Ornamento y delito
Buzones, quioscos, barandillas, sem¨¢foros, papeleras, bolardos, cabinas de tel¨¦fono, relojes de pie, se?ales de tr¨¢fico, marquesinas de autob¨²s, jardineras de todos los tama?os, paneles electr¨®nicos de informaci¨®n, m¨¢stiles con r¨®tulos callejeros, incontables y horribles armaritos de control y otros objetos ocupan habitualmente las aceras, dificultan los movimientos de los peatones y desfiguran las perspectivas urbanas. Son, como los edificios, los ¨¢rboles, las farolas o los bancos, parte de la ciudad, pero, por su falta de decoro, disparidad y ca¨®tica ubicaci¨®n, producen, al menos en Madrid, un confuso laberinto de obst¨¢culos que hast¨ªa y fatiga al viandante.Deber¨ªamos habernos alarmado cuando aparecieron aquellos paneles publicitarios en las marquesinas de autob¨²s, primero empinados sobre el techo en tiempos predemocr¨¢ticos, y despu¨¦s apoyados en el suelo con los equipos municipales que hoy son oposici¨®n. Pero lo que entonces eran s¨®lo s¨ªntomas preocupantes de Una venta publicitaria de la ciudad, hoy se han desatado en virulenta enfermedad que amenaza con llevamos a aquella visi¨®n delirante que profetiz¨® Terry Gilliam en su pel¨ªcula Brazil, donde todo el paisaje hab¨ªa sido sustituido por los anuncios. Porque no otra cosa es esta colecci¨®n de artefactos que est¨¢ invadiendo recientemente Madrid, sino carteles publicitarios escasa y contradictoriamente disimulados de beneficencia ecol¨®gica y servicio informativo. Y aunque la publicidad exhiba a veces considerables dosis de arte e ingenio, tiene un efecto perturbador en la escena urbana, que puede alterar los mejores y m¨¢s emblem¨¢ticos lugares de una ciudad, que en la l¨®gica del beneficio cremat¨ªstico son m¨¢s valiosos publicitariamente cuanto m¨¢s apreciados y, por tanto, visitados. De acuerdo con el mismo criterio, el siguiente paso probablemente consista en intercalar anuncios en los museos: Coca-Cola sobre el Guernica, y las Majas junto a la foto del Wonderbra.
El dise?o debi¨® ser un factor muy secundario dentro de esta operaci¨®n o, en cualquier caso, un simple apartado m¨¢s del estudio de mercadotecnia, y por ello se ha tenido m¨¢s en cuenta el halago a los gustos estereotipados de un p¨²blico est¨¦ticamente desinformado que los condicionantes de discreci¨®n, orden y limpieza visual que hubiesen requerido instrumentos tan funcionales como un retrete o un recogedor de pilas o de vidrios. Y as¨ª surge esa columna llamada ?Escorial?, que no es escurialense, ni fernandina como han dicho algunos medios, sino una mala interpretaci¨®n de un modelo de Alphand, ingeniero del Segundo Imperio franc¨¦s que cre¨® los cat¨¢logos de mobiliario urbano del Par¨ªs decimon¨®nico, y que, al estar fuera del tiempo y las t¨¦cnicas originales, sustituye su l¨®gico entramado de materiales y texturas por un monobloc con aspecto de hojalata plastificada que s¨®lo puede enga?ar a miradas con muchas dioptr¨ªas.Esta columna tiene adem¨¢s la dudosa virtud de reproducirse con forma de fuente, de retrete o de recogedor de vidrio, aunque se trata de unas gestaciones sospechosamente ortop¨¦dicas, pues los estilos, formas y materiales de estas criaturas sorprendidas en pleno parto no encajan nada con el f¨ªsico materno. Las otras piezas -modernas- ofrecen una variedad de modelos que s¨®lo tienen en com¨²n el denso color gris oscuro y la sensaci¨®n de pesantez, desde la columna creada por el arquitecto Norman Foster, poco representativa de este autor y apenas representada por escasos ejemplares, a las carteleras y recogepilas de Mart¨ªn Szekely, irregular dise?ador afincado en Francia y especialista en indigeribles combinaciones geom¨¦tricas de ¨¢ngulos rectos y curvas o de arcos de medio punto y ojivales, como en esos carteles con forma de abrebotellas que plagan la ciudad. Y qu¨¦ hablar de otras piezas como el cartel de curvadas esquinas con aplicaciones doradas pegadas con silicona y base reducida, que es el terror de los invidentes, de los mamotr¨¦ticos recogedores de vidrio que s¨®lo pueden llenarse hasta la mitad de su altura o de esos m¨¢stiles con bandera que atraviesan a un robusto armarito publicitario de aluminio champagne: toda una lecci¨®n de cu¨¢les pueden ser los caminos de perdici¨®n para presentes y futuros dise?adores.
De la colocaci¨®n de las piezas, agresiva y angulada, s¨®lo dirigida a la exhibici¨®n publicitaria, o de la arbitrariedad con que se han mezclado estilos y modelos ya ha dado abundante informaci¨®n la prensa diaria, con numerosos ejemplos de aceras interrumpidas, vistas cegadas o ubicaciones formalmente anacr¨®nicas, todo ello consecuencia tambi¨¦n de la necesidad de vender los anuncios que ha dirigido la operaci¨®n por encima de cualquier cuesti¨®n que tuviera en cuenta la armon¨ªa o claridad en la percepci¨®n de escenarios urbanos claves en la ciudad. En lugares secundarios no ha habido, en cambio, estos problemas, pues por su escaso valor publicitario simplemente no se han instalado tan ¨²tiles artefactos.
Barcelona nos sigue dando mucha envidia.
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