera conveniente aceptar la sugerencia de una mediaci¨®n o arbitraje que pudiera facilitar ese desenlance. Lo que no puede ser es que el m¨¢s esencial de los servicios p¨²blicos, la sanidad, siga bajo m¨ªnimos por tiempo indefinido y cientos de miles de enfermos dejados a su suerte o malamente atendidos.
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