La batalla del cable
LA ALIANZA entre Telef¨®nica y Canal + para hacer televisi¨®n por cable ha desatado una virulenta reacci¨®n por parte de los competidores o aspirantes a entrar en ese mercado, y ha motivado, tambi¨¦n, que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar solicitara mayores aclaraciones. Hay que decir que tanto Telef¨®nica como Canal + han aportado bastante informaci¨®n, y por diferentes v¨ªas, en las ¨²ltimas horas, pero quiz¨¢ no venga mal recordarla, pues es obvio que no todo el mundo parece haberse enterado. Telef¨®nica y Canal + constituyeron, hace tres a?os, una compa?¨ªa de televisi¨®n por cable llamada Cablevisi¨®n. Desde julio de 1992 hasta ahora, dicha sociedad ha permanecido inactiva debido a la ausencia de un marco legal que permitiera la actividad para la que fue creada. Pero ese vac¨ªo en las leyes no ha impedido, durante ese tiempo, a un buen n¨²mero de empresas, peque?as y grandes, llevar a cabo operaciones comerciales de cable en muchos puntos de Espa?a. Municipios y comunidades aut¨®nomas se han lanzado tambi¨¦n a esa carrera, y el Ayuntamiento de Barcelona lleg¨® a firmar un acuerdo con US West, una de las operadoras telef¨®nicas en Estados Unidos y primer accionista del grupo Time Warner, para cablear la capital catalana. Ante esa situaci¨®n, los accionistas de Cablevisi¨®n decidieron reactivar la compa?¨ªa, lo que ha sido posible una vez que el Gobierno comunicara a Telef¨®nica que la doctrina del Tribunal Constitucional tambi¨¦n la amparaba a ella si quer¨ªa emprender una operaci¨®n de cable.
No hay nada oscuro en todo esto, y son evidentes las ventajas que para los usuarios supone el acuerdo. Telef¨®nica puede ofrecer un servicio casi universal, y Canal + es la primera empresa espa?ola en televisi¨®n de pago, con un volumen de operaciones Considerable y una experiencia en este sector muy superior a la de cualquier otra compa?¨ªa en nuestro pa¨ªs. Telef¨®nica ha insistido en que su red estar¨¢ abierta a otros operadores -naturalmente, en las condiciones comerciales adecuadas-, y se ha dicho hasta la saciedad que Cablevisi¨®n incorporar¨¢ a, socios terceros, lo mismo que las operadoras locales que se constituir¨¢n en cada demarcaci¨®n.
Algunos, como los miembros de la Asociaci¨®n de Empresas de Cable (Aesdica), han entendido bien la situaci¨®n cuando expresan su deseo de incorporarse a esas operadoras. O como Televisi¨®n Espa?ola, cuando por boca de su director general anuncia negociaciones a fin de incorporarse al sistema. Un proyecto de cable demanda sin duda muchas colaboraciones, ayudas y alianzas, y no puede plantearse como algo excluyente.
Sin embargo, tambi¨¦n habr¨¢ otras redes, y no s¨®lo otros operadores compitiendo dentro de la misma red. De modo que es l¨®gico que los aspirantes a crear sus propios sistemas no vean con agrado los ¨¦xitos ajenos. Ello no les autoriza, en cualquier caso, a recurrir a la desinformaci¨®n y a la injuria como medio de combatir a sus competidores.
Antena 3 Televisi¨®n, por ejemplo, ha empleado la f¨®rmula in¨¦dita de emitir un editorial escrito sobre su pantalla, que luego reprodujeron, bajo consigna, los otros medios del grupo Asensio. Entre las cosas que ocultaba el art¨ªculo estaba el hecho significativo de que la propia Antena 3 hab¨ªa firmado acuerdos sectoriales y territoriales con Telef¨®nica, y hab¨ªa ofertado incluso un pacto similar al obtenido por Canal +. Similar, salvo en importantes aspectos. Antena3 Televisi¨®n es una buena cadena generalista, pero carece de experiencia en el sector de pago. Por otra parte, sus finanzas no son las mejores para garantizar la solidez de nuevas aventuras. Finalmente, acaba de introducir en su accionariado a una empresa p¨²blica como ENDESA, que ha declarado su vocaci¨®n y deseo de entrar en el mundo de las telecomunicaciones, o sea, de competir con Telef¨®nica. Razones bastantes para que ¨¦sta no haya entrado al trapo.
Pero no s¨®lo los competidores han expresado su malestar. El coro period¨ªstico formado por los comentaristas del diario El Mundo y la cadena de radio de los obispos se ha sumado a las lamentaciones, reiterando machaconamente los infundios y ataques contra PRISA, su grupo de empresas, su presidente y sus profesionales. Entre los estereotipos que usan con singular perseverancia est¨¢ el de que los ¨¦xitos empresariales de EL PA?S y su sociedad editora se deben a los favores del poder. Sin duda es el Gobierno el que obliga a nuestros lectores a leemos, a los oyentes de la SER a escucharla o a los abonados a Canal + a pagar su suscripci¨®n. Ahora llegan a decir que las subidas futuras en las tarifas telef¨®nicas servir¨¢n para construir las infraestructuras necesarias para Canal +. Y no se paran en barras a la hora de tratar de dise?ar, con total desfachatez, un panorama seg¨²n el cual la verdad y la honradez son de su exclusivo patrimonio, en un ejercicio de verdadero fascismo intelectual: el que desprecia las razones y utiliza los adjetivos como pu?os.
Demasiadas veces hemos dicho ya que los lectores y usuarios de los medios merecen estar al margen de estas batallas comerciales y period¨ªsticas.
Demasiadas veces hemos insistido en que no recurriremos a los mismos m¨¦todos que nuestros sedicentes colegas en su carrera por vender m¨¢s o tener mayor ¨¦xito. Pero la situaci¨®n que comentamos pone de relieve que la ruptura del consenso social que toda convivencia exige es cada vez m¨¢s evidente en nuestro pa¨ªs. Ha sido motivada por los errores del Gobierno, alimentada por los partidos de oposici¨®n y agitada por los medios a los que nos referimos. Restaurar ese consenso es, sin embargo, imprescindible: sin respeto a unas reglas de juego no es posible el ejercicio de la libertad.
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