La violencia racista llega a Portugal
La marginaci¨®n y el paro dan rienda suelta a una xenofobia hasta ahora desconocida en el pa¨ªs vecino
La muerte de dos j¨®venes, de 19 y 21 a?os, asesinados a tiros en la madrugada del pasado domingo en Lisboa ha reavivado la pol¨¦mica acerca de la violencia racista en Portugal. Ambos eran negros, y los testigos del tiroteo no consiguieron averiguar el color de la piel de los asesinos, ocultos tras sus cascos de motociclistas. Fue cuanto bast¨® para relacionar el doble crimen con una serie de incidentes. ¨¦tnicos acontecidos en los ¨²ltimos meses en Portugal, y m¨¢s particularmente en Lisboa y en los suburbios al norte y sur del Tajo, donde los marginados del boom econ¨®mico de la ¨²ltima d¨¦cada se amontonan en urbanizaciones ratoneras y barrios de chabolas.El m¨¢s grave de estos episodios' de violencia tuvo lugar el pasado 11 de junio, cuando un grupo de cerca de 50 cabezas rapadas sembraron el terror en las calles del Barrio Alto -una de las zonas calientes de la noche lisboeta, donde las casas de fado cohabitan con bares y discotecas de moda-. Negros y miembros de otras minor¨ªas ¨¦tnicas encontradas por el camino fueron las v¨ªctimas predilectas -pero no exclusivas- de la banda, que dej¨® tras de s¨ª 19 heridos, uno de los cuales, Alcindo Monteiro, de 28 a?os, portugu¨¦s de origen caboverdiano falleci¨®. Nueve de los agresores (entre ellos, dos mujeres) fueron detenidos por la polic¨ªa y contin¨²an presos. Todos mayores de 18 a?os, podr¨¢n ser juzgados por "asociaci¨®n criminal" si se consigue probar que actuaron de forma organizada y premeditada.
La muerte de Alcindo Monteiro provoc¨® una ola de indignaci¨®n en Portugal: el presidente Mario Soares fue personalmente a ofrecer sus condolencias a la familia, el Parlamento observ¨® un minuto de silencio, el obispo de Set¨²bal celebr¨® el funeral. Dos d¨ªas despu¨¦s muri¨® otro e los heridos y miles de personas -diputados, dirigentes sindicales, asociaciones de inmigrantes africanos, artistas y estudiantes- participaron en Lisboa y Oporto en manifestaciones contra el racismo y la xenofobia, convocadas para exigir al Gobierno medidas en¨¦rgicas para garantizar la seguridad de las minor¨ªas ¨¦tnicas y poner fin a las actividades de los grup¨²sculos racistas.
Aparentemente, la emoci¨®n provocada por los incidentes de Barrio Alto funcion¨® como detonador de la tensi¨®n latente en las zonas de grandes concentraciones de inmigrantes de color y. de gitanos, y desde entonces, miembros de las llamadas "minor¨ªas ¨¦tnicas" se han visto involucrados en media docena de situaciones violentas. As¨ª, el 15 de junio, tres militares vestidos de paisanos fueron confundidos con cabezas rapadas por llevar el pelo muy corto 1 y fueron atacados por un grupo de negros; el 18, un gitano de 14 a?os fue abatido por el portero de una discoteca de Vila Franca de Xira y dos blancos fueron heridos en el centro de Lisboa durante una pelea con j¨®venes negros; el 24, un negro fue apaleado por blancos en un barrio de Oporto, y cinco d¨ªas m¨¢s tarde, en Lisboa, un grupo de individuos de color acuchill¨® a un blanco que result¨® herido de gravedad. Y la serie contin¨²a en julio -el 2, un caboverdiano es encontrado muerto a cuchilladas cerca de Sintra; el 13, una automovilista es herida por una bala perdida durante un tiroteo en un mercado de Lisboa cuyos vendedores son mayoritariamente gitanos y asi¨¢ticos- hasta el doble homicidio del pasado domingo.
La prensa internacional registr¨® los sucesos relacion¨¢ndolos con la ola de violencia racial y xen¨®foba que afecta a otros pa¨ªses industrializados, y la derecha portuguesa ve en el racismo y en. la intolerancia una de las consecuencias nefastas de la integraci¨®n europea de Portugal y de la destrucci¨®n de la identidad y de los valores culturales nacionales.
Exageraciones relacionadas con la campa?a electoral en cuirso en la que la oposici¨®n, de izquierda y de derecha, ha hecho de la inseguridad urbana uno de sus caballos de batalla contra el Gobierno de Cavaco Silva.
Todo indica que los dos muertos de Alc¨¢ntara fueron v¨ªctimas de otro grupo de color. Seg¨²n sus compa?eros, todo empez¨® con una pelea por un aparcamiento a la puerta de una discoteca africana. La polic¨ªa sospecha un ajuste de cuentas entre traficantes de droga, a pesar de que las dos v¨ªctimas no ten¨ªan antecedentes criminales y ten¨ªan empleos regulares. "En barrios como los de Fontainhas, Pedreira de los H¨²ngaros (donde viv¨ªan los dos j¨®venes muertos), 6 de Maio o Cova da Moura las cuentas se ajustan frecuentemente a tiros o cuchilladas", argumenta la polic¨ªa.
Para las asociaciones de inmigrantes africanos y los partidos de izquierda, las autoridades portuguesas fomentan el racismo atribuyendo sistem¨¢ticamente a la mala vida -droga, prostituci¨®n, peque?a delincuencia- los cr¨ªmenes de que son v¨ªctimas miembros de las minor¨ªas ¨¦tnicas "S¨®lo investigan en serio cuando la v¨ªctima es blanca; si es un negro o un gitano, dicen que fue una pelea entre maleantes".
Para la izquierda socialista y comunista, el racismo y las tensiones ¨¦tnicas son la consecuencia y no la causa de la inseguridad urbana, que tom¨® en los ¨²ltimos meses dimensiones de verdadera psicosis colectiva, a pesar de las estad¨ªsticas, que contin¨²an apuntando a Portugal como uno de los pa¨ªses europeos con menores ¨ªndices de criminalidad.
El Ministerio del Interior confirma que en 1994 hubo un aumento del 22% de la peque?a delincuencia, asociada a fen¨®menos como e paro y el consumo de drogas. En otra palabras, la exclusi¨®n social y la crisis econ¨®mica producen en Portugal los mismos efectos que en el resto de Europa, y los habitantes de los barrios pobres y de chabolas son sus principales v¨ªctimas. Es en estos barrios donde viven la mayor¨ªa de los inmigrantes africanos y es fuerte la tentaci¨®n de atribuirles la responsabilidad de la criminalidad, del vandalismo y de la mala fama que sobre ellos pesa.
Adem¨¢s, las pol¨ªticas restrictivas de la inmigraci¨®n dictadas por Bruselas empujan a la clandestinidad a un n¨²mero creciente de naturales de las ex colonias africanas que tratan de defender se agrup¨¢ndose en comunidades cerradas, unidas por lazos de solidaridad ¨¦tnica o religiosa. De la autoexclusi¨®n surgen los odios entre comunidades ¨¦tnicas, el antagonismo creciente entre urbanos y suburbanos, y la tendencia, entre los primeros, a culpar a los negros y gitanos de todos los males que les afligen: paro, fracaso escolar de los hijos, droga, prostituci¨®n e inseguridad.
A su vez, los j¨®venes de color -cerca del 70% de los inmigrantes caboverdianos, que constituyen de lejos la mayor comunidad africana en Portugal, son hombres con menos de 30 a?os y est¨¢n llegando a la edad adulta los hijos de aquellos que optaron por la nacionalidad portuguesa cuando sus pa¨ªses se independizaron, en 1974-1975- reaccionan contra la segregaci¨®n acentuando su diferencia. Forman grupos, crean sus propias modas de vestir, expresiones ling¨¹¨ªsticas, musicales y corporales en ruptura con la sociedad "blanca, cat¨®lica, conservadora" y con el ambiente tradicional familiar africano.
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