La risa y la moral
Una contrarr¨¦plica a Mu?oz Molina(Nota previa, a¨²n necesaria: esto no es una pol¨¦mica ni un enfrentamiento, es una mera discusi¨®n).
Aunque ha pasado mes y medio desde que Antonio Mu?oz Molina respondi¨® a mi art¨ªculo Y encima recochineo, y el periodismo actual exige cada vez m¨¢s que los asuntos se exploten y se agoten r¨¢pidamente, la cuesti¨®n sobre la que discut¨ªamos me parece lo bastante intemporal para volver ahora sobre ella y proseguir aquel di¨¢ogo un poco m¨¢s.
En su pieza Tarantino, la suerte y la comedia: una respuesta a Javier Mar¨ªas, Mu?oz Molina me acusaba de haber hecho trampa en mis comentarios y argumentaciones previas, quiz¨¢ porque tom¨® mis palaras como un argumentum ad ominem, que no eran en modo aIguno. La trampa, en cambio, creo que la hac¨ªa ¨¦l con un recurso frecuent¨ªsimo, pero que no habr¨ªa esperado de un escritor que suele jugar limpio. El recurso consiste en decir que no ha dicho lo que no ha dicho, o -no rehuyamos el verbo- en tergiversarlo, para as¨ª ar edificar y brillo a la propia defensa o ataque. Nadie ha apeado a Hitchcock, Chaplin, Cara o Cervantes para "explicar os valores de Pulpfiction", sino que yo sacaba a colaci¨®n algunos t¨ªtulos de esos maestros ara se?alar que, seg¨²n el criterio de vituperaci¨®n seguido por Mu?oz Molina contra Tarantino, esas obras cl¨¢sicas podr¨ªan ser igualmente condenadas. Inroducir a posteriori el elemento diferencial de la calidad -siempre discutible y subjetivo, por lo dem¨¢s- no creo que sea muy honrado, cuando no se tuvo en cuenta inicialmente ni yo hab¨ªa respondido a ello. La cuesti¨®n era otra: dice, Mu?oz Molina que mencionar a esos directores s "casi tan excesivo como citar Cole Porter o a Kurt Weill a prop¨®sito de las canciones de Duncan Du". La verdad es que no s¨¦ qui¨¦n es Duncan ni qui¨¦n es Dhu, pero, sean quien es sean, lo que yo ven¨ªa a decir es que sus canciones no deber¨¢n juzgadas desde una p¨¦rspectiva moralista ni por los efectos que causen en la juventud (el problema no ser¨ªa de ellos, sino de la juventud). Y al pedir que la moralina no intervenga en los juicios est¨¦ticos lo pido tanto para John Ford como para Mariano Ozores, para Cervantes como para Umbral, para Schubert como para los reiterados Dhuy Duncan, a los que a este paso voy a tener que escuchar.
Las razones por las cuales conviene que ese punto de vista moral quede en principio al margen al juzgar el arte -a diferencia, insisto, de lo que sucede con los hechos o casos reales- son variadas, pero me limitar¨¦ a se?alar una de ¨ªndole pr¨¢ctica: si se admite ese criterio moral, no hay por qu¨¦ no tener en cuenta cualquier posible moral. Si yo pongo objeciones a una novela porque su contenido y su esp¨ªritu me parecen fascistas, no puedo quejarme de que otro individuo reniegue de otra novela por comunista, o pornogr¨¢fica, o disoluta, o subversiva. O de que en Estados Unidos se vea con malos ojos a Mark Twain porque empleaba a palabra nigger en su d¨ªa. Yo estoy convencido de que Mu?oz Molina no es partidario de prohibir ninguna pel¨ªcula ni ning¨²n libro, y jam¨¢s lo he acusado de lo contrario; y, como ¨¦l dice, est¨¢ en su perfecto derecho a disentir d¨¦ ese cine" (faltar¨ªa m¨¢s), a reirse o no reirse y a emocionarse o aburrirse con lo que prefiera. A m¨ª, dicho sea de paso, tampoco Pulp fiction me deslumbr¨®, pero vi en ella un talento, atrevimiento y misterio, cosas que no abundan en el cine ni en la novela actuales.
Pero lo que la pel¨ªcula de la discordia nos haya parecido a ¨¦l o a m¨ª no tiene la menor importancia, ni siquiera tiene inter¨¦s. Como no tiene sentido afirmar, seg¨²n Mu?oz Molina, que "la gran dificultad de la comedia es que ( ... ) si no provoca la risa, su fracaso es instant¨¢neo". La risa (contra la que ¨¦l escribi¨® hace poco otro art¨ªculo, por lo dem¨¢s) es tan subjetiva como la moral, y adem¨¢s es cambiante: no s¨®lo lo que a m¨ª me hace gracia puede no hac¨¦rsela a ¨¦l y viceversa, sino que lo que me hac¨ªa re¨ªr de ni?o tal vez ya, no me hace re¨ªr de mayor, y quiz¨¢ de viejo no me gusten los chistes que me gustan hoy. Ha habido c¨®micos que hac¨ªan partirse de risa en su tiempo a los espectadores y que hoy no los tendr¨ªan ni en la hora punta de la televisi¨®n. En Am¨¦rica provoca carcajadas Bob Hope, que en Europa logr¨® arrancar alguna media sonrisa en su momento de esplendor. La risa y la moral var¨ªan tanto ?e individuo en individuo, de ¨¦poca en ¨¦poca y de pa¨ªs en pa¨ªs que una de las pel¨ªculas que hoy encuentra indiscutibles Mu?oz Molina, To be or not to be, de Lubitsch, tuvo problemas y fue atacada en su d¨ªa por la gente seria precisamente porque se atrev¨ªa a hablar en tono de broma de algo tan grave como la invasi¨®n de Polonia. Hoy resulta incre¨ªble, entre otras cosas, porque la vemos como una s¨¢tira antinazi libre de toda sospecha, pero entonces su pecado era que fuera eso, s¨¢tira y broma, en vez de solemnidad y luto. Es seguro, por tanto, que Kika, de Almod¨®var, habr¨ªa fracasado como comedia si todos sus espectadores hubieran reaccionado como Mu?oz Molina, lo cual no ha sido el caso.
Pero no quiero dejar de lado la frase principal de su respuesta: "De lo que s¨ª estoy seguro es de que en el arte. hay siempre una dimensi¨®n moral e ideol¨®gica, y de que las reacciones ante una obra y los juicios de valor est¨¦ticos ( ... ) nunca son exclusivamente formales". Desde luego que nunca son "exclusivamente formales", entre otros motivos, porque la idea del arte por el arte est¨¢ tan trasnochada como la del arte formativo o el arte moral, aunque a mi interlocutor le cueste desprenderse de esta ¨²ltima. Ha costado mucho meter en la cabeza de los cr¨ªticos (y no de todos) que la separaci¨®n de contenido y forma es tan disparatada como la separaci¨®n de lo que antiguamente se llamaba alma y la actuaci¨®n del cuerpo que encerraba esa alma. Hace siglos que no oigo a nadie decir: "Es un asesino, pero tiene buen fondo", o bien: "La pel¨ªcula es horrenda, pero la fotografla es excelente". Que una obra que se exhibe ante el p¨²blico tenga buena fotograf¨ªa se da por descontado, es lo m¨ªnimo exigible os que haya una voluntad de imperfecci¨®n o fe¨ªsmo.
Pero en lo que s¨ª estoy de acuerdo es en la dimensi¨®n moral del arte. No tanto en la ideol¨®gica, y afirmar, con Ken Loah, que Arma letal est¨¢ tan comprometida ideol¨®gicamente como Ladybird, Ladybird me parece el tipo de simplificaci¨®n elemental -s¨ª, de nuevo-, falsaria e intelectualmente perezosa que durante lustros llev¨® a, tantos cr¨ªticos a sostener que las obras de John Ford eran fascistas, lo pretendieran o no. Lo que ocurre es que esa dimensi¨®n moral del arte tiene poco o nada que ver con la de la realidad, y eso es lo que Mu?oz Molina no acaba de querer ver. Salvar a los personajes odiosos de Uno de los nuestros, de Scorsese, y condenar en cambio. a los de Pulpfiction -porque Scorsese "es un gran director de cine" y Tarantino s¨®lo "un aprendiz joven y probablemente malogrado es no s¨®lo un absurdo, sino una aplicaci¨®n elitista de esa moralidad de la vida real llevada a la ficci¨®n. La dimensi¨®n moral, de las obras de arte va por otros caminos, a mi entender. La lista de Schindler, sobre cuya correcta ideolog¨ªa, y prop¨®sito moral no hay dudas aparentes, yo la veo como una pel¨ªcula deshonesta y por tanto inmoral desde el momento en que recurre a un truco barato y lacrim¨®geno para conmover al espectador, como si Spielberg no se fiara de la fuerza de su material: en medio del blanco y negro de toda la cinta va apareciendo en color rojo el abriguito de una ni?a jud¨ªa que acabar¨¢ cad¨¢ver, como es matural, Con todo su carga ideol¨®gica irreprochable, esa pel¨ªcula es art¨ªsticamente inmoral, como lo son espa?oladas de izquierdas que no vacilan en explotar confines cremat¨ªsticos la ¨ªmagen t¨®pica de la Espa?a renegrida y, cerril, navajera y tremendista que se supone que piden en el extranjero. O como lo es (y aqu¨ª conf¨ªo en que Mu?oz Molina no vea "malevolencia freudiana" ni un golpe bajo) recurrir a la nacionalidad de una pel¨ªcula para execrarla, recordando que, al fin y al cabo, viene de un pa¨ªs en el que se niega el ¨²ltimo cigarrillo. a los condenados a muerte. Si Mu?oz Molina lo piensa dos veces, tendr¨ªamos que execrar cuanto viene del nuestro, incluyendo sus novelas y las m¨ªas.
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