Estiaje
Como esos tenistas que rematan la bola con una dejada sobre la red, el juez Garz¨®n ha cerrado el curso pol¨ªtico con una jugada que ha sorprendido a contrapi¨¦ al poder socialista, agazapado como estaba al fondo de la pista. Y sin querer le ha salido adem¨¢s una chocante carambola a tres bandas (los tres poderes de Montesquieu), dado el inesperado rev¨¦s (art¨ªculo 102.2) devuelto a tientas por Cotta. Con ello surge de improviso un nuevo factor de incertidumbre que deja en suspenso todos los c¨¢lculos previos de calendario y agenda, distorsionando el curso del proceso pol¨ªtico hasta dejar seco su cauce previsible: es la sequ¨ªa de certezas o estiaje pol¨ªtico, que impide planear con esperanzas de ¨¦xito cualquier iniciativa. As¨ª nos adentramos en el verano del 95 con una curiosa sensaci¨®n de impasse, como si estuvi¨¦semos sometidos a un kafkiano proceso semejante al sufrido por Joseph K.No resulta por eso extra?o que, a pesar de la vacaci¨®n, la calma no parezca sin embargo posible. Y quien m¨¢s intranquilo aguarda es el poder socialista; su sensaci¨®n de impotencia ante la incertidumbre le lleva a dar in¨²tiles palos de ciego, como es la convocatoria para octubre de una inveros¨ªmil "conferencia en defensa de la dernocracia". Estamos de nuevo ante su obsesiva man¨ªa persecutoria, que les compele a sentirse v¨ªctimas de una confabulaci¨®n. Pero ya se sabe que las profec¨ªas paranoicas terminan por cumplirse a s¨ª mismas: en consecuencia, cansados de su irresponsabilidad as¨ª como de sus excusas, cada vez hay m¨¢s sectores sociales que apuestan por la ca¨ªda del poder socialista.
Bien es verdad que a esto en Ferraz ya no lo llaman "conjura" sino conjunci¨®n de intereses, ajenos a la soberan¨ªa popular, que quieren imponer su poder sobre la autonom¨ªa pol¨ªtica". Pero ?qu¨¦ hay de ileg¨ªtimo en ello (con independencia de los m¨¦todos, perseguibles de oficio si parecen ?legales)? ?no es eso mismo lo esperable de la necesaria primac¨ªa de la sociedad civil, que exige la independencia ciudadana respecto a la oligarquizada clase pol¨ªtica? No obstante, pese a lo discutible de su formulaci¨®n, creo que los socialistas est¨¢n oscuramente acertando a poner el dedo en la llaga. Al margen de los procesos penales pendientes, que m¨¢s pronto o m¨¢s tarde se resolver¨¢n, creo que nuestra democracia arrastra un grave problema de fondo mucho m¨¢s dif¨ªcil de resolver, y es el de las relaciones entre el Estado y la sociedad civil. Pero no me refiero a las relaciones institucionales, que est¨¢n jur¨ªdicamente bien definidas, sino a las pr¨¢cticas reales: nos sobran leyes reguladoras (por ejemplo, fiscales o de financiaci¨®n de partidos) pero que luego resultan ciertamente incumplidas.
Es cierto que la democracia, como el Estado de Derecho, exige el m¨¢s escrupuloso respeto a la formalidad de las reglas de juego. Pero no lo es menos que suelen ser los m¨¢s tramposos (como prueba la conjura) quienes m¨¢s y mejor se escudan en el rigorismo formalista. Habitamos as¨ª un mundo de ficci¨®n jur¨ªdica, que posibilita la informalidad de las pr¨¢cticas con tal de que se respete el formalismo de las apariencias. De ah¨ª el clima de impunidad que hace posible la ambigua coexistencia de un legalismo aparente pero encubridor de una subterr¨¢nea ilegalidad real, t¨¢cticamente consentida. Y los ejemplos de esta farsa formalista sobreabundan: tanto en el poder, los partidos y la magistratura como en la oposici¨®n, la prensa o la empresa privada. Pero ?acaso esas corruptelas no se han visto inducidas (o al menos reforzadas y favorecidas) por el ejercicio del poder socialista?
Creo que aqu¨ª reside la m¨¢s grave irresponsabilidad hist¨®rica que cabe atribuir al PSOE: la de haber pervertido la conciencia ciudadana con su clientelista ocupaci¨®n de las instituciones p¨²blicas. Y lo m¨¢s grave es la inercia generada: cuando el PP tome el poder, sobre todo si lo hace por mayor¨ªa absoluta, ya no podr¨¢ encontrar apenas resistencia c¨ªvica que se oponga a su olig¨¢rquica ocupaci¨®n de las instituciones. Y esa resistencia ser¨ªa, precisamente, la aut¨¦ntica defensa de la democracia que se necesitar¨ªa.
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