La madre de todas las batallas
Acabado el est¨¦ril debate parlamentario sobre las escuchas del CESID; elaborado el lamentable nuevo Gobierno; hecha p¨²blica en los iritersticios de los dos acontecimientos anteriores la asombrosa operaci¨®n Endesa-BCH (de m¨¢xima importancia; inaugura una pol¨ªtica industrial diferente, de sentido contrario a la que se estaba practicando), si no emergen nuevos esc¨¢ndalos, la pr¨®xima batalla ser¨¢ la de los Presupuestos.De la aprobaci¨®n de los correspondientes a 1996 depende que el Gabinete baje un escal¨®n m¨¢s en su grado de credibilidad (a¨²n puede) o que se presente a la convocatoria de pr¨®ximas elecciones con una pizca de coherencia en la pol¨ªtica econ¨®mica a largo plazo, que aproveche a quien le suceda, en beneficio de los ciudadanos.
Ha sido un acervo cl¨¢sico afirmar que los presupuestos de un pa¨ªs eran el principal instrumento de su pol¨ªtica econ¨®mica. Cada vez menos; no s¨®lo por la incidencia de los mercados, sino porque la internacionalizaci¨®n determina externamente muchos de los cap¨ªtulos presupuestarios.
Aprobadas las condiciones de convergencia firmadas en Maastr¨ªch',, como m¨¦todo para llegar a la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria, los Presupuestos de 1996 constri?en el cuadro macroecon¨®mico a unos objetivos sin discusi¨®n: inflaci¨®n, d¨¦ficit p¨²blico, tipos de inter¨¦s y grado de endeudamiento no ser¨¢n materia de debate entre las distintas fuerzas pol¨ªticas. Nuestra implicaci¨®n en Europa determina el resultado del Presupuesto; se elabora de abajo arriba; sabido que el d¨¦ficit p¨²blico no debe superar el 4,4% del PIB, las fuerzas pol¨ªticas s¨®lo pueden diferenciarse en su distribuci¨®n.
La rigidez se extrema si, adem¨¢s del resultado, se le a?aden los compromisos adquiuridos (los intocables); salarios de los funcionarios, pensiones, desempleo, transferencias a las comunidades aut¨®nomas, sanidad, etc¨¦tera. Lo que implica, en resumen, que el presupuesto s¨®lo se cambia de modo sustantivo aumentando los ingresos -¨ªmpuestos- o disminuyendo (en la parte que no est¨¦ comprometida) la inversi¨®n p¨²blica. Descartado por motivos pol¨ªticos lo primero, s¨®lo resta limitar la inversi¨®n p¨²blica nueva.
Independientemente de que, al hacerlo, los socialistas se desentiendan de su programa electoral, el par¨®n de la inversi¨®n p¨²blica conlleva un tipo de sociedad concreto: se opta por mantener los niveles del peque?o Estado del Bienestar espa?ol a costa del crecimiento de la riqueza, y por lo tanto del empleo, que se genera a trav¨¦s de la actividad p¨²blica.
Esta es la verdadera discusi¨®n y ya ha habido opiniones, generalmente procedentes del mundo empresarial o acad¨¦mico, que entienden que esta opci¨®n pol¨ªtica gangrena el crecimiento futuro. Para estas voces no hay que limitar la inversi¨®n p¨²blica sino el gasto social; para los sindicatos no se puede tocar el gasto social y hay que aumentar la inversi¨®n p¨²blica y generar empleo; para el Gobierno, el objetivo del d¨¦ficit p¨²blico del 4,4% es algo irrenunciable; para Jordi Pujol, se puede flexibilizar en el tiempo el dato del d¨¦ficit, a favor de ayudas a la econom¨ªa real (empresas); y el PP se pregunta, mientras tanto, cu¨¢l es el verdadero porcentaje del d¨¦ficit, sin descubrir sus aut¨¦nticas cartas de ajuste. No habiendo dinero para todo, esta es la madre de todas las batallas.
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