Sarajevo, desde el otro lado del r¨ªo
La destrucci¨®n ha llegado al barrio serbio de Grbavica, pero en mucha menor escala que en la capital bosnia
Soy un francotirador, como esos dos de menos de veinte a?os que pasan junto a m¨ª con sus rifles de mira telesc¨®pica. Ante mis ojos, a menos de doscientos metros, tengo algunas de las ventanas de la fachada principal del hotel Holiday Inn, abrasado a tiros precisamente desde el lugar en que me encuentro: los restos de la antigua Facultad de Agricultura de Sarajevo, en Grbavica, el principal barrio serbio de la ciudad asediada. ?ste es el frente serbio, el de los dominadores. A 100 metros, al otro lado del Miljacka, aqu¨ª un sucio arroyuelo, est¨¢n las l¨ªneas gubernamentales bosnias. El Miljacka divide Sarajevo y nace limpio e impetuoso junto a Pale, la vecina capital de los ultranacionalistas, a 40 minutos por la hermosa carretera que bordea el monte Trebevic.Todo est¨¢ en calma este 14 de julio en la capital bosnia, recostada al sol de la ma?ana como si nada sucediera. En esta parte de la ciudad s¨®lo se escuchan los p¨¢jaros o el ladrido de alg¨²n perro. No hay tr¨¢fico. La poca gente que callejea lo hace con precauci¨®n, "porque ayer cayeron varias granadas y los francotiradores musulmanes disparan cada d¨ªa". Algunas de las calles, las m¨¢s expuestas de este suburbio serbio donde viven alrededor de 15.000 personas, est¨¢n protegidas por mantas oscuras colgadas que las cruzan, a modo de ropa tendida, para preservar a los vecinos del fuego enemigo. La gente las atraviesa deprisa. No lejos est¨¢ Lukavica, principal cuartel de los serbios en Sarajevo y zona tab¨² paria el visitante. Grbavica, dice mi gu¨ªa-guardi¨¢n de la oficina de prensa serbobosnia en Pale, tambi¨¦n tiene su "avenida de los francotiradores", "y tambi¨¦n aqu¨ª hacen cola para coger agua, corno en el otro lado, y caen granadas que matan a nuestra gente, y no hay cristales en las ventanas. Todo es como en el otro lado, lo que pasa es que no tenemos a los periodistas de nuestra parte para contarlo", dice mientras me conduce por los lugares donde hay restos de impactos. "La ¨²nica diferencia", recapitula, "es que nosotros podemos movernos y ellos no"
Me ha tra¨ªdo desde la vecina Pale, tras casi una semana de solicitudes y gestiones, en un autom¨®vil con placas de matr¨ªcula CC, o Siarajevo Serbio, en caracteres cir¨ªlicos. No s¨®lo las matr¨ªculas, sino la mayor¨ªa de los documentos emitidos en Pale, sobre todo los oficiales, est¨¢n sellados como dados en Sarajevo. Los radicales serbios de Bosnia intentan enfatizar as¨ª el car¨¢cter provisional de la capitalidad del id¨ªlico pueblo de monta?a que les sirve ahora de feudo pol¨ªtico-administrativo.
Desde donde me habla veo cercano, al otro lado del r¨ªo, el rascacielos de la firma Energoinvest, que fuera insignia de los logros econ¨®micos de una Sarajevo en paz. Est¨¢ abrasado, como buena parte del hotel que tradicionalmente sirve de cuartel general " a los periodistas que cuentan siempre lo que sucede en la parte musulmana". Emociones aparte, la diferencia entre la destrucci¨®n que se ve en este lado de Sarajevo, el serbio, y la que hay en el otro es b¨¢sicamente de escala, de 1 a 10. Aqu¨ª es 1. E inevitablemente sucede lo mismo con la destrucci¨®n que no se ve, la de vi das de civiles inocentes.
En las tiendas de Grbavica hay m¨¢s o menos las mismas cuatro cosas que en el lado bosnio de Sarajevo, en las pocas ocasiones en que est¨¢ abastecido, pero los precios son tres veces m¨¢s bajos. La fruta y la verdura, a diferencia de la cercana Pale, brillan por su ausencia. La estrat¨¦gica carretera que une con Pale ¨¦ste y otros suburbios serbios de Sarajevo, donde viven alrededor de 40.000 personas, es una bell¨ªsima y sinuosa ruta de monta?a flanqueada, a 1.500 metros de altura, por espesos bosques de abetos. Las tropas gubernamentales bosnias intentaron cortarla, sin ¨¦xito, al comienzo de sus operaciones para desbloquear la capital, el mes pasado. S¨®lo cuando va a desembocar en Grbavica est¨¢ protegida en uno de sus lados por altas vallas de madera y sacos terreros, para preservar este ¨²ltimo tramo del fuego bosnio desde sus cercanas posiciones en la colina de Dbelo Brdo. Hoy est¨¢ desierta.
Para ser rigurosos, no tan desierta. Un frenazo brusco detiene mi coche a la salida de una curva ascendente en el camino de regreso a Pale. En medio de la carretera est¨¢ atravesado un tanque serbio T-55. El oficial al mando ordena expeditivamente que nos retiremos. Su ca?¨®n de 100 mil¨ªmetros hace cuidadosamente punter¨ªa, aparentemente en direcci¨®n a Sarajevo, y dispara atronadoramente por dos veces en menos de un minuto. Surgen sendas columnas de humo, pero en las lejanas posiciones enemigas de la colina de Mojmilo, a m¨¢s de cinco kil¨®metros. Despu¨¦s, retrocede y se entierra en el bunker de donde ha surgido.
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