Rushdie, recondenado
EL RESPETO a costumbres y creencias de las culturas tiene que tener un l¨ªmite claro, el que impone el respeto a la libertad y a la vida de los individuos. Por eso la condena a muerte dictada por el ayatol¨¢ Jomeini en 1989 contra el escritor Salman Rushdie por haber escrito el libro Versos, sat¨¢nicos condiciona con raz¨®n las relaciones de Ir¨¢n con el mundo democr¨¢tico mientras este Estado no se distancie de aquella medida. El viceministro de Exteriores de Ir¨¢n, Mahmud Vaezi, acaba de comunicar a la troika de la Uni¨®n Europea (Francia, Alemania y Espa?a) la tajante negativa de Teher¨¢n a la demanda que la UE hab¨ªa formulado el pasado mes de abril en este sentido.Alentar al asesinato y ofrecer recompensa por ello es un crimen aqu¨ª, en Teher¨¢n y en China. Y las democracias del mundo, los Estados de derecho y las instituciones internacionales deben hacer que Ir¨¢n lo entienda. Los pa¨ªses europeos ten¨ªan la esperanza de que su gesti¨®n ante las autoridades iran¨ªes para acabar con este decreto del fanatismo tuviera ¨¦xito.
En la c¨²pula iran¨ª existe una lucha entre sectores moderados y los m¨¢s fan¨¢ticos e intransigentes. El ¨®rgano de la l¨ªnea m¨¢s dura, Joumhuri Islam¨ª, ya advirti¨® a las autoridades que "nadie, y menos el Gobierno de Ir¨¢n, puede revocar la decisi¨®n sobre la ejecuci¨®n de Rushdie, el infiel".
Las luchas internas en el poder de Teher¨¢n son dif¨ªcilmente evaluables e influenciables por Occidente. Pero moderados y fan¨¢ticos, deben saber por igual que hay ciertos principios que ya son universales y a cuya defensa las democracias jam¨¢s renunciar¨¢n. Y entre ellos est¨¢ que cualquiera tiene derecho a escribir un libro, bueno o malo, sin que esto lo condene a muerte.
En Egipto ha sido dictada por los tribunales religiosos una sentencia declarando ap¨®stata al prestigioso escritor Abu Zeid y ordenando que su mujer se separe de ¨¦l. Y en San Sebasti¨¢n, un periodista, Jos¨¦ Mar¨ªa Calleja, vive con escolta y bajo permanente amenaza de otros fan¨¢ticos que nos son, por desgracia, m¨¢s cercanos.
La defensa de la palabra es la defensa de la libertad y la dignidad, de los valores irrenunciables que hacen del mundo contempor¨¢neo, pese a todas sus imperfecciones, el m¨¢s humano de los habidos. Y la validez y vigencia de estos principios tiene por necesidad que ser universal. Ir¨¢n tiene graves problemas econ¨®micos y sociales. Sus dirigentes deber¨ªan ser conscientes de que el mantenimiento de la condena contra Rushdie s¨®lo contribuye a aumentarlos.
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