El dif¨ªcil camino hacia la autonom¨ªa cisjordana
Arafat trata de resolver con Israel el enigma que entra?a hallar una soluci¨®n aceptable para ambas partes en la regi¨®n
Ibrahim Abdel Hadi es un millonario sesent¨®n palestino que desde los ventanales de su fresco despacho en lo alto del flamante hotel Al Qaser contempla el valle norte?o de Cisjordania con la misma intensa preocupaci¨®n que se halla en las conversaciones de cualquier caf¨¦ popular de Nablus. A primera vista, el paisaje no puede ser m¨¢s placentero: huertos bien cuidados, construcciones nuevas y carreteras limpias que se pierden perezosamente entre pintorescas colinas. Pero al se?or Abdel Hadi le gusta puntualizar ciertos detalles. "All¨ª, donde est¨¢ esa gran antena, est¨¢ la prisi¨®n israel¨ª. Esas casas de m¨¢s all¨¢ son los asentamientos jud¨ªos. Aquel camino es el que usan los colonos para ir a Tel Aviv. Aquel otro, para ir a Jerusal¨¦n", dice moviendo el ¨ªndice sobre el panorama de lo que Yasir Arafat llama la base fundamental, la capital econ¨®mica del futuro Estado palestino.Nadie sabe exactamente qu¨¦ forma pol¨ªtica y geogr¨¢fica va a adquirir todo esto cuando Arafat y el Gobierno de Isaac Rabin firmen un acuerdo para ampliar la autoridad del Gobierno palestino en Cisjordarnia, previsiblem¨¦nte el pr¨®ximo 25 de julio. "Los acuerdos son una cosa; su aplicaci¨®n, otra", dice, "todo depende de la buena voluntad de Israel".
Israel y la Autoridad Nacional Palestina (ANP) est¨¢n tratando de resolver el monumental enigma que entra?a hallar una soluci¨®n aceptable para ambos en Cisjordania. En principio, existe acuerdo para el "repliegue" de las tropas israel¨ªes de siete ciudades y aldeas cisjordanas: Nablus, Jen¨ªn, Qalqiliya, Tulkarem, Ramala, Bel¨¦n y una parte de Hebr¨®n. Sin embargo, la modalidad y la profundidad del repliegue -con prudente realismo nadie usa la palabra "retirada"- sigue siendo materia de intenso debate y fren¨¦tica negociaci¨®n.
De por medio est¨¢ la preocupaci¨®n israel¨ª de mantener la seguridad para los 130.000 colonos jud¨ªos esparcidos en asentamientos que, en muchos casos, est¨¢n literalmente a un tiro de piedra de los habitantes de los territorios palestinos ocupados y desesperadamente a la espera de una autonom¨ªa de verdad.
El acuerdo busca poner fin a las limitaciones geogr¨¢ficas, pol¨ªticas y administrativas a las que los palestinos est¨¢n sujetos desde que Arafat se hizo cargo de la franja de Gaza y Jeric¨® tras su hist¨®rico retorno a Palestina hace un a?o. Incluso allegados a Arafat desconf¨ªan de las propuestas israel¨ªes. Basta ver un mapa de Cisjordania para comprobar lo complicado que va a ser eliminar puntos de fricci¨®n entre palestinos y los colonos jud¨ªos, cuya protecci¨®n se va a transformar en la prioridad militar de Israel en estos tiempos.
Como para los palestinos y los israel¨ªes, Cisjordania es infinitamente m¨¢s importante, desde el punto de vista estrat¨¦gico, que Gaza o el so?oliento y d¨®cil oasis de Jeric¨®. Extremistas de ambos bandos est¨¢n empe?ados en torpedear el primer plan concreto y realista de paz desde la creaci¨®n de Israel, en 1948.
El proyecto de acuerdo, en torno al cual existen grandes diferencias de interpretaci¨®n, desaf¨ªa los m¨¢s sinceros supuestos para definir la complejidad: el proyecto divide a Cisjordania en sectores y ¨¢reas: A, B y C. ?stas, a su vez, se someten a grados: uno y dos. Si Palestina hace un a?o pod¨ªa ser definida como un estado de ¨¢nimo, hoy suena como un complejo vitam¨ªnico.
Seg¨²n el plan, Arafat asumir¨¢ el control del sector A, las seis ciudades palestinas y parte de Hebr¨®n, donde Israel insiste en mantener tropas para proteger a las cuarenta y tantas familias de colonos jud¨ªos atrincherados en el coraz¨®n de la disputada ciudad. Arafat tambi¨¦n controlar¨¢ el sector B-1, las aldeas y ¨¢reas rurales de un buen sector de Cisjordania. Los israel¨ªes mantendr¨¢n la seguridad del ¨¢rea B-2, aldeas y tierras palestinas demasiado cercanas a instalaciones militares y colonias jud¨ªas. Israel tambi¨¦n estar¨¢ a cargo del ¨¢rea C, o sea, las instalaciones militares, sus movimientos y potestades, y de la tranquilidad de los asentamientos jud¨ªos.
?Confundidos? Los palestinos ciertamente lo est¨¢n. ?Temerosos? Hay que ver y escuchar a los furibundos ultranacionalistas jud¨ªos que no se resignan a la idea de tener que confiar en el funcionamiento de las futuras "patrullas conjuntas" palestino-israel¨ªes a cargo del control de las principales carreteras que conectan las ciudades palestinas entre s¨ª. Las carreteras que unen los asentamientos jud¨ªos con Israel propiamente dicho caer¨¢n, por supuesto, bajo exclusiva jurisdicci¨®n militar israel¨ª.
Si para los palestinos radicales Rabin es un peligroso charlat¨¢n, para los colonos es un traidor. Por ello hay carteles en los que aparece con la cabeza cubierta con una kufiya, el tradicional tocado palestino, y en cuya frente se han dibujado los c¨ªrculos conc¨¦ntricos de una diana de tiro al blanco.
Si los extremistas de ambos cuarteles afirman que lo que existe aqu¨ª es una naci¨®n demasiado peque?a para dos pueblos, los moderados est¨¢n de acuerdo en que la puesta en marcha de la "segunda fase" del plan de paz firmado en 1993 en Washington va a ser una pesadilla para los ingenieros y los pol¨ªticos. Es gigantesca la misi¨®n de concebir y construir carreteras, puentes, desv¨ªos y atajos para evitar que una pedrada, un disparo, una bomba, pongan fin al calendario ideal que, salvando el odio de vecinos antiguos y nuevos, se han fijado Arafat y Rabin.
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