Toreros a caballo
Cuando peor se torea con capote y muleta, la ortodoxia parece haberse apoderado de la ¨¦lite de rejoneadores, que dicta, una tras otra, legiones de torer¨ªa para p¨²blicos que no valoran el significado del temple, ni de la elegancia, ni de la torer¨ªa a caballo. Es sorprendente que en una ¨¦poca en la que predominan la comodidad, las ventajas, la cantidad, la ausencia de est¨¦tica y sentimiento, el toreo tosco y sin mesura, los rejoneadores se hayan convertido en el paradigma de la esencia torera. Pero esa virtud no cala en los tendidos, a causa de que el p¨²blico desconoce los valores del toreo porque los ha disfrutado en muy contadas ocasiones.Es una delicia comprobar c¨®mo Moura gana con los a?os, y se confirma como un torero en plena madurez art¨ªstica, domina las suertes a la perfecci¨®n, y las ejecuta con pasmosa sencillez. Es el temple a caballo, que no es cualquier cosa. No hace concesiones a la galer¨ªa, pero toda su actuaci¨®n rebosa torer¨ªa. No es espectacular, ni levanta pasiones, pero su lecci¨®n en Huelva fue magistral ante un toro soso, que s¨®lo emborron¨® a la hora de matar. Dibuj¨® un derechazo monumental antes de clavar la primera banderilla.
Doblas / Cuatro rejoneadores
Toros despuntados para rejoneo de Antonio Doblas, manejables.Jo¨¢o Moura: dos pinchazos y dos descabellos (vuelta). Javier Buend¨ªa: rej¨®n en lo alto (oreja). Gin¨¦s Cartagena: dos rejones muy bajos (vuelta). Ferm¨ªn Boh¨®rquez: rej¨®n desprendido (oreja). Por colleras: Moura-Boh¨®rquez, cuatro pinchazos (ovaci¨®n); Cartagena-7.Buend¨ªa, rej¨®n en lo alto (dos orejas). Plaza de Huelva. 4 de agosto. 3? corrida de las Colombinas. Media entrada.
Por suerte para los buenos aficionados, Buend¨ªa se mantiene fiel a, sus principios. Le toc¨® un toro codicioso y muy manejable que le permiti¨® una actuaci¨®n torer¨ªsima, sencilla, elegante y est¨¦tica, en la que someti¨® la espectacularidad al m¨¢s puro toreo a caballo; destac¨® en el tercio de banderillas 3, en el rej¨®n de muerte, y s¨®lo le concedieron una oreja.
El caso de Cartagena es distinto. Ni ¨¦l tiene soluci¨®n, ni lo que hace tiene nombre. Al menos, no enga?a, y se mantiene en sus n¨²meros circenses que nada tienen que ver con el rejoneo. En una alocada carrera, cuando pretend¨ªa banderillear al quiebro, lo hizo tan mal, que el toro atropell¨® a la cabalgadura, y ¨¦sta y el caballero rodaron por los suelos sin consecuencias. Mat¨® muy mal, pero pidi¨® la oreja ¨¦l mismo de forma tan rid¨ªcula, que el presidente no se la concedi¨®.
Boh¨®rquez sigue la estela de los dos veteranos, aunque su actuaci¨®n no estuvo esta vez sobrada. de emoci¨®n, porque le toc¨® el toro m¨¢s manso de la tarde. Se mostr¨® seguro siempre y dibuj¨® el temple a lomos de su caballo Triunfador. Toda la torer¨ªa andante se borr¨® en las actuaciones por colleras. Sin duda, es un atropello indignante para el toro, los rejoneadores, y para la fiesta.
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