Protesta contra Francia
EL D?A de la Bastilla, la fiesta nacional francesa, se convirti¨® ayer en una jornada mundial de protesta contra las futuras pruebas nucleares de Francia en el Pac¨ªfico. Aunque el presidente Chirac y su primer ministro, Alain Jupp¨¦, han puesto al mal tiempo buena cara, asegurando que las detonaciones nucleares son imprescindibles para garantizar la plena capacidad del arma at¨®mica francesa, y retando a la opini¨®n p¨²blica internacional con su decisi¨®n de seguir adelante con las pruebas, es dif¨ªcil que pudieran prever la conmoci¨®n mundial que ha provocado un gesto, que es de arrogancia, seg¨²n el punto de vista internacional mayoritario, y de independencia, seg¨²n los propios medios oficiales de Par¨ªs.Lo que se conceb¨ªa, entonces, como una promoci¨®n para consumo fuertemente interior y de car¨¢cter nada disimuladamente nacionalista, se est¨¢ transformando en un esc¨¢ndalo internacional de proporciones m¨¢s que regulares.
En todas las capitales del Pac¨ªfico sur, notablemente en las de Australia y Nueva Zelanda, inc¨®modos e incomodados vecinos de la zona, m¨¢s la mayor¨ªa de las capitales europeas, incluida Madrid, se han efectuado actos de protesta m¨¢s o menos multitudinarios, pero todos muy representativos de una opini¨®n mundial crecientemente airada ante los desplantes contra el medio ambiente. No sin sarcasmo, militantes de la organizaci¨®n ecologista Greenpeace han hecho entrega en la Embajada francesa en Bruselas de una bandeja de hongos, subrayando que eran "de Par¨ªs y no at¨®micos". Y dignatarios de todo el mundo, incluso algunos europeos, se abstuvieron ayer de concurrir a las celebraciones de las embajadas de Francia con motivo del 14 de julio, en se?al de disgusto por la obstinaci¨®n del presidente Chirac.
En la capital francesa tambi¨¦n se produjeron ayer incidentes, aunque menores, al paso del desfile militar que conmemoraba el d¨ªa fundacional de la Revoluci¨®n, pero la protesta nacional parece que' guarda sus fuerzas para el ¨²ltimo domingo de septiembre, coincidiendo con la reanudaci¨®n de las pruebas nucleares. Es obligado que el partido so cial.ista, que ya dirige el rival de Chirac en las pasa das presidenciales, Lionel Jospin, encuentre una buena plataforma para la cr¨ªtica de la altaner¨ªa y el dispendio de la pol¨ªtica exterior francesa. Es decir, que ni siquiera en casa es seguro que una operaci¨®n pensada como de prestigio -que tal era, a todas luces, el primer objetivo del presidente Chirac- vaya a quedar demasiado lustrosa.
Si la renovaci¨®n que prometi¨® el presidente gaullista durante su campa?a electoral, y de la que en el aspecto social est¨¢ todav¨ªa por verse el m¨¢s m¨ªnimo hecho significativo, va a consistir en explosiones de grandeur, el septenio, apenas comenzado, no podr¨¢ augurar nada bueno. Y ello es importante porque la paciencia de la opini¨®n p¨²blica francesa, que pide urgentemente el cambio con el fin de la corrupci¨®n y una pol¨ªtica de hechos y no de gestos, no va a ser eterna.
Y, con el fin de esa paciencia, el Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen, racista y xen¨®fobo y en alza, recoger¨¢, inevitablemente, los r¨¦ditos electorales de la par¨¢lisis y de la arrogancia. No es, precisamente, casualidad que los que aplauden con mayor convicci¨®n la nuclearizaci¨®n de la pol¨ªtica exterior de Par¨ªs sean los militantes de extrema derecha.
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