Escuchas y gente de a pie

Me emocion¨® o¨ªr las buenas intenciones de Rato y Molins a la salida de la Comisi¨®n de Secretos Oficiales del Congreso sobre el esc¨¢ndalo de las escuchas. Su mayor preocupaci¨®n era la de defender contra esta nefasta pr¨¢ctica a los espa?oles de a pie, pero se nota que no est¨¢n'a1 tanto de que a la gente sencilla le trae al fresco si les escuchan y a qui¨¦n escuchan. Al contrario, si hicieran una encuesta, creo que los que est¨¢n por las escuchas ser¨ªan mayor¨ªa.A nosotros ya no nos queda intimidad. Gracias a las modernas pr¨¢cticas de construcci¨®n, los vecinos nos o¨ªmos unos a otros hasta los m¨¢s rec¨®nditos suspiros. La polic¨ªa conoce nuestras huellas, lo que pesamos, lo que medimos, el color del pelo. Hacienda sabe cu¨¢nto ganamos y si nos hemos comprado unas gafas o si nos hemos arreglado la dentadura y cu¨¢nto ha costado. Los bancos conocen al dedillo nuestros ingresos, cu¨¢nto pagamos de vivienda, de supermercado, del colegio de los ni?os, de luz, de tel¨¦fono, de agua, y hasta nos dicen si seremos capaces de pagar la amortizaci¨®n del cr¨¦dito que generosamente nos han concedido.

Ahora les ha tocado el turno a sus se?or¨ªas. De un tiempo a esta parte, una especie de misteriosa y regeneradora mano va sacando puntualmente del pozo negro de la vida espa?ola todas las miserias de la democracia y de las clases gobernantes y poderosas del pa¨ªs, como si quisiera conducirlo a la ut¨®pica casa de cristal de que hablaba el otro d¨ªa el maestro Haro Tecglen. ?ste, refiri¨¦ndose a qui¨¦n estaba legalmente autorizado para practicar escuchas y qui¨¦n no, se preguntaba por qu¨¦ los-jueces s¨ª. Yo me preg"to: "?Por qu¨¦ el Rey no?-