Mart¨ªn Fiz, campe¨®n del mundo de marat¨®n
El atleta revel¨® que cuando se le encogi¨® el coraz¨®n entendi¨® que hab¨ªa llegado el momento de irse a ganar
A las 16 horas, 11 minutos y 14 segundos, Mart¨ªn Fiz apareci¨® por la puerta de marat¨®n del estadio Ullevi. Llegaba de hacer 42 kil¨®metros y s¨®lo le faltaban 195 metros para proclamarse campe¨®n mundial. Pis¨® el tart¨¢n, alz¨® el brazo, busc¨® entre las gradas banderas que le fijaran d¨®nde estaban sus amigos, levant¨® la mano con la uve de la victoria, salud¨® y, cuando se dio cuenta de que estaban a punto de terminar los momentos m¨¢s gloriosos que pueda vivir atleta, brace¨® en¨¦rgicamente - "quer¨ªa mostrar que a¨²n me sobraban fuerzas", dijo-, elev¨® los brazos y gan¨®.El esfuerzo de dos horas de carrera a mas de 30 grados y con una humedad que le hizo beber a Mart¨ªn Fiz cuatro litros de agua s¨®lo tuvo reflejo en los 30 segundos siguientes. Mart¨ªn Fiz se arrodill¨®, bes¨® la pista, alz¨® los brazos y se dej¨® caer, exhausto, boca arriba. Qued¨® inm¨®vil, extendido en el suelo, con las piernas abiertas y los brazos en cruz. Fueron unos momentos de respiro. Cuando abriera los ojos y se incorporara le esperaba la apoteosis de la gloria. Despert¨® y se fue a por ella de inmediato.
Le hicieron llegar una bandera espa?ola y ¨¦l tambi¨¦n pidi¨® la de Euskadi. Con ambas dio una vuelta de honor que dur¨® ocho minutos, porque no hay celebraci¨®n m¨¢s intensa que la que acontece despu¨¦s de la m¨ªtica carrera. Cuando se encontr¨® de bruces con Diego Garc¨ªa, que corr¨ªa a abrazarle, se dio cuenta de lo injusto que es el marat¨®n. Garc¨ªa hab¨ªa llegado en sexta posici¨®n -Juzdado, en quinta, y permanec¨ªa sobre una camilla, con suero, recuper¨¢ndose del desfallecimiento- e iba a quedar marginado por su triunfo.
La alta competici¨®n
Pero el deporte de alta competici¨®n es as¨ª de cruel. Uno gana y los dem¨¢s pierden. "Mart¨ªn nos gana hasta en los entrenamientos; no nos cede ni un metro. Todo lo quiere ganar", revelaba Garc¨ªa. Este, con su fenomenal sexto puesto, y Juzdado, a¨²n mejor, hab¨ªan quedado excluidos de la lucha por las medallas, que es la que marca la diferencia entre los buenos y los superclase.Aguantar, todos aguantan cuando la carrera va fuerte y se tienen condiciones y preparaci¨®n adecuada. Los tres espa?oles llevaban un a?o entero dedicados a preparar este marat¨®n. Por eso no les cost¨® trabajo ir en el grupo de cabeza durante 28 kil¨®metros. Se marchaba a un ritmo de 3.12 minutos cada kil¨®metro y lo soportaban sin desgaste. A un brasile?o, Dos Santos, se le ocurri¨® despejar la cabeza y atac¨®, corriendo a 3.04 el kil¨®metro. Fiz fue el primero en seguirle; a continuaci¨®n, Cer¨®n y Juzdado. Pronto le cogieron y por detr¨¢s entraron dos brit¨¢nicos.
La selecci¨®n ya estaba hecha. Hab¨ªan sido suficientes 28 kil¨®metros de ritmo vivo y dos de ataque para que de los 78 corredores s¨®lo sobrevivieran seis en cabeza. Nerurkar, uno de los ingleses, dur¨® poco; el otro, Whitehead, asumi¨® que all¨ª estaba de m¨¢s e hizo su trabajo: mantener un buen ritmo para que ninguno de los rezagados les alcanzara. Tras ¨¦l, a su derecha, Cer¨®n, y a la izquierda, Fiz, Juzdado y Dos Santos cerraban el grupo. Estaba claro qui¨¦nes eran all¨ª, los jefes.
A por la victoria
A Juzdado le entr¨® flato y a Whitehead se le acabaron las fuerzas; Fiz y Cer¨®n se fueron a jugarse la victoria; Dos Santos no contaba, porque en cuanto llegaba una cuestecilla se quedaba. A las dos horas exactas de carrera, cuando quedaban cuatro kil¨®metros, Cer¨®n atac¨®. Fiz se asust¨®. Mir¨® el reloj, ech¨® c¨¢lculos y vio que hab¨ªan hecho tres kil¨®metros en 8.45 minutos. "Eso era un ritmo de carrera en pista, no de marat¨®n. Record¨¦ entonces lo que me dijo Padilla: 'Est¨¢s preparado para correr a menos de tres minutos el kil¨®metro, pero si te fuerzan a ese ritmo, no sigas, espera, haz como Indur¨¢in, sigue a tu ritmo".Fiz permiti¨® entonces que se despegara Cer¨®n, aunque con cierto temor, porque es un hombre que ya ha corrido dos maratones en menos de 2.09 horas. Pero si ¨¦l se hab¨ªa mostrado fr¨ªo hasta entonces -hab¨ªa llegado a pedir a los miembros del equipo que no le animasen para no calentarse-, no lo iba a echar todo a perder al final.
Esper¨® manteniendo su ritmo, que ya era de por s¨ª fren¨¦tico -hizo la segunda mitad de la carrera m¨¢s r¨¢pida que la primera, a que Cer¨®n acusara el ataque que ten¨ªa su raz¨®n de ser, pues de otra manera no era posible despegarse de Fiz. Cuando ¨¦ste le alcanz¨®, recuerda que se le encogi¨® el coraz¨®n: "No sab¨ªa qu¨¦ pod¨ªa pasar entonces, ganar seguramente. Vi que hab¨ªa llegado el momento esperado y me fui a por la victoria".
Cabalg¨® tres kil¨®metros en solitario, acerc¨¢ndose al estadio Ullevi con la fuerza de un coloso. Con el coraz¨®n encogido -ya le daba igual que la gente le vitoreara-, pero la cabeza fr¨ªa, mir¨® para atr¨¢s, vio a Cer¨®n lej¨ªsimos, cogi¨® las gafas que hab¨ªa llevado colgadas en el pantal¨®n, se las puso, gir¨® a la derecha y se estremeci¨® al entrar en el estadio. La aclamaci¨®n era para ¨¦l. Tras bajar la rampa verde que da acceso a la pista mir¨® una vez m¨¢s hacia atr¨¢s y entonces confirm¨® que el mexicano nunca la alcanzar¨ªa. Y empez¨® a saborear la gloria.
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