V¨ªa libre a la muerte del cine Carretas
El cine Carretas ya no existe. La ¨²ltima sesi¨®n se inici¨® a las once de la noche del pasado 2 de julio. Probablemente, los espectadores que se encontraban en el local viendo Indio: la gran amenaza y Con la poli en los talones ignoraban que ser¨ªan los ¨²ltimos en ocupar sus butacas. Tras ellos se baj¨® el tel¨®n por ¨²ltima vez. Sin embargo, algunos de sus 10 trabajadores no pudie ron evitar la emoci¨®n aquella noche. El que fue un popular punto de cita del ambiente homosexual madrile?o se convertir¨¢, seg¨²n consta en la licencia otorgada por el Ayuntamiento, en una sala de bingo.
Desde la compa?¨ªa Cisneros, primera propietaria del cine, hasta Cinema, SA, que lo gestionaba en la actualidad, el Carretas ha pasado por innumerables manos. Todos los intentos por saber cu¨¢les son los motivos que han provocado su cierre han resultado vanos. Nadie ha respondido.Quien s¨ª lo ha hecho ha sido el Ayuntamiento. A principios del pasado mes de julio, Gerencia de Urbanismo hab¨ªa concedido ya la licencia de obras para transformar la sala de cine en otra de bingo. Los trabajos tendr¨¢n que comenzar en un plazo de seis meses. Aunque en el nuevo Plan de Urbanismo el "hecho cinematogr¨¢fico" est¨¢ especialmente protegido en el centro de la ciudad, el cine Carretas no est¨¢ sujeto a esta protecci¨®n, seg¨²n el Ayuntamiento.
Sin grandes anuncios, casi sin avisar, se ha puesto fin a una parte de la historia cotidiana de Madrid. El Carretas, junto a la Puerta del Sol, era u?o de los dos cines de sesi¨®n continua que funcionaban en la ciudad. El otro, el Liceo, tambi¨¦n est¨¢ cerrado, pero s¨®lo temporalmente, por reformas. Ambos siguen en la cartelera, pero dice "cerrado".
El cine Carretas, situado en la concurrida calle de la que toma su nombre, se inaugur¨® otro verano, el de 1935, el mismo ano en que naci¨® la Vuelta Ciclista a Espa?a, y s¨®lo unos d¨ªas despu¨¦s de que, n otro cine, el Monumental, Jos¨¦ D¨ªaz, secretario general del PCE, propusiera la creaci¨®n de un Frente Popular antifascista.
"EI sal¨®n m¨¢s c¨®modo"
Los peri¨®dicos de aquellas fechas no escatimaron los adjetivos para el nuevo cine: "El sal¨®n m¨¢s c¨®modo, m¨¢s grande y m¨¢s elegante de Madrid". Y no era para menos. Contaba ya entonces con un curioso sistema de refrigeraci¨®n a base de enormes ventiladores que, fuera de uso, a¨²n hoy se conservan. Incluso es posible que fuera el m¨¢s grande de los 37 cines con que contaba Madrid entonces, con sus 2.000 metros en planta y m¨¢s de 1.000 localidades. En ¨¦l, por una peseta, los madrile?os del agitado a?o de preguerra ve¨ªan un, programa doble, en sesiones que iban desde las once de la ma?ana hasta la una de la madrugada.Los arquitectos Fonseca y Sanz de Berge fueron los encargados de su dise?o y construcci¨®n, calificada de "proeza t¨¦cnica". El cine se levant¨® en el mismo patio interior que ocupaba el Bazar X, un popular almac¨¦n en el que se pod¨ªa comprar desde una plancha hasta un par de zapatos. Las dificultades se presentaron al tener que sustituir las antiguas columnas de fundici¨®n por otras de "pie derecho", y todo ello sin desalojar las viviendas que se encontraban en la parte superior del edificio.
Poco a poco el cine Carretas se fue convirtiendo en uno de los puntos de encuentro del ambiente, homosexual madrile?o, un secreto a voces que, lejos de restar clientela, la aument¨®. Hasta tal punto que, en la presente d¨¦cada, ¨¦l Carretas ocup¨®, durante dos a?os consecutivos el primer lugar entre los cines de toda Espa?a por el n¨²mero de espectadores, como consta en el registro del Ministerio de Cultura. Era tambi¨¦n uno de los m¨¢s baratos de la ciudad. Cuando cerr¨®, la butaca costaba 425 pesetas.
"El que fuera un cine con cierto ambiente nunca ha sido un problema, al rev¨¦s, m¨¢s bien era publicidad gratuita", opina un trabajador del local que prefiere mantener el anonimato. "Cuando ve¨ªamos algo raro en la sala el acomodador se encargaba de poner fin a esa situaci¨®n enfocando con su linterna al individuo y ech¨¢ndole a la Quiz¨¢ ¨¦se fuera el motivo calle por el que, entre los a?os setenta y ochenta, recib¨ªamos numerosas amenazas de bomba, que siempre resultaron falsas. Pensamos que era la venganza del sorprendido in fraganti.
El carn¨¦ de un cura
Entre las an¨¦cdotas acumuladas a lo largo de 60 a?os de vida se recuerda con cierta hilaridad el hallazgo de un carn¨¦ de identidad cuyo propietario result¨® ser un sacerdote, del que nunca se supo.Con la reforma de la fachada principal del edificio, reallizada por la comunidad de vecinos, el cine perdi¨® su enorme letrero anunciador. Luego, un peque?o incendio en el exterior de la salida de emergencias ti?¨® definitivamente de negro la portada que da a la calle de C¨¢diz. Y as¨ª sigue. La marquesina que adornaba la entrada por la calle de Espoz y Mina fue derribada por orden del Ayuntamiento tras el derrumbe de la del cine Bilbao.
"Jam¨¢s hemos tenido problemas graves con los clientes habituales", asegura el empleado. "Si acaso, los problemas aparecieron cuando a la zona lleg¨® la droga, y con ella, la marginaci¨®n. De hecho, hubo una temporada en que ten¨ªamos un vigilante, porque pillamos a alguno fumando droga, pero se les amonestaba y se iban".
Y mujeres. ?Hab¨ªa mujeres entre los espectadores? "Bueno", reflexiona, "alguna hab¨ªa. Me daban pena. Ven¨ªan a sacarse alg¨²n dinerillo. ?Qu¨¦ ibas a hacer!".
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