Paradojas de los jovenes
Durante las pasadas elecciones, una periodista francesa me plante¨® esta contradicci¨®n: ?por qu¨¦ estamos tan obsesionados con la corrupci¨®n como si fuera nuestro ¨²nico problema? Jacquefine objetaba que, por ejemplo, en las presidenciales francesas, la corrupci¨®n no se debati¨®, mientras que la gran cuesti¨®n era qu¨¦ hacer con el desempleo. ?Por qu¨¦ se invert¨ªa la agenda en Espa?a, despreciando el problema del paro para centrarse en cuestiones epis¨®dicas? Trat¨¦ de explicar a Jacqueline las singularidades espa?olas: comenzando por la inexperiencia de nuestra cultura c¨ªvica (a¨²n no inmunizada contra las miserias de la democracia), siguiendo con la decepci¨®n causada por los socialistas (a quienes ya no se perdonan hoy unos hechos que s¨ª se consintieron mientras suced¨ªan) y tenninando con la guerra medi¨¢tica contra el Gobierno.Pero ella calific¨® de fatalismo la pasividad con que nos resignamos a tan brutal desempleo: ?es que nadie protesta al ver que no se hace nada? Y al se?alarle que s¨®lo se trataba de paro juvenil, soportable como contrapartida de otras prioridades, me pidi¨® un balance de la gesti¨®n socialista. En su haber, tres grandes m¨¦ritos: el cambio femenino, el ascenso de la escolaridad y la universalizaci¨®n de la Seguridad Social. Y en su debe, dos grandes fracasos, destinados a provocar su derrota electoral: las clases medias urbanas, cuyos impuestos han crecido un 70% en 12 a?os sin contrapartida sustancial, y los j¨®venes, incapacitados para hacerse adultos por la escasez de viviendas y de empleos. Este ¨²ltimo parece el peor factor: el incierto destino que aguarda a los j¨®venes, determinando que la mayor¨ªa haya dejado de confiar en el partido socialista.
Parece claro que la pol¨ªtica de juventud desarrollada por el Gobierno ha resultado contradictoria. Es cierto que se ha prolongado extraordinariamente la duraci¨®n de la escolarizaci¨®n juvenil, hasta lograr que se duplique la proporci¨®n de estudiantes (que ha pasado del 18% al 36% en el grupo de 20 a 24 a?os en s¨®lo dos lustros) y de titulados de grado superior (que en el mismo lapso ha pasado del 6% al 12% en el grupo de 25 a 29 a?os). Pero los universitarios actuales votan preferentemente, a partidos de centro-derecha, de acuerdo a su condici¨®n potencial de futuros directivos, profesionales o t¨¦cnicos. As¨ª que, al multiplicar el acceso de los j¨®venes a la Universidad, el partido socialista ha estado echando piedras contra su propio tejado, pues esos j¨®venes, titulados superiores gracias al. PSOE, son quienes le est¨¢n dando la victoria al PP. Aqu¨ª es donde surge la paradoja. Gracias a los impuestos que pagan todos los contribuyentes (especialmente los asalariados, cuyos ingresos son transparentes y no pueden evadir la presi¨®n fiscal), una creciente fracci¨®n de j¨®venes de clase media ha podido acceder a la Universidad, iniciando carreras cuasi gratuitas (las tasas s¨®lo cubren entre un quinto y un tercio del coste de cada plaza universitaria), de las que se lucrar¨¢n privadamente y que les inducen una cierta propensi¨®n a votar al centro-derecha. En cambio, en el otro extremo de la estratificaci¨®n, la formaci¨®n profesional o de nivel secundario se deteriora o languidece, mientras el fracaso escolar se ceba entre los j¨®venes m¨¢s desfavorecidos, quiz¨¢ s¨®lo predestinados a la marginaci¨®n y la violencia. Curiosa pol¨ªtica educativa, que parece obedecer a la par¨¢bola evang¨¦lica: a quien tiene m¨¢s, se le dar¨¢, y a quien no tiene, todo le ser¨¢ quitado.
Por lo dem¨¢s, frente a este fuerte incremento de la escolarizaci¨®n, en el otro plato de la balanza el saldo no puede ser m¨¢s negativo, pues en materia de acceso al trabajo y la vivienda las cosas no han mejorado apenas, dado lo precario y mal pagado del escaso empleo disponible. As¨ª se da la paradoja de que esta generaci¨®n, que es la m¨¢s escolarizada de la historia, tambi¨¦n es la que dispone de menos oportunidades de integraci¨®n econ¨®mica, bloque¨¢ndose as¨ª su proceso de inserci¨®n adulta. Y en consecuencia, los j¨®venes quedan reducidos a la parad¨®jica condici¨®n de l¨²cidos pero menores de edad, al ver forzosamente diferido su acceso a una plena mayor¨ªa de edad civil (que exige independencia econ¨®mica y autocontrol del destino personal), para la que, sin embargo, est¨¢n m¨¢s preparados que ninguna otra generaci¨®n lo estuvo nunca.
Alg¨²n publicitario ha bautizado a esta generaci¨®n como la de los JASP (siglas de j¨®venes aunque sobradamente preparados). Y, en efecto, los JASP conforman una generaci¨®n a la vez sobretitulada y subempleada: condici¨®n esta a la que ya estaban acostumbradas las mujeres m¨¢s escolarizadas, quienes, al rev¨¦s que el ambicioso que busca sobreemplearse por encima de su capacidad (seg¨²n el principio de Peter, que eleva hasta el nivel de incompetencia), aceptan por el contrario conformarse con puestos inferiores a su titulaci¨®n (en lo que pudi¨¦ramos llamar una estrategia de minor¨ªa de nivel laboral paralela a aquella otra estrategia de minor¨ªa de edad que adoptan los j¨®venes forzados a diferir el hacerse adultos), a fin de protegerse contra la discriminaci¨®n masculina. Pues bien, este destino de subempleo y sobretitulaci¨®n, hasta aqu¨ª casi exclusivamente femenino, es el que puede llegar a marcar a esta generaci¨®n de j¨®venes, cuya mitad femenina ya est¨¢ m¨¢s escolarizada que la masculina. Pero esta paradoja tambi¨¦n afecta a las contradicciones de la propia juventud. Recu¨¦rdese la sorpresa de Jacqueline: ?c¨®mo se entiende que con tan elevado desempleo juvenil nadie proteste nunca? ?Qu¨¦ pasa con la actual generaci¨®n de j¨®venes, la m¨¢s culta y racional de nuestra historia, pero quiz¨¢ la menos ambiciosa, pues, a pesar de tener el futuro bloqueado, no por eso protesta ni reclama, limit¨¢ndose a votar a los conservadores con m¨¢s escepticismo que esperanza? La respuesta es sabida: en lugar de levantar su voz, reivindicando su derecho a integrarse como adultos, los j¨®venes se conforman con permanecer en familia, aguardando tiempos mejores y renunciando a su mayor¨ªa de edad. ?Por qu¨¦ se refugian los j¨®venes en una confortable estrategia de minor¨ªa de edad? Sin duda, esta falta de ambici¨®n es una preferencia adaptativa (Elster), como en la f¨¢bula de la zorra y las uvas: conviene dejar de ambicionar lo que no se puede alcanzar. En efecto, para reivindicar tienes que poseer buenas razones: metas a tu alcance o causas por las que luchar. As¨ª, cuando has sido educado en condiciones de estrechez material o represi¨®n normativa, es l¨®gico que aspires a hacerte adulto para superar el status de tus padres y poder tomarte las anheladas libertades. Pero ?qu¨¦ sucede cuando te has criado en la abundancia y la permisividad, sin posibilidad de superar a tus padres ni libertad alguna de la que no te encuentres ya saciado?
?Qu¨¦ clase de ambiciones de autosuperaci¨®n puede abrigar una generaci¨®n materialmente protegida y educada en libertad? ?Est¨¢n destinados los j¨®venes a hacerse conservadores de un orden justo, liberal y dif¨ªcilmente mejorable? Creo que no tiene por qu¨¦ ser necesariamente as¨ª, pues esta generaci¨®n tambi¨¦n puede intentar superarse a s¨ª misma, resisti¨¦ndose a conformarse con quedarse como est¨¢. Pero para eso tendr¨ªa que comenzar por experimentar de hecho su plena mayor¨ªa de edad. Y eso es algo que, dado el elevad¨ªsimo desempleo, dif¨ªcilmente se puede lograr. De ah¨ª la ¨²ltima paradoja perversa, an¨¢loga a esos anuncios de primer empleo que te exigen experiencia previa: ?c¨®mo ejercer la mayor¨ªa de edad por propia experiencia cuando se permanece en la pr¨®rroga forzosa de una indefinida minoridad?
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