Tensiones en el eje franco-alem¨¢n de la UE
A finales de 1989, algo se quebr¨® en el esp¨ªritu de Fran?ois Mitterrand. El viejo estratega, el zorro de la pol¨ªtica internacional, pedale¨® en el vac¨ªo desde ese momento: defendi¨® la causa serbia, dio por buena la intentona involucionista en Mosc¨² y, sobre todo, intent¨® frenar la unificaci¨®n alemana. Mitterrand sab¨ªa que, con el muro de Berl¨ªn, se hab¨ªa derrumbado su mundo. Y, con ¨¦l, los cimientos de la pol¨ªtica exterior francesa de la posguerra. El amigo alem¨¢n hab¨ªa de volver a ser, ineluctablemente, el eterno vecino grande e inc¨®modo. Ahora, con Jacques Chirac en el El¨ªseo, el eje franco-alem¨¢n se adentra en un futuro de tensiones. Algunas se perciben ya en Cannes.
Hasta el final de su mandato, hace poco m¨¢s de un mes, Mitterrand pudo atemperar la situaci¨®n con su compenetraci¨®n personal con Helmut Kohl, hecha de complementariedad, a su docilidad, hecha de escepticismo y pragmatismo, frente a la voluntad alemana. "Tiempo al tiempo", repet¨ªa Mitterrand. "Aprisa, a caballo", es la frase preferida de Chirac. El nuevo presidente franc¨¦s no se lleva mal con Kohl. Los dos son populistas, en¨¦rgicos, voluntaristas y francos. Quiz¨¢ son demasiado parecidos para no ser rivales en Europa.Con el nuevo inquilino del El¨ªseo, de 62 a?os, llega al poder una generaci¨®n que no particip¨® en el desastre europeo de 1939 a 1944. Y lo hace, parad¨®jicamente, bajo la bandera del gaullismo, una ideolog¨ªa enraizada en aquella hecatombe y en el mundo bipolar que gener¨®. "Hay que devolver a Europa la inspiraci¨®n gaullista", dec¨ªa ayer en Lib¨¦ration el ministro franc¨¦s de Asuntos Europeos, Michel Barnier. Pero la pol¨ªtica europea de Charles de Gaulle pod¨ªa permitirse cierta grandeur porque Alemania, pa¨ªs no soberano y ocupado a¨²n por los aliados, no exist¨ªa en t¨¦rminos diplom¨¢ticos. El acuerdo t¨¢cito entre Par¨ªs y Bonn divid¨ªa las competencias de esta hegemon¨ªa compartida sobre Europa: para los franceses, la pol¨ªtica; para los alemanes, la econom¨ªa.
Eso se acab¨®. Alemania ya no se deja llevar de la mano. Y su ostpolitik, apuntada hace tres a?os en el precipitado reconocimiento de Eslovenia y Croacia, se refleja ahora en su presi¨®n a favor de los pecos, los pa¨ªses ex comunistas del Este y el Centro del continente, la Mitteleuropa de influencia germ¨¢nica. Mientras tanto, Francia tira hacia el Mediterr¨¢neo, ?frica y sus colonias ultramarinas. Los intereses geopol¨ªticos de Francia y Alemania han dejado de coincidir. Las mismas divergencias se perciben sobre la uni¨®n monetaria, que Alemania quiere dise?ar f¨¦rreamente sobre el marco y Francia prefiere m¨¢s global; sobre el presupuesto comunitario, que Alemania ve demasiado oneroso para sus ub¨¦rrimas arcas; y en la propia construcci¨®n europea, que en Bonn se prefiere federal y en Par¨ªs se desea como yuxtaposici¨®n m¨¢s o menos afortunada de naciones.
"Pronto se ver¨¢ una aproximaci¨®n entre Francia y el Reino Unido", dijo hace unos d¨ªas el dimisionario ministro brit¨¢nico de Exteriores Douglas Hurd. "El nuevo eje europeo ha de ser doble: Par¨ªs-Berl¨ªn, Par¨ªs-Londres", se?al¨® a su vez un alto funcionario del Quai d'Orsay. Francia, por s¨ª sola, ya no sirve como contrapeso de Alemania.
Lo primero que ha hecho Chirac ha sido exhibir la bomba. La capacidad nuclear, la force de frappe, es el emblema de la Francia gaullista y su liderazgo en Europa. Las pruebas nucleares han generado grandes protestas. En el terreno interno han suscitado una pregunta inc¨®moda: ?y si Alemania quisiera tener su propia bomba? "?Por qu¨¦ no?", contest¨® a este peri¨®dico un alt¨ªsimo mando militar franc¨¦s. "Nuestros sistemas defensivos est¨¢n muy integrados. Dudo de que a los alemanes llegue a interesarles tener armamento nuclear, pero ?por qu¨¦ no? En ese caso, Alemania ser¨ªa m¨¢s fuerte que Francia en todos los terrenos: econ¨®mico, demogr¨¢fico, pol¨ªtico y, adem¨¢s, militar. Habr¨ªa que adaptarse a esa nueva situaci¨®n de inferioridad absoluta".
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