Mascara Azteca y el Doctor Niebla (despu¨¦s del golpe) (2)
4. Religi¨®nY si inventamos una religi¨®n? -le dijo M¨¢scara Azteca en voz muy baja, casi un susurro, al Doctor Niebla en la sesi¨®n 73 de las reuniones del Comando ¨²nico de la Resistencia, o sea, cuando estaban tom¨¢ndose un gingerale ante la puerta de uno de los ba?os de la funeraria Tangassi, sede no habitual, pero s¨ª recurrente, de sus encuentros.
-Usted multipl¨ªquese, ¨¦sa es la clave de todo.
-Una religi¨®n con Benito Ju¨¢rez de arc¨¢ngel, luchadores de lucha libre como el Blue Demon y la Virgen de Guadalupe de pap¨¢s, la Malinche, Hern¨¢n Cort¨¦s y la yegua de Pancho Villa de decorado. El puro sincretismo, Doc.
-?Me est¨¢ usted derivando la responsabilidad de inventar una religi¨®n, colega? Tiene riesgos, inventa uno una religi¨®n y termina de papa de una iglesia, francamente desagradable. ?Por qu¨¦ no lo hace usted solito? Entre sus m¨²ltiples virtudes se encuentra un doctorado en antropolog¨ªa. Corren rumores de que usted de infante fue santo ni?o.
M¨¢scara Azteca encendi¨® un cigarrillo y desech¨® la idea arrojando el humo al cielo. Le picaba la mano, se la rasc¨® distra¨ªdamente. En el interior de la agencia funeraria estaban velando a una mujer muerta de hipoglucemia. El Doctor Niebla salud¨® con la cabeza a un nutrido grupo de parientes que entraban al velorio. No hay mejor anonimato que ¨¦ste. Nadie pregunta a qu¨¦, horas conoci¨® uno al muerto. Nadie pregunta si son lazos de sangre o de usura, si hay lazos.
-Insisto, nuestra fuerza est¨¢ en la multiplicidad. Como no somos muchos, hay que desdoblarse, multiplicarse -dijo el Doctor Niebla, que ten¨ªa el asunto m¨¢s teorizado.
-No mucho m¨¢s, Doc, ya no se estira mi esquizofrenia. No se me estira m¨¢s. Ultimamente se me antoja ser normalito cada vez con mayor frecuencia. Usted lo goza porque tiene una componente esquizo en su car¨¢cter.
-Como s¨®lo somos dos, tenemos que ser muchos, colega -abus¨® el Doctor aprovech¨¢ndose de su experiencia y sin hacer caso de los remilgos de su compa?ero. Se rasc¨® la mano-. Yo s¨®lo estoy usando una docena de personalidades, usted que le tiene man¨ªa y amorcito a la de M¨¢scara Azteca, al menos deber¨ªa multiplicar las acciones. ?No ha probado a estar en dos lados al mismo tiempo?
M¨¢scara Azteca resopl¨®. Era una carga muy pesada ser la mitad de la direcci¨®n de la Resistencia con un g¨¹ey como ¨¦ste de compa?ero. El Doctor Niebla no dijo nada, para ¨¦l tambi¨¦n era una chinga ser la otra mitad. Consolaba no ser la, totalidad.
Demasiado pa¨ªs para uno solo, y adem¨¢s un pa¨ªs con un promedio muy elevado de hijos de la chingada por metro cuadrado.
5. Entrevista de radio
-Est¨¢n sintonizando KXMEX desde el condado de Los ?ngeles, California, transmitiendo v¨ªa sat¨¦lites combinados y descodificado es de censura para el territorio mexicano con autorizaci¨®n especial del comit¨¦. antidictadura de la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas, aprobaci¨®n parcial del Congreso norteamericano y amparados incluso en una bula papal.
Son¨® un clar¨ªp de alerta.
-Y ahora antes de empezar nuestras transmisiones, el Himno Nacional. Les recordamos a los que se encuentran escuch¨¢ndonos clandestinamente en territorio mexicano, por ejemplo oy¨¦ndonos con un walkman por la calle, en el interior de una oficina, o en condiciones peligrosas, que se encuentran dispensados de ponerse de pie o hacer el saludo a la bandera. Comenzaron a sonar los viejos acordes del himno, un instante despu¨¦s se oy¨® el fraseado, "mexicanos al grito de guerra...", en las voces de Carreras, Pavarotti y Pl¨¢cido Domingo. Las palabras eran ret¨®rica vieja; pero todo suena seg¨²n el o¨ªdo del escucha.
-Tendremos con nosotros nada m¨¢s y nada menos que al Doctor Niebla, comunicando desde el interior del monstruo, desde el coraz¨®n de la Ciudad de M¨¦xico, en vivo y en directo, burlando, los controles de la polic¨ªa t¨¦cnica, los militares y dem¨¢s escoria de la dictadura... ?Doctor?
Un gru?ido de est¨¢tica pareci¨® se?alar que la comunicaci¨®n a¨²n no estaba lista.
-Para ahorrarles trabajo a los esbirros de la dictadura, podemos decirles que esta llamada est¨¢ elaboada en ruta indirecta, pasando por ciudades mexicanas y extranjeras, virtudes de la tecnolog¨ªa y que adem¨¢s la cabina telef¨®nica desde la que se hace tiene el contador trucado y aparentemente se presenta en conmutador como llamada urbana y que la interrumpiremos cada seis minutos por si las moscas. O sea que nuevamente el, saber ha derrotado al poder, la t¨¦cnica a la pinche barbarie... ?Doctor?
El Doctor Niebla, que estaba hablando, por un celular reci¨¦n robado y sentado en el restaurante del Samborns de la Ciudadela, sonri¨® ante la parafernalia desplegada por el locutor. De cualquier manera no era necesario tanto sigilo tecnol¨®gico, los gobiernos no eran capaces de encontrarle el culo a su madre, mucho menos de detectar una llamada en el laberinto de las redes telef¨®nicas, agostadas por los t¨¦mblores, carcomidas por las ratas, multida?adas por las inundaciones. De milagro era ya que la red telef¨®nica de la Ciudad de M¨¦xico siguiera existiendo, despu¨¦s de tantas privatizaciones. Opt¨® por el silencio, "vamos a meterle un poco de tensi¨®n", se dijo.
-Y estamos a la espera, radioescuchas de la estaci¨®n hispanoparlante n¨²mero uno del condado de Los Meles, de una importante comunicaci¨®n desde M¨¦xico... Se encuentra con nosotros en cabina el vicepresidente constitucional mexicano Porfirio Mu?oz Ledo, para acompa?arnos en esta conversaci¨®n. Vicepresidente...
-Buenas tardes, Fritz. ?Doctor, est¨¢ usted en contacto? Un saludo para los amigos en M¨¦xico.
-Aqu¨ª el Doctor Niebla, un placer hablar con usted, se?or vicepregidente -dijo el susodicho disfrazando la voz gracias a que estaba comiendo unos tacos con guacamole en ese instante.
-Doctor, recientemente hemos tenido acceso, nosotros y nuestros radioescuchas, a un bolet¨ªn de la seguridad interna de la dictadura en el que se reconoce que usted y su amigo M¨¢scara Azteca reptesentan el riesgo de seguridad n¨²mero uno...
-Me siento muy honrado. -?Podr¨ªa usted hacernos alg¨²n comentario sobre la m¨¢s reciente operaci¨®n de su colega?
-M¨¢scara descubri¨® que una unidad de tropas aerotransportadas eran enviadas a la Sierra de Guerrero y consigui¨® interferir en la torre de comunicaciones de la Secretar¨ªa de la Guerra, logrando que los helic¨®pteros partieran en piloto autom¨¢tico aparentemente hacia Guerrero, pero con una desviaci¨®n que se fue acentuando hasta enviarlos directamente hacia el oc¨¦ano Pac¨ªfico. Tengo entendido que cuando los pilotos se dieron cuenta que a la escuadrilla ya no le quedaba gasolina para regresar a tierra firme se aventaron en paraca¨ªdas, los dem¨¢s se quedaron en el mar. Supongo que los campesinos guerrerenses le han de agradecer a mi colega el desv¨ªo.
Sonaron fanfarrias, dianas y aplausos pregrabados.
-Amnesty dio a conocer ayer aqu¨ª en Los ?ngeles un informe sobre asesinatos de campesinos, incendio de poblaciones... -terci¨® Mu?oz Ledo.
-Por razones de seguridad, voy a desconectar un instante -dijo el ]Doctor Niebla, y dej¨® a un lado el tel¨¦fono celular regresando a los tacos.
6. Taxis y taxistas
-?Y usted ya sab¨ªa que se va a desbordar el canal del desag¨¹e? Que van a flotar las aguas negras...
El taxista no quiso ser menos:
-Cuando vengan las lluvias en septiembre, se va a ir a la chingada el DF, pura mierda flotando por todos lados.
-Y todo porque estos culeros del Gobierno se robaron el dinero del mantenimiento. La red secundaria de Cuemanco est¨¢ saturada, las obras que iban a hacer en Xochimilco ni las empezaron... Yo s¨¦ lo que le digo, porque trabajo all¨ª, de ingeniero -dijo M¨¢scara Azteca y encendi¨® un Delicado con filtro largo, con boquilla dorada, cigarrillo para pueblo elegante.
El taxista afirm¨® muy serio. Luego pregunt¨®:
-?Y cu¨¢ndo piensa usted que sea eso?
-Al rato, cualquier d¨ªa de ¨¦stos. Ya est¨¢n los desperdicios y la caca al ras. Tienen tapada una terminal, porque se encontraron all¨ª unos muertos.
-?No me diga!
M¨¢scara Azteca afirm¨® contundente.
-Aqu¨ª, me puede dejar, caballero, en la esquina.
Descendi¨® del taxi y encendi¨® un nuevo cigarrillo. Era la hora punta, los ojos comenzaban a arderle. En el cine Insurgentes pasaban tres de Joselito, "Reestreno potente", se le¨ªa en la cartelera.
Esper¨® a que su taxi desapareciera en la esquina y levant¨® el brazo para parar uno nuevo. Era un Spirit, de los taxis azules de dos plazas traseras que hab¨ªan aparecido recientemente en la ciudad, ah¨ª ten¨ªa que irse con m¨¢s calma, se dec¨ªa que muchos de los taxistas eran soplones.
-Buenas, a la esquina de Florencia y Reforma.
El taxista se meti¨® en el flujo del tr¨¢fico.
-Se me hace que hoy no va a llover -dijo M¨¢scara Azteca explorando.
-No, hoy no.
-Mejor, porque cu¨¢ndo llueva fuerte se va a ir a la chingada el canal del desag¨¹e... Mi hermano es de la constructora que est¨¢ haciendo la obra y dice...
7. El placer de ser muchos
El Doctor Niebla entr¨® en el ba?o de caballeros de los s¨®tanos del Samborns del Parque M¨¦xico. Dej¨® bajo la taza del tercer excusado, modosamente pegados con masquin tape, una serie de mensajes en clave, de los cuales, el m¨¢s bonito dec¨ªa "Tirespa Lira, 7:30, Ni¨® Loli, turur¨², turur¨²", y luego us¨® el ba?o para lo que, le era, inherente. Ten¨ªa una leve diarrea que hab¨ªa contra¨ªdo siendo el sacerdote Sabino Melgorejas y comiendo tacos de camitas en el mercado ambulante de la calle Campeche horas antes. Tras su operaci¨®n se acerc¨® a los tel¨¦fonos y cuando se comunic¨® con el centro de vigilancia social del DF, denunci¨® an¨®nimamente y con voz de suave, acento jarocho la existencia de mensajes de la Resistencia en los ba?os de Samborns, colocados ah¨ª nada menos que por M¨¢scara Azteca. Minutos despu¨¦s el ingeniero Salas Llamelgas sali¨® del ba?o del restaurante acomod¨¢ndose su parche en el tuerto ojo izquierdo y camin¨® hasta sus oficinas de asesor¨ªa en tecnolog¨ªa digital en el parque Hundido, de las que sali¨® dos horas y media m¨¢s tarde el taxista Irineo Compi¨¢n, quien manej¨® su coche al descuido por Insurgentes hacia el sur neg¨¢ndose a tomar pasaje hasta la gasolinera a la entrada de la Ciudad Universitaria, donde cal¨¢ndose su cachucha recogi¨® a una estudiante de unos veinte a?os, que se identific¨® porque estaba cargando dos novelas de Guillermo Zambrano y la llev¨® hasta la Hemeroteca Nacional, donde en lugar de dejarla, permiti¨® que subieran al taxi una pareja de estudiantes de medicina con batas blancas y estetoscopios colgando del cuello...
Una vez los tuvo acomodados en la trasera del taxi, esto es m¨¢s o menos lo que el Doctor Niebla les dijo a sus compinches, todos ellos reclutados para la Resistencia hac¨ªa una semana y adem¨¢s miembros en sus horas no militantes de un grupo de rock que tocaba para sobrevivir en un antro de la Colonia de los Doctores:
-Ni el Gobierno se tambalea, ni la revoluci¨®n est¨¢ a la vuelta de la esquina, ni veo por ning¨²n lado que las esquinas se est¨¦n acercando, m¨¢s bien lo contrario, se alejan, las cabronas. No creo que haya una insurrecci¨®n en proceso, creo que a las masas de este pa¨ªs, con maravillosas excepciones, les han dado atole con el dedo, creo que el miedo domina a las clases medias, que la propaganda domina a las clases taradas, que nom¨¢s quedan de tres clases: los hijos de la chingada que se han perfeccionado; los mirones que son mayor¨ªa, y nosotros que somos una docena de culeros; que el nuevo clero est¨¢ ganando puntos, que culturalmente les est¨¢ funcionando la hispaniolizaci¨®n, que muchos mexicanos se han vuelto m¨¢s pendejos de lo que eran antes, y que la polic¨ªa t¨¦cnica est¨¢ mejorando sus servicios y los gobernos est¨¢n mejorando sus torturas. Creo que la Resistencia en la mejor de las perspectivas tiene por delante 20 a?os de comer mierda de perro. Como quien dice, si dentro de tres meses nos volvemos a ver ser¨¢ pura casualidad. ?C¨®mo la ven, chicos?
-De pelos, compa?ero. A m¨ª me gusta el hiperrealismo -dijo el m¨¢s joven de los rockeros.
-M¨ªster, lo que m¨¢s me gusta en el mundo es que no me mientan. Yo no compr¨¦ billete de loter¨ªa con la victoria, sino con la terquedad -dijo la jovencita solista del grupo a la que en el fondo ni siquiera le gustaba el rock, sino la balada rom¨¢ntica.
-Jefe, estamos m¨¢s puestos que un calcet¨ªn -acumul¨® ilusiones el tercer miembro del grupo quit¨¢ndose de los ojos una mata de pelo que amenazaba dejarlo ciego temporalmente.
El Doctor Niebla no pudo evitar que una sonrisa monumental se le escapara por las comisuras de los labios y se reflejara en el retrovisor. Cada vez hac¨ªan mejores mexicanos. Tiempos malos, gente estupenda. Encendi¨® un Delicado sin filtro largo.
-No quiero insistir en que las posibilidades de que nos hagan mierda son muy altas y en que esos tipos van en serio.
-Jefe, por favor, no sea prosaico. Ya llegamos hasta aqu¨ª. ?Qu¨¦ sigue? -dijo la muchacha.
-J¨®venes, son ustedes el grupo 1021 de la Resistencia, tienen derecho a tener un nombre colectivo, en caso de que perdamos el contacto act¨²an por la libre hasta que alguien present¨¢ndose como "el hijo de la portera" los aborde. Por ahora yo soy su ¨²nico enlace. Las ideas de la Resistencia, como bien saben, son flexibles. No nos gusta el terrorismo indiscriminado, ni los atentados individuales, no hacemos nada que pueda afectar a la poblaci¨®n, todos los golpes se dirigen al enemigo, los m¨¢s eficaces son aquellos que lo hacen quedar en rid¨ªculo, no hay idea desechable de antemano, por m¨¢s absurda que parezca, tratamos de apoyar las insurrecciones campesinas de Guerrero y Chiapas, y as¨ª...
Los muchachos cuchichearon entre s¨ª mientras el Doctor Niebla conduc¨ªa el taxi por los laberintos traseros del campus universitario. Muchas de las escuelas estaban cerradas, vallas met¨¢licas y alambre de p¨²as indicaban la clausura temporal. Grupos de vigilantes universitarios vestidos de azul y con perros patrullaban las largas praderas verdes del terreno universitario. El Doctor Niebla se perdi¨® en las enso?aciones del pasado: por ah¨ª en medio de los laureles hab¨ªa paseado con una novia que estudiaba odontolog¨ªa hac¨ªa cuarenta a?os...
-?Nos podemos llamar "Los hijos de Zapata"?
-No, creo que ya hay un grupo que se llama as¨ª. ?Por qu¨¦ no probamos con algo m¨¢s populista, como "Los hijos de Pedro Inf¨¢nte"?
-Me late -dijo la l¨ªder del terceto rockero.
-Jefe, ?y a usted c¨®mo lo llamamos?- pregunt¨® la muchacha.
-Yo soy el Doctor Niebla.
El Doc se sac¨® un paliacate del bolsillo trasero y aprovech¨® el gesto de sonarse para recoger a trav¨¦s del retrovisor los rostros encandilados de los tres j¨®venes. ?A qu¨¦ hora se hab¨ªa vuelto un mito?
(Continuar¨¢)
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