Calidad de vida
ALGUNAS ESTAD?STICAS parecen ya lo ¨²nico que puede alegrar algo al Gobierno de este pa¨ªs. A los descensos del paro o el freno de la inflaci¨®n se ha sumado esta semana el informe de las Naciones Unidas sobre el desarrollo humano. Seg¨²n este estudio, Espa?a es el noveno pa¨ªs del mundo en cuanto a calidad general de vida. El bar¨®metro para establecer este hit parade del bienestar atiende al grado de alfabetizaci¨®n, a la esperanza de vida y a la renta de los ciudadanos. Uno de los datos m¨¢s llamativos hace referencia a la distribuci¨®n de la riqueza disponible. Espa?a se sit¨²a en cabeza de los pa¨ªses industriales en la medida en que el 40% de los hogares disfruta del 22% de los ingresos, cuando, por ejemplo, en Estados Unidos, estos mismos hogares apenas se reparten el 16%. Y mientras Espa?a es uno de los 12 pa¨ªses que m¨¢s dinero destinan a educaci¨®n, la reducci¨®n del gasto militar es espectacular. En 1960, este cap¨ªtulo supon¨ªa el 160% de los gastos en sanidad y educaci¨®n. Treinta a?os despu¨¦s, el porcentaje ha bajado al 18%.La gran mancha en este examen estad¨ªstico es el paro, donde, desafortunadamente, Espa?a tambi¨¦n est¨¢ a la cabeza de los pa¨ªses industrializados. El 22,7% que registraba en 1993 le daba este triste liderazgo, frente a una media en los pa¨ªses industriales del 8,6%. Desde luego, para quien vive en la miseria o sin trabajo, las estad¨ªsticas no son ning¨²n consuelo, sino un sarcasmo. Y crean perplejidad incluso entre quienes no est¨¢n directamente afectados, pero son testigos cotidianos de estas tragedias. Y sin embargo, estos datos son un reflejo de la modernizaci¨®n que ha vivido el pa¨ªs, una modernizaci¨®n que ha ido acompa?ada de una mejora en el siempre inalcanzable objetivo de la justicia social y un innegable aumento de la calidad de vida de los espa?oles. Estos cambios son tan evidentes que resulta pat¨¦tica esa nueva moda de algunos sectores de la oposici¨®n que, en su obsesi¨®n por descalificar en todo al Gobierno, intentan convencer a la poblaci¨®n de que viv¨ªa en un pa¨ªs mejor en 1975. Cuando se van a cumplir 20 a?os de la muerte de Franco, basta ver algunas im¨¢genes de televisi¨®n de entonces para comprobar que todas las desgracias, problemas e irritaciones actuales no impiden que sea ¨¦ste hoy un pa¨ªs muy preferible a aqu¨¦l, y por much¨ªsimas razones.
El informe citado incluye un estudio sobre la situaci¨®n de la mujer. Ah¨ª, el panorama es preocupante, y Espa?a no encabeza precisamente el pelot¨®n de pa¨ªses m¨¢s atentos a laminar los m¨²ltiples frentes de agravio e injusticia que padecen las personas de sexo femenino. En esta lista, Espa?a baja al puesto 34.
El mero hecho de ser mujer agrava las penalidades y bloquea las expectativas de desarrollo personal y social. El 70% de los pobres del mundo son mujeres, como lo son las dos terceras partes de los analfabetos. S¨®lo ocupan el 14% de los cargos empresariales y el 6% de las carteras de los Gabinetes pol¨ªticos. El lamentable topicazo del "sexo d¨¦bil" queda rotundamente desmentido por las cifras: en casi todos los pa¨ªses, las mujeres trabajan m¨¢s horas que los hombres, y, en los industrializados, mientras los hombres s¨®lo dedican un tercio de su horario de trabajo a tareas no remuneradas, en el caso de las mujeres, los porcentajes se invierten. Una se?al inequ¨ªvoca de que, en el hogar, la solidaridad de la pareja no existe en la medida en que muchos -hombres, por supuesto- presumen. En todos los ¨¢mbitos, las mujeres siguen discriminadas. Corregirlo no es tan s¨®lo una cuesti¨®n de estricta justicia. En la carrera por el desarrollo en el umbral del siglo XXI, las sociedades no pueden permitirse renunciar al potencial de inteligencia, creaci¨®n y vitalidad de la mitad o m¨¢s de su poblaci¨®n. Las sociedades con dirigentes que no perciban esto a tiempo est¨¢n condenadas a un atraso general.
La Conferencia de Pek¨ªn sobre la Mujer, que comenzar¨¢ a principios de septiembre, deber¨ªa poder superar el cap¨ªtulo de las buenas intenciones si quiere impulsar algo los mecanismos paliativos de esta triste marginaci¨®n universal. No excluir a la mujer de la educaci¨®n, permitirle el control de su propio cuerpo, no obstaculizar decisiones personales como la anticoncepci¨®n, regular la igualdad de oportunidades, incluir pol¨ªticas fiscales y de fomento para que no sean desalojadas del mundo laboral o sistem¨¢ticamente penalizadas con las tareas no retribuidas son algunas de las medidas a las que de manera efectiva deber¨ªan comprometerse los Gobiernos. Es de temer que, una vez m¨¢s y pese a toda la ret¨®rica sobre los derechos de la mujer, a muchos de ellos les parezca que se est¨¢ pidiendo demasiado.
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