Alambres de espinos
El alto estado mayor del Partido Popular en Madrid (esto es, Ruiz-Gallard¨®n y el alcalde Manzano) estudian la posibilidad de fundar un barrio chino en nuestra ciudad.. Este proyecto, dirigido a tutelar la prostitucion, en principio no pasa de ser un mero ejercicio mental, puesto que ninguno de los dos tiene claro ni d¨®nde, ni, cu¨¢ndo, ni c¨®mo iniciar el proceso. El alcalde afirma que la calle no es lugar adecuado para la captaci¨®n de clientes, si bien tampoco es partidario de prohibir esta actividad mediante leyes esp¨¦c¨ªficas; y por ello le conduce a proponer, de un modo algo nebuloso, que el negocio se ejecute en locales cerrados y aptos a tal fin.Por su parte, el presidente de la Comunidad considera necesario "hacer algo para regular el sector", aunque simult¨¢neamente tambi¨¦n se declara "poco intervencionista" y, en consecuencia, acaba sugiriendo que decidan los propios profesionales del gremio. Alcalde y presidente, no obstante, s¨ª coinciden en un punto: ser¨¢ la "libertad de mercado" (sic) la que en definitiva: marque la pauta. "Dios proveer¨¢", en otras palabras.Poco que objetar, sin embargo, a estas dudas. Al contrario: conviene hilar muy delgado cuando se trata de establecer una norma que repercute en la vida de las personas, y nada mejor que andarse con tiento, recurrir al aseo mental y reflexionar con lucidez antes de tomar decisiones precipitadas. A efectos humanos y de producci¨®n, una puta es igual que un alba?il, que una enfermera, que un notario o que un maestro tornero; y es que en este m¨ªsero mundo cada cual se ocupa de cosas que la maquinaria social ha puesto sobre la mesa, y cuestionarse, por qu¨¦ alguien se dedica a esto o a lo otro ser¨ªa tanto como apelar a biogen¨¦tica molecular. Lo cierto es que los trabajos suelen estar pensados para cubrir necesidades, y que son muy pocos los sujetos que no cumplen una funci¨®n real dentro del aparato. Pero alguno hay. Por ejemplo: los m¨¦dicos, los curas y los escritores, s¨®lo por mencionar tres casos de parasitismo contumaz. Sin embargo, la prostituci¨®n, ella solita, puede abarcar estos tres servicios al mismo tiempo: cuerpo, esp¨ªritu y fantas¨ªa, y de hecho sus practicantes no se dan tanto bombo. Sabido es que la gente acostumbra a sentir se acorralada, a sufrir de soledad, a padecer carencias del alma, y sucede tambi¨¦n que algunos, de una sola tacada, pueden aliviar tales penurias sin necesidad de recurrir a los embaucadores anteriormente citados. Viene ahora que ni pintado mencionar el caso Hugh Grant, este pobre actor sorprendido por la polic¨ªa de Los Angeles, California, mientras una prostituta le hac¨ªa depositario de una felaci¨®n. Y vive Dios que esta muchacha. no ha dejado . muy alto el pabell¨®n de sus colegas, porque sin recato alguno se chiv¨® m¨¢s tarde de todo (la pasta, lector silencioso, que nos hace errar y moquear como percebes), entr¨® luego a detallar intimidades, y falt¨® de este modo a la lealtad que deb¨ªa a su cliente. Esta cualidad (resumida en el secreto profesional y en el anonimato) es quiz¨¢ la caracter¨ªstica m¨¢s sobresaliente de la colectividad, y sus miembros no suelen quebrantarla si no es por razones de probada necesidad. Pero los traidores no saben de honor..
Por otra, parte, la influencia que esta corporaci¨®n laboral ejerce sobre el resto de la sociedad es tanta que podr¨ªamos evaluar a la mayor¨ªa de los ciudadanos s¨®lo por el modo que tienen de denominar a las mujeres del ramo. La palabra m¨¢s generalizada y que mejor se comprende es puta. Se tiende a utilizar hablando con amigos y allegados, y es, en mi opini¨®n, la m¨¢s exacta, directa y fiable de. toda la gama. Tenemos tambi¨¦n ramera, que suelen emplear aquellos que han- le¨ªdo mucho la Biblia; cortesana, aplicada por sujetos cultos y refinados; mujerzuela, manejada por gentes, de talante abrupto; fulana, por camareros y personal de hosteler¨ªa en general; mala mujer, por los resecos de coraz¨®n; buscona, por los paletos; y numerosas voces y expresiones m¨¢s como: chica de alterne, usada por ejecutivos con malet¨ªn; mujer de la calle, por gente sentada alrededor, de un consom¨¦; hurgamandere, por ciertos miembros de los bajos fondos; mujer de la vida, por los que tiene alma de poeta; pelandusca, por mojigatas haciendo punto; pobre muchacha, por personas de buen coraz¨®n, y desde luego prostituta, adoptada por los medios de comunicaci¨®n como la palabra media que representa a todas las anteriores. Y digo yo que cuando el idioma se esmera tanto en describir a cierto tipo de mujer es porque algo serio debe de haber tras su persona.
Por todo ello, sugiero a los jefazos del PP que reflexionen cuanto necesiten, que act¨²en si lo consideran preciso, pero que en ning¨²n caso arrinconen a las putas en territorios cercados con alambres de espino invisibles hilos de hierro que equivocadamente marcar¨ªan una nueva frontera entre la decencia y la realidad. La ciudad es una nave com¨²n, y estas se?oras, aunque s¨®lo sea por la penosa vida que arrastran, no merecen perderse la traves¨ªa. Lo suyo es desapacible, s¨ª, furtivo y remunerado; pero amor al cabo.
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