Carlos y Antonio Saura presentan en Spoleto una 'Carmen' intensa y limpia de folclore
"Es un mito extra?o a Espa?a", afirman el director y el escen¨®grafo de la ¨®pera
No hay plaza de Sevilla ni taberna de Lillas Pastia en la Carmen de Georges Bizet que Carlos y Antonio Saura presentan esta noche, como director de escena y escen¨®grafo, en el Festival. de Spoleto. El espect¨¢culo. tiene una fuerza y un color que entusiasma. No es la Carmen de Espa?a ni tampoco la de Merfin¨¦e la que surge de esta representaci¨®n, limpia de elementos folcl¨®ricos para dar todo el erotismo y el misterio rom¨¢ntico de la mujer ind¨®mita. "Carmen no es un mito espa?ol, y s¨®lo muy poco a poco lo va siendo" dice Antonio. "Es un mito universal" a?ade Carlos Saura.
Simples mamparas, a veces cubiertas de trazos abstractos pintados por Antonio Saura otras lisas, son los ¨²nicos decorados utilizados para definir una perspectiva en el escenario vac¨ªo del Teatro Nuovo de Spoleto, una coqueta sala de siglo XIX a la que le caen como un tiro los cuatro telones, tambi¨¦n abstractos, uno para cada acto, que introducen esta producci¨®n espa?ola.El planteamiento representa un desaf¨ªo en un pa¨ªs siempre prendado -de lo figurativo y lo bello, donde escenograf¨ªa, bajo el imperio de Gae Aulenti o Luca Ronconi, es sin¨®nimo de gran arquitectura, y donde otras producciones audaces de Carmen, como la -de Nuria Espert, presentada hace dosa?os en el Maggio Musicale Fiorentino, fueron muy mal acogidas por la cr¨ªtica.
Antonio Saura, que ya colabor¨® con su hermano -ducho en el mito de Carmen por el cine y el tratro- en otro montaje de la misma ¨®pera realizado en 1988 en Stutgart, afirma que no ha tenido en cuenta esas circunstancias, sino los condicionamientos de un escenario peque?o y poco tecnificado donde lo ¨²nico razonable era jugar con el color, y por tanto con la luz, y con un continuo movimiento de masas que, en esta representaci¨®n, alcanza una vivacidad e inteligencia raras. El color procede del vestuario, apastelado bajo el sol difuso del primer acto, vivo y punzante en la profunda noche azul del segundo y progresivamente dominado por el rojo a medida que la tragedia de la gitana se precipita bajo una luz cegadora en ¨¦l cuarto acto.
Hay una mezcla abigarrada en los ba¨²les que los Saura han tra¨ªdo a Spoleto: vestidos floreados a la manera de los a?os treinta y hoy otra vez de moda, que llevan las cigarreras; correajes y uniformes militares de la7 misma ¨¦poca; metralletas modernas; capotes y abrigos de lo den; sotanas y tejas del XVIII; trajes de luces, abanicos, mantillas, peinetas, pantalones de mil rayas y hasta casacas de seda y pelucas.
Predomina lo espa?ol, por respeto al libreto de Henry Meihac y Ludovic Hal¨¦vy, e incluso las im¨¢genes del franquismo, de militares con faj¨ªn de la bandera espa?ola, que, llegado el cuarto acto, cuando Escami
llo entra en la plaza para iniciar la corrida, explota con un ritmo delirante de obispos y monaguillos renacentistas, enanos con dama, guardias civiles, alguaciles, picadores, manolas deiciochescas y mucho p¨¢jaro de aspecto bastante menos def i nido. La imagen resultante no es, sin embargo, espa?ola. M¨¢s all¨¢ -de la mezcla de estilos y ¨¦pocas, la presencia de varios coristas de raza negra ' con el pelo engominado y cubiertos con rigurosas capas castellanas basta para- desdibujar las referencias.Otros enfoques igualmente ir¨®nicos sirven para esterilizar la carga folcl¨®rica de un drama marcado por la b¨²squeda del exotismo meridional que caracteriz¨® al arte del siglo pasado. Las batas de tres bailaoras que intervienen en el segundo acto, por ejemplo, con un planteamiento ligero que recuerda al. musical americano, son lisas amarillo, azul y verde- y tienen colas tan largas -cerca de tres metros- que el core¨®grafo ha debido sudar para darles movimiento. El director de Flamenco no ha incluido ni un s¨®lo paso de verdadero J¨®ndo. Recibida con alborozo por el p¨²blico que abarrot¨® el ensayo general, el, lunes? el estreno de hoy de Carmen ser¨¢ retransmitido en directo por la televisi¨®n estatal italiana, que mandar¨¢ la im¨¢genes a Eurovisi¨®n.
Una protagonista de excepci¨®n
Clave para el desarrollo de la Carmen de Spoleto es la m¨¦zzo-soprano Adria Firestone, una californiana de padre cubano y madre calabresa que ofrece una interpretaci¨®n memorable. Voz aterciopelada y muy homog¨¦nea, tipo atractivo, cabellos negros, esta cantante, que sabe bailar y. toca bien las casta?uelas, dibuja con trazos firmes y ondulantes toda la sensualidad, la crueldad, la fragilidad, el golfer¨ªo y el ansia profunda de libertad que componen un personaje complejo y fascinante. Resulta dif¨ªcil pensar en una protagonista m¨¢s adecuada para una producci¨®n de Carmen que insiste en el amour fou y que subraya continuamente este personaje, siempre vestido de rojo Vivo, como el ¨²nico perfectamente acabado del libreto.El tenor norteamericano Patrick Denniston, que sustituye, por indisposici¨®n, al espa?ol Miguel Olano, tiene un f¨ªsico de oficial ingl¨¦s de lanceros que, en principio, casa bien con la intenci¨®n cosmopolizante de la direcci¨®n esc¨¦nica. Su interpretaci¨®n, sin embargo, menos prometedora para un personaje tan importante como es el de Don Jos¨¦. Tiende a engolar la voz e incluso a bajar el diapas¨®n, con risgos claros para el resto del elenco y para el equilibrio del conjunto. Muy correcto el Escamillo de Greer Grimsley, bar¨ªtono de voz bien timbrada y potente, que todav¨ªa puede mejorar el control de sus recursos. Excelente la Micaela de Liliana Marzano y el resto de un reparto joven y competente, en el que destacan las espa?olas Iride Mart¨ªnez e Irene de Olavide como Frasquita y Mercedes. Menci¨®n especial merecen el coro y la orquesta. El director Paolo Carignani ha realizado un trabajo admirable para una orquesta que funciona s¨®lo durante tres semanas al a?o.
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