Los Gajdasic cambian de casa
La 'permuta ¨¦tnica' obliga a familias afincadas en Serbia desde hace 300 a?os a ceder tierras a punta de pistola a los huidos de Krajina
?Pero cu¨¢nta gente llra en el puente sobre el Drava! Los bravucones con uniforme de camuflaje. Los domingueros que cruzan a Hungr¨ªa para comprar la carne m¨¢s barata. Los aduaneros croatas que les abren los maleteros... Los refugiados han llegado en un autob¨²s escolar y, tal vez por esa raz¨®n, les llevan a un colegio. A la vieja Vita, de luto, al abuelo Petar Gajdasic, con su sombrero como tirol¨¦s, arrugados despu¨¦s de 30 horas de viaje desde Voivodina. Les cambiaron a punta de pistola su casa, las 10 hect¨¢reas de trigo, ma¨ªz y nabos y hasta las vi?as y los dos tractores. Lo traen escrito en un papel del registro. Todo para los serbios de Kurlat, que acababan de salir huyendo de Krajina, en alg¨²n pedregal entre Benkovac y Zadar (cerca de la costa adri¨¢tica).?C¨®mo se llamaban? ?Drazic? No se olvidan del hombre de la pistola. "Firma aqu¨ª y l¨¢rgate", le dijo a Petar. Y ¨¦l, pensando en los suyos, en el vecino a punto de jubilarse que vio desangrarse tras una paliza, pens¨® que era mejor el barbecho del serbio que una parcela en el camposanto. Despu¨¦s de 300 a?os en Voivodina, junto con serbios y magiares, los Gajdasic cruzan a la fuerza, junto con centenares de familias croatas el puente de Donji Miholjac, 30 kil¨®metros al noroeste de Osijek. Ahora viven en un aula porque Serbia est¨¢ completando la limpieza ¨¦tnica en Voivodina, una de las regiones de la antigua Yugoslavia con mayor diversidad ¨¦tnica.
Petar, .79 a?os; Vita, 74; el hijo de ambos, Stjepan, 58, y la esposa de ¨¦ste, Neda, de 56, forman, junto con la nieta Janja, de 31 a?os, el clan de los Gajdasic de Kukuljevci, un pueblo de 2.500 vecinos en el extremo occidental de la Voivodina anexionada por Serbia.
Hurac¨¢n de odio.
Se quedaron en su tierra tras los combates entre serbios y croatas de 1991 porque cre¨ªan que, si el hurac¨¢n de odio de la II Guerra Mundial no pudo arrancarles de sus campos, era mejor esperar a que amainase el temporal de la desintegraci¨®n de la antigua, Yugoslavia. En Kukuljevci, en la comarca de Srem, todas las familias eran croatas. Pero en Voivodina, que contaba con un estatuto de autonom¨ªa hasta 1989, tambi¨¦n viv¨ªan familias de origen eslovaco, serbio, rumano, alem¨¢n y clanes gitanos.
La asistente social que registra su llegada al paso fronterizo de Donji Miholjac, entre Hungr¨ªa y Croacia, intenta que lleguen lo antes posible a las casas de familiares o amigos, pero decenas de ellos no tienen d¨®nde acudir. "Casi todos son personas mayores... No sabemos por qu¨¦ se quedaron en Voivodina, pero a nadie se le pregunta si pertenec¨ªa a una familia mixta de serbios y croatas", explica. Los refugiados vuelven a su te¨®rico pa¨ªs con muy pocas de sus pertenencias y cargados de miedo. "Se han quedado algunos de sus, familiares al otro lado, temen que puedan sufrir represalias", advierte un polic¨ªa croata mientras encamina hacia la aduana a un anciano calzado con chanclos de suela de neum¨¢tico.
La masiva llegada de refugiados serbios procedentes de Krajina, tras la ofensiva del Ej¨¦rcito de Zagreb, ha desatado una oleada de expulsiones de los habitantes de origen croata en zonas como Banja Luka (norte de Bosnia) o Voivodina (Serbia). Disfrazado de amigable acuerdo de intercambio de propiedades entre desplazados, las permutas ¨¦tnicas reflejan c¨®mo la violencia entre los pueblos de la antigua Yugoslavia mina los cimientos de una sociedad eminentemente rural.
Serbios con odio
"Cuando entraron en nuestro pueblo los primeros serbios de la zona de Knin nos quemaron dos carros cargados de ma¨ªz y el cobertizo donde guard¨¢bamos el heno", recuerda Petar con amargura mientras su esposa menea la cabeza y llora. "Despu¨¦s vinieron a nuestra casa unos hombres armados y nos mostraron unas granadas de mano antes de aconsejarnos firmar los papeles para intercambiar las propiedades; ellos dicen que tienen dos casas y mucho ganado en Krajina, pero yo no me f¨ªo, creo que lo hemos perdido. todo", sentencia antes de partir al colegio.
Mientras tanto, en Davor, en la frontera entre Croacia y el norte de Bosnia-Herzegovina pr¨®xima a Nova Gradiska, las barcazas esperan la llegada de un millar de croatas expulsados de Banja Luka, al otro lado del r¨ªo Sava. Aqu¨ª no hay un puente internacional, pero las mujeres horneaban ya el domingo, cuando se vio frustrado un primer intento de evacuaci¨®n, grandes bizcochos para los refugiados. En Davor a¨²n recuerdan cuando los ni?os croatas cruzaban el r¨ªo cada ma?ana para ir a la escuela de Srebac, en la otra orilla. En este tramo del Sava no se han registrado combates como los que han ensangrentado las "riberas aguas arriba y aguas abajo.
Emparejado a la desgracia de los serbios el viejo Petar s¨®lo atina a exclamar: "Esto es una locura, nos hemos marchado de madrugada, por puro miedo a morir, para que otros entren en nuestra casa". Tras una. odisea de 30 horas a trav¨¦s de Hungr¨ªa, con varios cambios de autob¨²s, los Gajdasic descansan sobre las colchonetas de goma extendidas en las aulas. "Los serbios dicen que los soldados croatas han cometido excesos con ellos, pero ?qu¨¦ culpa tenemos nosotros?", se pregunta el anciano.
Seguro que las decenas de familias serbias expulsadas por las armas de Croacia estar¨¢n contando a quienes les reciben en cualquier paso fronterizo historias muy parecidas a la de los Gajdasic. Y tal vez las miradas de los que pasen a su lado tengan el mismo espanto -aceptar que la guerra tambi¨¦n es la tragedia de dos campesinos ancianos- de quienes apovechaban un domingo de verano para cruzar el puente de Donji Miloljac: sobre el apacible Drava.
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