La cuenta final de Carl Lew¨ªs
El norteamericano exprime sus ¨²ltimos d¨ªas como velocista
El hombre que s¨®lo temi¨® a Ben Johnson mira ahora la espalda de todos sus rivales. Carl Lewis exprime sus ¨²ltimos d¨ªas como velocista con unos resultados intolerables para una leyenda. El pasado mi¨¦rcoles, en Lausana, termin¨® en el ¨²ltimo puesto en la carrera de 200 metros. Su nombre todav¨ªa es el principal reclamo en las grandes competiciones, pero su hora ha pasado."Me resulta dif¨ªcil mirar de frente a los ojos de la gente" declar¨® despu¨¦s de la cat¨¢strofe de Lausana. Lewis ten¨ªa, abierta la herida del orgullo, por donde m¨¢s, sangran los campeones. Incluso en los peores tiempos, en los a?os medio sab¨¢ticos que se ha tomado en su dilatada carrera, Lewis siempre ha actuado con la arrogancia del atleta que est¨¢ convencido de su autoridad sobre sus rivales. Pero en Lausana sufri¨® el descr¨¦dito instant¨¢neo. Parec¨ªa un veterano de verdad, casi un ex atleta. Siempre estuvo dos metros por detr¨¢s de sus adversarios, un boquete que pon¨ªa de manifiesto su debilidad actual, quiz¨¢ su ocaso.
La erosi¨®n de Lewis comenz¨® hace tres a?os. Los Juegos de Barcelona fueron su ¨²ltimo escenario glorioso. Gan¨® el salto de longitud frente a su compatriota Mike. Powell y cerr¨® con una explosi¨®n de clase y vigor la carrera (le relevos 4x100. Ten¨ªa 31 a?os y resultaba dif¨ªcil hacer c¨¢balas sobre un atleta que se hab¨ªa atrevido a batir el r¨¦cord mundial de 100 metros a la improbable edad de 30 a?os. Pero, desde Barcelona, la carrera de Lewis ha languidecido. Su ¨²ltima gran marca se produjo en 1993, precisamente en Lausana, donde gan¨® los 200 metros con un tiempo de 19,99 segundos. Desde entonces, nunca ha bajado de la frontera de los 20 segundos en 200 metros y de 10 segundos en los 100.
El soporte de sus dos ¨²ltimos a?os ha sido el prestigio y el carisma. Todav¨ªa hoy, cuando el declive es evidente, es el atleta con. mayor magnetismo del circuito. La compa?¨ªa de neum¨¢ticos Pirelli le eligi¨® el pasado a?o para protagonizar una agresiva campa?a publicitaria.Los malos resultados no han impedido que Pirelli haya renovado su confianza en el poder de atracci¨®n de Carl Lewis. Mientras fracasaba en Lausana, las televisiones europeas emit¨ªan un impactante anuncio del velocista estadounidense, el hombre de las ocho medallas de oro en los Juegos Ol¨ªmpicos.
S¨®lo el dinero le anima a prolongar su carrera deportiva. Hasta ahora quedaba el orgullo, pero derrotas como la de Lausana son indigeribles. Sucede, sin embargo, que alrededor de Lewis se ha levantado un apetitoso negocio, que comienza con su club, el Santa M¨®nica. La desaparici¨®n de Lewis supondr¨ªa un duro golpes para al menos media docena de atletas que s e han cobijado a su sombra. La calidad de Mike Marsh, Leroy Burrell o Floyd Heard no es suficiente para garantizarles los beneficios que encuentran bajo el patrocinio de Lewis, el hombre que les garantiza m¨¢s dinero y mejor trato en el circuito europeo de verano.
Lewis decidi¨® regresar a Estados Unidos y finiquitar las galas de julio en Europa. Sinti¨® de veras el peso de la derrota, lo suficiente como para preparar su participa ci¨®n en los Mundiales de Gotemburgo en la prueba de longitud, su ¨²ltimo reducto, la prueba que le ha dado tres medallas de oro en los Juegos Ol¨ªmpicos (84, 88 y 92). Pero incluso el salto de longitud comienza a volverle la espalda. Por primera vez no ser¨¢ favorito.
Lewis sabe que su compatriota Mike Powell y el cubano lv¨¢n Pedroso tienen m¨¢s posibilidades en Gotemburgo. El campe¨®n no tiene ni la edad ni la fuerza de sus mejores a?os. Fracasos como el de Lausana destrozan el temor que hasta ahora produc¨ªa su nombre.
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