TVE programa 'La transici¨®n' dos a?os despu¨¦s de haberla terminado
No cabe duda de que se trata de un programa irrepetible. En esta ¨¦poca de lucha por la audiencia, resultar¨ªa inveros¨ªmil que una televisi¨®n gastara tanto tiempo y alg¨²n dinero (no mucho, porque la mayor parte del material es propio) en una serie que emite en plena can¨ªcula, dos a?os despu¨¦s de terminado su montaje y cuando han transcurrido seis desde que la idea fue concebida. La cita es el domingo por la noche, de momento en La 2.
Comparar programas como ¨¦ste con los de mero entretenimiento, que persiguen grandes audiencias, produce los mismos efectos que considerar las tiradas de las revistas del coraz¨®n en el mismo paquete que las publicaciones de pensamiento. Lo que resulta chocante es que un mismo medio mezcle todo tipo de programas. El lunes se produjo ese fen¨®meno en La Primera: m¨¢s de cuatro millones de espectadores siguieron las trivialidades de Cuando calienta, el sol, mientras que no llegaron a 1,7 millones los que se quedaron al debate sobre Franco ofrecido a rengl¨®n seguido.Por eso, va a ser necesario cierto esfuerzo para ver La transici¨®n a la hora apropiada para tomar la fresca. ?Merecer¨¢ la pena? Conviene saber que el primer episodio contiene pocas sorpresas para los que conocen la historia reciente. Relegarlo a un tiempo como ¨¦ste no puede responder al intento de amortiguar el impacto de testimonios que saben a poco, en relaci¨®n con lo que depara la ardiente actualidad. Algunos de los siguientes (13 en total) mejoran el inicial: caen en agosto, si TVE mantiene su plan.
Revelaciones aparte, la serie encierra un trabajo importante. La demora, en su emisi¨®n realza el valor de aportaciones de protagonistas que ya han fallecido, como el cardenal Taranc¨®n, que cuenta alg¨²n dato sobre la organizaci¨®n de las algaradas fascistas contra su persona.
Pero la mayor fuerza de la serie reside en la recuperaci¨®n de im¨¢genes. El ajustado gui¨®n de la periodista Victoria Prego, dominado por la idea de informar y no de especular, est¨¢ montado sobre una verdadera historia en im¨¢genes, muchas de ellas in¨¦ditas o apenas entrevistas en su d¨ªa. Se nota que la idea de la serie y la direcci¨®n se deben a un realizador, en este caso El¨ªas Andr¨¦s.
A estas alturas, el efectismo del atentado contra Carrero, con el que se abre la serie, sorprende poco al espectador, acostumbrado a escenas terroristas mucho m¨¢s devastadoras. Por contra, otras im¨¢genes rescatadas permiten escudri?ar peque?os detalles llenos de simbolismo: por ejemplo, que los Gobiernos de Franco se sentaban en la presidencia de las Cortes, acentuando el efecto de jerarqu¨ªa sobre los procuradores (hoy diputados). Un m¨ªnimo detalle, que quiz¨¢ hayan olvidado incluso los partidarios de que los Gobiernos sean responsables ante una C¨¢mara elegida por sufragio universal.
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