Violencia en la calle
Resulta ya in¨²til preguntar si acaso la celebraci¨®n del entierro de los cad¨¢veres de Lasa y Zabala como la raz¨®n y el sentimiento de sus familiares impon¨ªa, y no como decret¨® un juez, habr¨ªa evitado la violencia vivida esta semana en Euskadi. Es sumamente probable que el ritual del entierro, ceremonia culminante de la solidaridad comunitaria y de. sangre, se habr¨ªa acompa?ado de violencia en cualquier caso, pero a nadie escapa que el recurso a la violencia, si el juez hubiera atendido las demandas de los familiares, habr¨ªa aparecido entonces, desnudo de voladuras ideol¨®gicas, como lo que es: una nueva forma de lucha pol¨ªtica que el entramado de HB-ETA viene a a?adir a su habitual recurso al terror.La utilizaci¨®n sistem¨¢tica de esta nueva arma acercacada vez m¨¢s la actual vida pol¨ªtica de Euskadi a la situaci¨®n de fondo vivida en la Segunda Rep¨²blica. En ambos casos, un sistema de partidos muy fragmentado y polariza do, que sufre la presi¨®n de un fuerte partido antisistema, y una sociedad escindida en sus lealtades b¨¢sicas, determina ron el hundimiento del marco de convivencia para la resoluci¨®n pac¨ªfica de los conflictos. Una sociedad puede so portar un alto grado de conflictividad siempre que exista un acuerdo m¨ªnimo sobre las reglas que es preciso cumplir para encontrarle un cauce de soluci¨®n. Pero cuando el sistema pol¨ªtico se fragmenta y polariza y las clases sociales se escinden, desaparecen las reglas aceptadas por todos y el conflicto no s¨®lo se vuelve irresoluble sino que se suscita, se provoca, con objeto de mostrar d¨®nde radica la fuerza para establecer las nuevas reglas. Suena entonces la hora, de la violencia colectiva en la calle.
?sa fue la l¨ªnea que se traspas¨® varias veces en los a?os treinta y ¨¦sa es la que est¨¢ en trance de cruzar la pol¨ªtica vasca. Desde que se quebr¨® la "espiral del silencio" y muchos ciudadanos vascos, arriesgando su integridad y hasta la vida, perdieron el miedo a salir a la calle y manifestar abiertamente sus preferencias pol¨ªticas, los grupos abertzales antisistema no se limitan a servir de coartada al uso del terror sino que recurren a la violencia colectiva para mostrar que no hay reglas o que, si las hay, son irrisorias y se pueden vulnerar impunemente. Por ejemplo, cuando se niega a pu?etazos. a unos ciudadanos el derecho a manifestarse por una causa como la liberaci¨®n de un secuestrado, o cuando se golpea e intimida a unos concejales por formar coalici¨®n para elegir alcalde, lo que se pretende no es ¨²nicamente impedir tal o cual manifestaci¨®n o la elecci¨®n de tal o cual alcalde sino extender por la -sociedad la convicci¨®n de que quien no se arrodille ante los dictados de los grupos violentos corro un serio peligro ya que nadie ser¨¢ capaz de garantizar su seguridad.
Y aqu¨ª es donde Euskadi se juega su futuro. Pues lo que define a esta forma de acci¨®n colectiva es que su objetivo no consiste en obtener una determinada reivindicaci¨®n sino en escindir a la sociedad de de manera que, amedentrados por la superior osad¨ªa y demostraci¨®n de fuerza del adversario, los dem¨®cratas vuelvan a cerrar la boca. La violencia no se limita entonces a un c¨®mo para obtener un qu¨¦ -como distingue jesu¨ªticamente Seti¨¦n para salvar el qu¨¦ apartando sus limpias del c¨®mo- sino que el como deviene qu¨¦; que los medios en pol¨ªtica son los fines. Por eso, todo va a depender de que los ciudadanos que han vencido al miedo sientan a sus espaldas el aliento de unas instituciones pol¨ªticas, de una polic¨ªa y de. unos jueces capaces de defender con ellos el orden de convivencia democr¨¢tica. Pero si la polic¨ªa fuera incapaz de detener y los jueces no pudieran procesar a presuntos delincuentes que exhiben sus pu?os y patadas ante c¨¢maras de televisi¨®n, y a cara descubierta, con objeto de que todos sepan lo que les espera si no se pliegan a sus exigencias, entonces Euskadi ser¨¢ cada vez m¨¢s como el huevo de esa serpiente que sirve de fondo y bandera a los rituales f¨²nebres de ETA.
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