La econom¨ªa en una sociedad desmoralizada
Cuando un amigo, creo que la primera vez fue en 1984, me habl¨® de negocios inmobiliarios que se hab¨ªan podido realizar gracias a haber concedido una buena prima a gentes del PSOE, le ped¨ª de inmediato que me diera, la documentaci¨®n necesaria para presentar la denuncia correspondiente en el juzgado de guardia, respuesta, lo reconozco, tan inoportuna como desmesurada, que tuvo el natural efecto de que no volviera a hablar del asunto. Al que se atrev¨ªa a manifestar la menor sospecha sobre la honradez de los socialistas en el poder le lanzaba a la cara eso de que podr¨ªan meter la pata -era bastante cr¨ªtico con la pol¨ªtica del Gobierno, y as¨ª lo manifestaba. p¨²blicamente-, pero nunca la mano: la frase hecha, que repet¨ª como un loro, dejaba tan s¨®lo constancia de mi pertenencia a la secta.Cuando me llegaron los primeros rumores de que detr¨¢s de los GAL estaba el Gobierno, debi¨® ser a mediados de 1985, me negu¨¦ en rotundo a creerlo: no me cab¨ªa en la cabeza que gentes que hab¨ªan luchado contra el franquismo pudieran retomar sus m¨¦todos, no ya s¨®lo porque fuese una traici¨®n a los principios mas elementales del Estado democr¨¢tico, es que peor, adem¨¢s de un crimen, era una estupidez de tal calibre, con consecuencias tan nefastas en la lucha contra el terrorismo, que no estaba dispuesto a admitirlo. Que se hubieran canalizado parte de los fondos reservados en las cuentas privadas de semejantes h¨¦roes eso ya no pod¨ªa ni siquiera imaginarlo.
Tengo que confesar, para mi verg¨¹enza, que yo s¨ª cre¨ª, junto con unos cuantos millones m¨¢s de espa?oles, que eran distintos. No me perdono que me hayan enga?ado tan vilmente; creo que los espa?oles no nos lo perdonamos. Se ha abierto una llaga purulenta que no tiene f¨¢cil cura. Un pueblo que ha perdido la fe en s¨ª mismo, porque ya no puede confiar en nada ni en nadie, tiene ante s¨ª un futuro bastante tenebroso. Al alcance del m¨¢s torpe est¨¢ el blasonar de cinismo: lo dif¨ªcil es creer en algo y no ser completamente tonto. He observado que- cuanto m¨¢s. postrado un. pa¨ªs, mayor el n¨²mero de los listillos, de los esc¨¦pticos, de los c¨ªnicos y otras gentes de la misma ralea. En cambio, creyentes, gentes que creen de verdad en Dios, en la ciencia, en la honradez, en la solidaridad, en su profesi¨®n, en el pa¨ªs, en fin, que creen en algo que les sostiene en la vida m¨¢s all¨¢ del gozo que le aporta lo que puedan gastar, suelen encontrarse por lo general en los pa¨ªses m¨¢s ricos y florecientes.
De la misma manera, donde prevalece el chis me sobre la informaci¨®n contrastable cabe dar por supuesto una falta de transparencia democr¨¢tica. Hay pa¨ªses en los que no se puede prescindir de las hablillas para barruntar m¨¢s o menos lo que sucede: M¨¦xico es un ejemplo claro. En cambio, en los pa¨ªses desarrollados, con democracias que m¨¢s o menos' funcionan, el rumor ocupa un espacio muy reducido. Tal vez porque se tiende a un mayor optimismo respecto al propio pa¨ªs, hasta ahora me hab¨ªa negado a prestar atenci¨®n a los muchos bulos que de manera creciente circulan en nuestro pa¨ªs. La tr¨¢gica experiencia de estos ¨²ltimos a?os me ha convencido de, que sin tomar en serio los rumores que corren por los mentideros espa?oles tampoco se puede entender mucho de lo que est¨¢ ocurriendo. Nuestra sabidur¨ªa popular se condensa en aquello de "piensa mal y acertar¨¢s": se explica que con semejante m¨¢xima no surgieran grandes pensadores -lo arduo y fecundo es pensar bien, pero s¨ª al menos un pueblo de decepcionados a los que ya no perturba la malicia ajena porque conocen perfectamente la propia.
Prestar atenci¨®n a los rumores, adem¨¢s de evitarnos nuevos chascos, tiene la ventaja de que, al rellenar los. huecos de nuestra ignorancia, da a los sucesos un aspecto de mucha mayor coherencia, de modo que, si no basta para aproximarnos a la verdad, al menos se gana en verosimilitud, bastante m¨¢s eficaz a la hora de configurar a la opini¨®n p¨²blica. Lo verdadero, adem¨¢s de ser de dif¨ªcil acceso, casi siempre resulta incre¨ªble; la opini¨®n p¨²blica, en cambio, prefiere lo veros¨ªmil, aquello de que se non ¨¦ vero, ¨¦ ben trovato.
Fij¨¦monos en el esc¨¢ndalo de las escuchas del Cesid, no el m¨¢s grave, ¨²nicamente por ser el ¨²ltimo. Lo primero que llama la atenci¨®n es que lo conoc¨ªamos desde febrero de 1990, cuando el entonces vicepresidente del Gobierno, al tener que enfrentarse a la historia del despacho sevillano, que parece sacada de un cuento de Pedro Antonio de Alarc¨®n, ante el Congreso de los Diputados amenaz¨® con dar a conocer unos dossiers que, a estas alturas, ya nadie duda de que proven¨ªan de las escuchas del Cesid. El que los diputados no reaccionaran ante tama?a infamia, obviamente anticonstitucional, el que los ciudadanos s¨®lo nos horroriz¨¢semos de puertas adentro, como si temi¨¦ramos que se hiciera p¨²blico el dossier de cada uno, es el verdadero esc¨¢ndalo que conocemos cinco a?os antes de explotar. Que siguiendo el ejemplo del Gobierno el que pod¨ªa perm¨ªrselo se interesase por coleccionar dossiers, era rumor tan notorio que hasta lo recog¨ªa la prensa. Merced a esta afici¨®n, Javier de la Rosa y Mar¨ªo Conde parec¨ªan fortalezas inexpugnables.
Tambi¨¦n la teor¨ªa de la conspiraci¨®n que ha manejado el presidente data de antiguo; ya la sac¨®- a relucir hace cinco a?os, casi en los mismos t¨¦rminos, aunque fuese otro el peri¨®dico al que se apuntaba, el actual vicesecretario general del partido gobernante, hasta el punto de que lleg¨® a convertirse en doctrina oficial sin que entonces ficci¨®n tan corruptora inquietara a muchos, tanto fuera como dentro del partido. Convendr¨ªa no echar en saco roto que el antiguo vicepresidente y el actual presidente, al encontrarse en parecida situaci¨®n, acuden a la misma explicaci¨®n conspiratoria. Lo m¨¢s repulsivo en esta guerra de rumores es que el Gobierno haya desempe?ado el papel principal: el que el presidente, por grande que sea su empe?o, en sobrevivir a cualquier precio, haya lanzado sin prueba alguna el rumor de la conspiraci¨®n, cuando justamente es su actuaci¨®n el primer factor de deslegitimizaci¨®n democr¨¢tica, supera con mucho los m¨¢rgenes de irresponsabilidad que parecen tolerables.
La sociedad espa?ola percibe la gravedad de que el Gobierno haya perdido el control sobre grabaciones ilegales que ha ido realizando durante a?os, no ya tanto porque se haya puesto de manifiesto que no se respeta la Constituci¨®n -nadie ignora, con Lassalle, la distancia que separa a la Constituci¨®n escrita de la real-; tampoco porque se hayan vulnerado derechos sagrados del individuo -que se asuma parece ya m¨¢s penoso-, sino, sobre todo, y en primer lugar, porque se ha creado una situaci¨®n de incertidurribre- altamente peligrosa: nadie sabe ya lo que realmente se sabe.
El que se hayan grabado conversaciones del Rey, en cuanto vulneraci¨®n de los derechos de la persona, no es m¨¢s grave que cualquier otra escucha de cualquier otro ciudadano; en cambio, s¨ª es much¨ªsimo m¨¢s peligroso por los riesgos de inestabilidad, que conlleva para el orden pol¨ªtico establecido. Los rumores que circulan sobre los contenidos de las conversaciones grabadas al Rey son estremecedores: y claro, sin publicarlas no se pueden falsificar tama?as insidias, pero en este caso ser¨ªa peor el reme dio que la enfermedad. Aqu¨ª se ha abierto un flanco de inseguridad, a medio plazo imprevisible, del que es responsable el Gobierno. Nadie duda de que el actual equipo gobernante, cuando pase a la oposici¨®n, se llevar¨¢ sabrosos dossiers sobre el PP y su presidente, junto con una buena cantidad de esc¨¢ndalos bien distribuidos por toda la geografia nacional: con el balear acabamos de empezar para abrir boca. La pregunta verdaderamente inquietante es: ?cu¨¢ntas personas privadas disponen de documentaci¨®n ex plosiva que pueden ir filtrando a su conveniencia?, ?o es que acaso cre¨ªa el Gobierno que es tos m¨¦todos eran monopolio exclusivo del se?or Guerra?
El empe?o de don Felipe Gonz¨¢lez de controlar al Estado y a la sociedad espa?ola de la manera como ha manejado a su propio partido -pese a lo que se ha llegado a saber, se permite decir con el mayor sarcasmo, hasta hoy: "Todos los compa?eros est¨¢n como excesivamente solidarios", acaba por revelarse la verdadera conspiraci¨®n antidemocr¨¢tica que nos amenaza muy en serio. Despu¨¦s de haber ganado la confianza de una buena parte de los espa?oles, puso la mirada en el futuro brillante de la patria, dispuesto a tomar las decisiones m¨¢s arriesgadas, convencido de que todos los medios valen con tal de que lleven a la meta: ¨¢cci¨®n directa para acabar con ETA; fondos reservados para pagar los buenos oficios de los colaboradores imprescindibles, sin lo que la gente capaz terminar¨ªa por marcharse del servicio p¨²blico; tolerancia con los pecadillos individuales, al fin y al cabo el chocolate del loro, sin mayor significaci¨®n en este gran proyecto de moderniza ci¨®n de Espa?a. Y todo ello sostenido en una pol¨ªtica econ¨®mica fielmente ortodoxa, tal como la demanda el mundo en que es tamos integrados. En el fondo es un gran patriota, justamente como hay que serlo, sin escr¨²pulos, y si no, preg¨²nteselo a los ingleses, que de patriotismo entienden la tira.
El mago que crey¨® en su suerte, que se sent¨ªa bendecido por la diosa fortuna para hacer todo lo que exigiesen los altos designios de la patria, empieza a contemplar de repente c¨®mo se desploma u?a obra hecha con aliento hist¨®rico por una serie de esc¨¢ndalos en tomo a decisiones pasadas que cuando se tomaron fueron duras, aunque imprescindibles, y que ahora han saltado a la palestra por la labor conspirator¨ªa de unos pocos vanidosos irresponsables, o la vileza de los que quieren arrebatar a la patria al ¨²nico que podr¨ªa llevarla a f¨¦liz puerto.
Personalmente ser¨ªa terrible, aunque poco probable, que el presidente, dispuesto al fin a contemplar la realidad sin anteojeras, cayese en la cuenta de cu¨¢l ha sido el resultado de una pol¨ªtica de altos vuelos que no ha reparado en los medios: una sociedad por completo desmoralizada que, adem¨¢s, se encuentra muy alejada de los indicadores socioecon¨®micos so?ados. Pese a haber sacrificado, ideas, normas y comportamientos al objetivo ¨²nico de conseguir que Espa?a pudiera encontrarse entre los primeros pa¨ªses europeos, tenemos que hab¨¦rnoslas con el d¨¦ficit p¨²blico m¨¢s alto del siglo XX -habr¨ªa que retroceder al XIX para encontrar, en relaci¨®n con las dem¨¢s variables, un endeudamiento semejante-, a lo que se une una tasa de paro del 24%, m¨¢s del doble de la media comunitaria. Me pregunto qui¨¦n se atrever¨¢ a explicar a don Felipe Gonz¨¢lez que cuando falla la moral en la c¨²spide se desmoraliza la sociedad toda; y cuando la moral de un pa¨ªs anda por los suelos, su econom¨ªa se encuentra a la misma altura: la econom¨ªa tiene tambi¨¦n que ver, qui¨¦n lo iba a decir, con valores inmateriales. En fin, que no todos los caminos conducen a Roma; algunos llevan directamente al infierno.
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