El derecho a no juzgar
La noticia del pasado d¨ªa 12 en este peri¨®dico ven¨ªa en p¨¢gina par (la 22) y ocupaba tan poco espacio como los anuncios de libros. No resultaba invisible, pero tampoco se la destacaba. Es un indicio de que pueda acogerse con indiferencia o -como suele ocurrir con cuanto se refiere a este asunto- con aplauso. Desde luego inclu¨ªa el autoaplauso, aunque eso lo llevan todas las noticias ¨²ltimamente por parte de quienes las protagonizan o se limitan a darlas. Y sin embargo es una de las noticias m¨¢s graves que he le¨ªdo en meses, y todos sabemos que de ¨¦sas no han faltado.Hace a?o y pico publiqu¨¦ aqu¨ª mismo una columna titulada Emblema y caso en la que expon¨ªa mis recelos ante la implantaci¨®n del sistema de jurados en Espa?a y, acept¨¢ndolo como una m¨¢s de las "pr¨¢cticas democr¨¢ticas" con que nos vamos adornando mientras cada vez se ejercen menos las principales, dec¨ªa que no me pod¨ªa sentir contento con ello. Aunque la memoria del lector de peri¨®dicos es corta o nula, no voy a insistir sobre aquello, porque lo que ahora he sabido merced a la noticia del d¨ªa 12 tiene mucha m¨¢s importancia. En ella se anunciaba que 510.000 espa?oles ser¨¢n convocados despu¨¦s del verano para ser jurados, seg¨²n hab¨ªa declarado por radio la secretaria de Estado de Justicia, Mar¨ªa Teresa Ferr¨¢ndez de la Vega. "Cualquier ciudadano est¨¢ en condiciones de juzgar", afirmaba, "porque con el modelo aprobado no va a tener ning¨²n tipo de problema". Y a?ad¨ªa con irresponsabilidad y jactancia: "Ser jurado es un honor y como tal hay que vivirlo, al poder participar en un poder real". La peor parte ven¨ªa luego: "Fuera de las excepciones permitidas -los condenados a prisi¨®n, los profesionales de la ley, diputados, senadores, miembros del Gobierno y los mayores de 65 a?os, entre otros-, ning¨²n espa?ol podr¨¢ rechazar ser parte del jurado". Y se conclu¨ªa: "Los delitos que juzgar¨¢n son los cometidos contra personas en general, desde el asesinato hasta el incendio forestal"
Aparte de elevar a los bosques a la categor¨ªa de personas en un gesto de indudable ecologismo; aparte de la frivolidad de considerar "un honor" el hecho de "poder participar en un poder real" (luego normalmente no lo hacemos, se infiere, ni siquiera al votar, y adem¨¢s se supone que el poder es en s¨ª mismo un honor); aparte de la todav¨ªa mayor frivolidad de afirmar que todos tenemos capacidad para juzgar no porque estemos naturalmente dotados de esa facultad, sino gracias al sencillo modelo aprobado por la se?ora Fen¨¢ndez de la Vega y su ministerio; aparte de todas estas trivialidades ofensivas para el ciudadano, nos encontramos con que no podremos "rechazar" el honor en cuesti¨®n si nos vemos agraciados por el sorteo. Eso quiere decir que se nos obligar¨¢ a ser jurados, lo queramos o no. Me imagino que todo ello ser¨¢ legal y constitucional, porque si no no se har¨ªa. No por ello dejar¨ªa de parecerme una imposici¨®n injustificable, un abuso de autoridad, un atentado contra la libertad de las personas, una conminaci¨®n.
La actividad de juzgar es siempre algo elegido, que depende de la voluntad. Hay gente que prefiere abstenerse de hacerlo, incluso en su vida, particular, o que lo hace s¨®lo para sus adentros, en la seguridad de que su juicio subjetivo no va a afectar a nadie ni va a tener consecuencias. Por poner un ejemplo inocuo, hay escritores que declinan ser jurados de premios literarios porque no quieren que alguien gane o deje de ganar algo por su intervenci¨®n o por su gusto literario personal. Ante la posibili dad de tener que juzgar si al guien es o no culpable de un asesinato, con todas las repercusiones de su voto o su decisi¨®n, esas personas se sentir¨¢n brutalmente violentadas. Yo me pregunto seg¨²n qu¨¦ principio se puede obligar a nadie a ejercer una actividad que le repugna, para la que no se siente preparado o en la que debe regirse por unos criterios que en modo alguno le convencen. El criterio que deber¨¢n seguir los jurados al juzgar ser¨¢, imagino, el de las leyes vigentes. Pero hay muchas leyes que los ciudadanos acatamos porque no hay m¨¢s remedio y con las que sin embargo no estamos de acuerdo, seg¨²n -justamente- nuestro juicio o discernimiento particular. ?Qu¨¦ deber¨¢ hacer un jurado "por sorteo" en esos casos? Si ha de juzgar estrictamente seg¨²n la ley, entonces no veo la necesidad ni la ventaja de tal sistema: los jueces ya se atienen a la ley, como profesionales e instrumentos de la justicia (ciega) que son. Si por el contrario los jurados pueden hacer intervenir su propio criterio en cada ocasi¨®n, entonces es que las leyes sobran, tal vez. Porque no se trata de dilucidar simplemente si un acusado es o no culpable de un delito, sino que en nuestra subjetividad juzgadora podemos considerar que lo que las leyes tienen por delito no deber¨ªa serlo, y para nosotros no lo es. Por seguir con ejemplos inocuos: el actor Hugh Grant fue detenido por la polic¨ªa de Los ?ngeles mientras se somet¨ªa a una puta a la que hab¨ªa pagado porque las leyes de Califomia establecen que eso es un delito. Si yo fuera jurado en el proceso titulado "El Estado de California contra Hugh Grant", considerar¨ªa que el delito era m¨¢s bien del Estado de California por juzgar delito semejante encuentro, una mera transacci¨®n conveniente para los dos sujetos implicados en ella (placer para uno y dinero para la otra, lo que ambos andaban buscando aquella noche) y sin m¨¢s da?os a terceros que el derivado del probable disgusto de la se?orita Hurley, novia de Grant, algo en lo que la justicia no tiene por qu¨¦ intervenir.
Pero hay algo m¨¢s: yo no veo por qu¨¦ los ciudadanos han de ser obligados a ejercer de jurados ocasionalmente y no son obligados, en cambio, a patrullar las calles de vez en cuando con uniforme, a hacer de bomberos un d¨ªa al a?o, a sentarse en el Congreso de los Diputados o en los Consejos de Ministros de tanto en tanto o a pasar consulta psicol¨®gica en las cl¨ªnicas p¨²blicas, tambi¨¦n por sorteo. La poblaci¨®n paga a trav¨¦s de sus impuestos una serie de servicios; para ellos delega en personas m¨¢s o menos entrenadas que act¨²an como instrumentos suyos (en el mismo sentido en que Ferlosio calific¨® as¨ª recientemente a los m¨¦dicos en huelga). Est¨¢, por tanto, enteramente fuera de lugar que luego deba renunciar a esa delegaci¨®n para ejercer directa y obligatoriamente ese "poder real" al que se refer¨ªa la secretaria de Estado de Justicia.
Si la implantaci¨®n del sistema de jurados es un hecho y a ¨¦stos se los va a designar por sorteo, lo menos que debe admitir el proyecto o modelo es que los "beneficiados" puedan rechazar el "honor" si va contra sus principios, su car¨¢cter, sus costumbres o su voluntad. De otro modo, pronto tendremos una nueva figura que irritar¨¢ a nuestros Gobiernos, el presente y los por venir: el objetor de conciencia al jurado. Y habr¨¢ que ir pensando en solicitar un nuevo derecho fundamental de las personas: el derecho a no juzgar.
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