Un Derby con fantasmas
A Javier Marias
El se?or A. P. Herbert escribi¨® su obra en la misma ¨¦poca en que Joyce, Pound y Thomas Mann compon¨ªan las suyas, pero apostar¨ªa a que ustedes guardan de ¨¦l un recuerdo literario menos n¨ªtido. A m¨ª me ocurr¨ªa lo mismo, hasta que encontr¨¦ un peque?o volumen suyo en Allen's, la mejor librer¨ªa h¨ªpica de Londres, frente al palacio de Buckingham. Se titula Derby day y es el libreto de una ¨®pera c¨®mica en tres actos -una zarzuela inglesa, para entendernos- a la que puso m¨²sica Alfred Reynolds. La pieza est¨¢ en verso, de acuerdo con lo que pide el g¨¦nero, un verso tan simp¨¢tico e ingenuamente zumb¨®n como el argumento de sus tres actos, cuya trama gira en tomo a la ocasi¨®n de un Derby de Epsom "que es, seg¨²n algunos suponen y muchos temen, el ¨²nico suceso que cuenta en el a?o". Los personajes son arquet¨ªpicos: jockeys, apostadores, el due?o de un pub llamado Old Black Horse, un rico propietario de caballos y su desagradable esposa abstemia... No falta tampoco el gran favorito de la carrera, Pericles, un purasangre enormemente susceptible al que se puede aniquilar haci¨¦ndole comentarios ofensivos en voz alta. La joven protagonista es camarera del Old Black Horse y sue?a con hacer una buena boda para huir de la cerveza mercenaria a trav¨¦s del ancho mundo. Tiene dos pretendientes: Bert, humilde y leal apostador que vive de soplos h¨ªpicos, y Eddy, un joven calavera de mala ¨ªndole que trata de aprovecharse de ella. Para camelar a la doncella Eddy recurre a sus estudios cl¨¢sicos, comparando sus ojos con los de Helena, su nariz con la de Cleopatra y dem¨¢s s¨ªmiles sonrojantes; en cambio el sincero Bert pone el temblor de lo aut¨¦ntico al decir a la bella que a su lado se siente tan gratamente emocionado como cuando Slippery Sun le consigui¨® un ganador pagado treinta a uno. Admito que La tierra bald¨ªa de Eliot no carece tampoco de m¨¦rito, pero yo leyendo Derby day del se?or Herbert lo he pasado estupendamente.
El Derby del presente a?o, uno de los m¨¢s hermosos de. los ¨²ltimos tiempos, ha estado marcado por varias sombras fantasmales. Para empezar, los nombres que se barajaron: dos de los participantes con probabilidad de triunfo se llamaban Spectrum y Lammtarra, que en ¨¢rabe significa "invisible". Un tercero respond¨ªa por Maralinga, como un lugar de pruebas at¨®micas en el Pac¨ªfico australiano, otro tipo de fantasma conjurado por Chirac. Nomen omen. No quitemos su debida importancia al presagio de los nombres. ?Acaso no fue premonitorio que la emperatriz Sissi llamase Nihilista a su corcel favorito? Shakespeare, que cuidaba el embrujo po¨¦tico de los detalles, nos indica que el caballo que traicion¨® a Ricardo II se llamaba Barbary (?Recuerdan?) El palafrenero cuenta al rey destronado que su rival Bolingbroke cabalga sobre el que hab¨ªa sido desde potro la montura de Ricardo. "?Mont¨® a Barbary? Dime, amigo, ?c¨®mo reaccion¨® mi caballo?". Y la desoladora respuesta: "Tan orgulloso que parec¨ªa desde?ar a la tierra entera"). Nombres aparte, mencionemos ahora otros dos espectros, ambos relacionados con el gran favorito de la carrera, el franc¨¦s Pennekamp. El primero de ellos fue Celtic Swing derrotado contra pron¨®stico en las Dos Mil Guineas por Pennekamp y retirado del Derby para correr el menos comprometido Jockey Club en Par¨ªs, que gan¨® con cierto apuro. Considerado a dos a?os como un aut¨¦ntico fuera de serie, nadie dudaba de que Celtic Swing fuese el m¨¢s serio candidato ingl¨¦s al Derby y su abandono del cl¨¢sico de Epsom ante el campe¨®n galo fue visto casi como una verg¨¹enza nacional. Pennekamp, llegaba al Derby con fama de imbatible. Entrenado por Andr¨¦ Fabre, actual Napole¨®n de los hip¨®dromos europeos, sus seis carreras previas -todas victoriosas- no mostraban ninguna fisura en su espl¨¦ndida coraza. Es m¨¢s, tras haber ganado las Dos Mil Guineas, si obten¨ªa el Derby intentar¨ªa luego afrontar en septiembre el Saint Leger. Estas tres carreras -velocidad, medio fondo y fondo- forman lo que se denomina la "triple corona" inglesa, la m¨¢s alta prueba de aptitud de un purasangre. El primer caballo franc¨¦s que la logr¨® en el siglo pasado, Gladiateur, tiene una estatua levantada en Longchamp y los cronistas galos le llamaron "el vengador de Waterloo". ?Ser¨ªa Pennekamp capaz de emular tal gesta? Y aqu¨ª llegamos a otro espectro ilustre, el de Nijinsky, el ¨²ltimo caballo que consigui¨® la triple corona en 1970, es decir, hace exactamente un cuarto de siglo. Tras una asombrosa trayectoria como semental, a¨²n m¨¢s llena de ¨¦xitos que su vida de carreras, Nijinsky muri¨® hace un par de a?os en su patriarcado de Kentucky (yo a¨²n llegu¨¦ a tiempo de conocerle all¨ª, algo empeque?ecido y mustio en su vejez de h¨¦roe, pero a¨²n reconocible por la estrella blanca de su frente laureada). Quiz¨¢ por, fin hubiera llegado la hora de que otro repitiese su haza?a, cerrando la boca a quienes melanc¨®licamente solemos decir que "ya no nacen caballos as¨ª"...
A¨²n me falta hablar del ¨²ltimo de los fantasmas que planearon sobre este Derby. Alex Scott, "Scottie" para los amigos, ten¨ªa 34 a?os y era uno de los m¨¢s prometedores entrenadores j¨®venes de Inglaterra. En agosto pasado hizo debutar en Newmarket a un potro de dos a?os que le hab¨ªa confiado un destacado jeque ¨¢rabe: se llamaba Lammtarra, uno de los ¨²ltimos hijos del gran Nyinsky. Gan¨® la carrera y entusiasm¨® tanto a Scottie que ¨¦ste fue al d¨ªa siguiente a una de las prinicipales casas de apuestas y le jug¨® mil libras como ganador del Derby del a?o pr¨®ximo... ?a diez meses vista de la prueba! Pocas semanas m¨¢s tarde Alex Scott despidi¨® a uno de los mozos de su establo, tras una fuerte discusi¨®n. El mozo volvi¨® armado con una escopeta y mat¨® de un tiro a Scott. Conmoci¨®n en el mundillo del turf. Su amigo el jinete Walter Swinburn (el mismo que gan¨® el Derby con Shergar, aquel campe¨®n que fue raptado por terroristas del IRA y desapareci¨® sin dejar rastro) se prometi¨® a s¨ª mismo hacer todo lo posible por montar a Lammtarra en el Derby el a?o entrante. Mientras, el hijo de Nyinsky fue llevado a los establos del jeque en Dubai, en cuyo c¨¢lido clima pas¨® todo el invierno. A comienzos de 1995 volvi¨® a Inglaterra, donde contrajo una grave afecci¨®n pulmonar que retras¨® su preparaci¨®n. El caso es que lleg¨® al Derby sin haber corrido m¨¢s que una sola vez en su vida, diez meses atr¨¢s. Desde 1919 ning¨²n caballo hab¨ªa ganado la cl¨¢sica de Epsom con tan escasas credenciales, pero eso no desanim¨® al jeque ni a Walter Swinburn. El gran d¨ªa Lammtarra tom¨® la temible curva de Tattenham en las ¨²ltimas posiciones del pelot¨®n y afront¨® la recta final con una muralla de caballos bloqueando su horizonte. Entonces Walter invoc¨® a Alex Scott en petici¨®n de ayuda y, seg¨²n palabras del jinete, "los participantes se abrieron ante ¨¦l como las aguas del Mar Rojo ante Mois¨¦s". Con aceleraci¨®n irresistible que confirmaba su linaje, el hijo de Nijinsky rebas¨® a todos y gan¨® el Derby en un tiempo que ha batido el anterior r¨¦cord de la prueba. El favorito Pennekamp se qued¨® cojo durante el recorrido y ocup¨® uno de los ¨²ltimos lugares. Al d¨ªa siguiente la viuda de Alex Scott cobr¨® 33.000 libras, importe del ganador p¨®stumo jugado por su marido 10 meses antes.
El se?or Herbert dedica Derby day a los capitanes de dos barcos de la Orient Line, en cuyas gratas traves¨ªas escribi¨® la pieza. Me lo imagino en cubierta, tocado con su sombrero panam¨¢, recordando frente al mar soleado ("Asia a un lado, al otro Europa, etc¨¦tera...") las suaves ondulaciones verdes de Epsom Downs, donde tantos fuimos dichosos. Y dice en su prefacio que para ¨¦l las ¨²nicas cosas que cuentan son "which keep Man happy and the Horse alive". Nunca le perdonar¨¦, m¨ªster Herbert, haberme robado mi filosof¨ªa de la vida en un solo verso.
es profesor de Filosof¨ªa en la Universidad Complutense de Madrid
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