La valiosa obra de un heterodoxo
Demasiado vasta, demasiado vers¨¢til, profunda y compleja su obra como para que estas l¨ªneas, demasiado breves y urgentes, ambicionen ser algo m¨¢s que un apunte sobre la contribuci¨®n de Julio Caro Baroja al conjunto de los saberes. M¨¢s all¨¢ de su aportaci¨®n a varias disciplinas, la herencia de don Julio implica una rigurosa y diversificada -que no dispersa- reflexi¨®n acerca de los temas mayores tanto de las humanidades en general como en lo relativo a la construcci¨®n de Espa?a como objeto del pensar.El m¨¦rito de Caro Baroja de haberse atrevido con los asuntos clave desde premisas durante tanto tiempo ins¨®litas aqu¨ª -la historia de las ideas y la antropolog¨ªa- se multiplica al contemplarse las circunstancias que rodearon su labor, y de las que supo mantenerse aislado: la contienda civil, ¨¦l p¨¢ramo cultural de la posguerra y, por fin, las intrigas que han dominado cr¨®nicamente la vida universitaria espa?ola. Caro Baroja empez¨® siendo un heterodoxo solitario, para descubrir enseguida que serlo -como ¨¦l hasta la muerte- es la ¨²nica garant¨ªa que puede amparar en este pa¨ªs un trabajo verdaderamente serio.
La calidad de la obra de Caro es, por ello, indesligable de las condiciones de deliberada marginalidad que le protegieron de las mezquindades del clima intelectual espa?ol. A ello deben a?ad¨ªrsele las propias fuentes de su singularidad, de las que aprendi¨® al tiempo que las trascend¨ªa en favor de un pensamiento que m¨¢s que ecl¨¦ctico cabr¨ªa calificar simplemente de personal: de un lado, Barandiar¨¢n, Aranzadi y. los estudios de folclor vasco; del otro, una erudici¨®n human¨ªstica extraordinaria -patrimonio familiar-, y, por ¨²ltimo, su paso en 1952 por Oxford, escenario entonces de la insurrecci¨®n antidogm¨¢tica de Evans-Pritchard y Firth contra la ¨¦gida del estructural-funcionalismo de Radcliffe-Brown y en favor, entre otras cosas, de una reconciliaci¨®n definitiva entre historia y antropolog¨ªa.
La cuesti¨®n es que cualquier investigador en antropolog¨ªa hist¨®rica -o historia antropol¨®gica, como se quiera- se va a encontrar siempre con la misma enojosa evidencia: sea cual sea el territorio de trabajo o enfoque de su elecci¨®n se encontrar¨¢ con que Julio Caro ya hab¨ªa pasado antes por ah¨ª, hasta tal punto cultiv¨® la anticipaci¨®n en jurisdicciones tem¨¢ticas o te¨®ricas que la investigaci¨®n acad¨¦mica tardar¨ªa todav¨ªa mucho en homologar: la pluralidad ¨¦tnica Los pueblos de Espa?a, 1946), Los vascos, 1949), la identidad (El mito del car¨¢cter nacional, 1963), las estructuras simb¨®licas de la sociedad (Razas, pueblos y linajes, 1957), el uso de archivos inquisitoriales como fuente (Las brujas y su mundo, 1961; Inquisici¨®n, brujer¨ªa y criptojudaismo' 1970), los procesos de urbanizaci¨®n (La ciudad y el campo, 1966), la biograf¨ªa antropol¨®gica (Vidas m¨¢gicas e Inquisici¨®n, 1967), las minor¨ªas perseguidas (Los moriscos del Reino de Granada, 1957), las expresiones de la mentalidad popular (Ensayo sobre la literatura de cordel, 1970), las bases culturales del anticlericalismo (Las formas complejas de la vida religiosa, 1978), etc¨¦tera.
Toda una dilatada e intensa carrera en la que la elaboraci¨®n de obras capitales se ha compaginado con colaboraciones sobre asiintos de actualidad en la prensa, y entre cuyos ¨²ltimos episodios destacan su pronunciamiento en torno a la relaci¨®n entre historia e impostura (Las falsificaciones de la historia, 1991) y lo que presentara como su testamento ideol¨®gico, Conversaciones en Itzea (1992). Porque es de temer que pase desapercibida en las glosas que suscite su desaparicion, perm¨ªtaseme una alusi¨®n especial a esa asombrosa mono graf¨ªa etnohist¨®rica debida a Caro Baroja que es Estudios saharianos (1955), recientemente reeditada.
Qu¨¦ pena que se nos haya ido Julio Caro Baroja, pero qu¨¦ pena, sobre todo, que al partir, junto con sus trabajos, nos haya legado tan pocos imitadores. Y qu¨¦ pena que ello sea menos culpa de la incompetencia que de la pusilanimidad o la pereza de muchos de quienes a buen seguro se proclamar¨¢n estos d¨ªas disc¨ªpulos suyos.
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